viernes, 6 de diciembre de 2013

¡Gracias!

Ayer, en el hospital, me encontraba completamente "guarnío". En mi pueblo, esta expresión indica cansancio extremo, estar uno "reventao" por dentro. Su etimología viene -supongo- de desguarnecido, sin defensas, inerme. En fin, que estaba hecho polvo: sueño, ojeras, abrideros de boca... "Qué le pasa a usted hoy?" -hasta mis pacientes me lo notaban, claro. "No, nada... es que anoche estuve en una fiesta y no he dormido bien". "Ah, bueno -me contesta Matilde, vieja picarona-, sarna con gusto no pica".
 
Es verdad, sí. Pero uno no está ya para estos ajetreos. La presentación del próximo libro que se me ocurra se hará un día festivo y con luz del día. Ya me conocéis, soy animal diurno, me acobarda la noche, atavismo de mi infancia, culpa de mi abuela que me atemorizaba con el cuento de los "entripaores" (hombres malos y de negro, venidos desde Cuevas Bajas, que, al amparo de la oscuridad, destripaban con largos cuchillos a los niños que encontraban solos por la calle).
 
Hubo sarna por eso, sí. Por haber sido, el de anteayer, un día intenso, muy intenso para un hombre de sesenta y un años recién cumplidos. Levántate a las seis de la madrugada, echa la mañana en la consulta un poquito más acelerado de la cuenta, para qué tanta ansia si al final no vas a terminar antes, ve a tu casa a toda leche a recoger el discurso y a despedirte de la Pelusa, ya vas tarde, tío, son las tres menos veinte y has quedado con Jaime y demás viajeros a las dos y media, sal pitando para su casa y vuélvete apenas un kilómetro porque no llevas ni un euro encima, no te vas a poner en carretera sin dinero, joer, cágate en la puta que parió y pierde en ello otros diez minutejos, come sin asiento, a la carrera, espinacas con garbanzos en un bar de carretera, aguanta con gallardía el retortijón pasajero, no por los chícharos, ése ya llegará en el momento más inoportuno, sino por tener que ser el primero en sacar la tarjeta e invitar a diez hambrones, para eso eres el homenajeado, olvídate de tu siestecita, date cuatro cabezadas sobresaltadas por los apremios de tu amigo al volante, llega al pueblo con el tiempo casi justo, saluda a la familia, al personal... vamos, que es tarde. Y empieza el acto. Y luego, a firmar y a dedicar los libros. Nada de dedicatoria estándar, no. Párrafos individualizados. Y por fin, sobre las once de la madrugada, ponte en camino a Sevilla para llegar a tu casa rondando las dos. A las dos, tío. Menos mal que condujo Jaime, yo iba muerto. Una vez más, mi amigo rompió la baraja. Sin ninguna licencia carnal de por medio ¿de qué me aprovecha tener un novio platónico si no fuera por servicios como éste? Natural. Hoy por mí y mañana... también.

El gusto, sin embargo, superó a la sarna. Claro. Nunca antes había experimentado una manifestación pública de apoyo, de afecto y de miramiento tan cálida y emotiva como la de esa noche. Debo confesaros que me encontré, por momentos, algo aturdido, abrumado por haberos exigido tanto, por no estar seguro de mi capacidad de reciprocidad, de si, llegado el caso, yo me hubiera desplazado a Bubión, a Marbella o a la misma Córdoba para acompañar al Luna, a Luis Enrique, a Paco Sánchez, a Pepín o a Francisco Castro, por ejemplo, en una celebración particular de este estilo. Me reconforté pensando que sí, mi espíritu es fuerte, pero ¡ay! la carne... la carne es débil.

El acto fue tremendamente emotivo para mí. Desde arriba, sentado en la tarima y con los focos apuntando a mis ojos, no os veía, pero sentía las presencias: los venidos de fuera, la Peque, mi Meli y su Pepe, mis hermanos, mis cuñados, sobrinos, primos y otra gente cercana y querida del pueblo. Y también notaba las ausencias allí presentes. Me acordé, mucho, de Pepe Ramírez, de Blanca, de Agustín, de mi Carmen y de mi Frasco y la Dolos... obligados por enfermedad, familia o trabajo. Sabía que en la primera fila se encontraban mi padre, mis suegros y los abuelos de Pepe, tuertos de oído por la edad, para no perderse ni jota. La alcaldesa, con un discurso breve, sentido y muy palencianero dio   el pistoletazo de salida.

Resulta embarazoso ser el receptor público de alabanzas. Os lo digo yo si es que no lo habéis experimentado. A uno le gustaría intervenir, interrumpir al orador y rectificarlo, "Oye, que no es para tanto, que uno es gente normal, con más miserias que virtudes, que parece que estemos en mi funeral donde sólo salen las excelencias". Llegado mi turno, contraataqué afirmando que tantos halagos no sólo eran sinceros sino también merecidos, ea.

Manolo Gutiérrez y Frasqui estuvieron sobresalientes. El uno dibujó con clarividencia mi perfil personal tal como se me ve, tal como me veis, que no es tal como soy, todos escondemos algo, lo que pasa es que a mí se me sale por los bolsillos rotos y parece que no oculto nada, pero algo queda en algún pliegue. Preguntádselo, si no, a la Peque. Manolo me quiere, esto es algo que salta a la vista. Nos quiere a todos los que hemos sido seminaristas. Más que ninguno de nosotros, creo, conserva una imagen idealizada de nuestra etapa en el santo cenobio. Y de los que fuimos sus moradores. Algo de esto nos pasa a todos, eh! Y es un sentimiento que engorda con la edad. Como el peso. Frasqui destripó el libro y a su autor con un verbo cuidado, cercano y diáfano. Se aprovechó para ello de su condición de corrector y, por tanto, del conocimiento del libro más completo aún que el mío propio; y también sacó partida de ser una de las personas, allí presentes, que mejor y más hondamente ha rebuscado en los bolsillos de mi personalidad.

Lo que de ninguna manera me esperaba era lo del vídeo. Idea ¿cómo no? de la Peque. Me emocioné. Muchos de vosotros, allí, hablándome en la pantalla sobre las cualidades y virtudes del libro. No me digáis que no tuvo arte Antonio Estepa proclamando que él me daría el premio del ajo de oro de Montalbán. Genial y entrañable. O el montaje de la Dolos y la Maria José disputándose el i pad para leerme. Gracioso de verdad.

Muchas gracias a todos por estar conmigo, en cuerpo o en espíritu, presencial o virtualmente, por haberme brindado esa noche tan cargada de emoción... y de sueño atrasado.

Y ya, sin libro que presentar, a seguir leyendo el blog.

Un abrazo para todos.



 
 
 

4 comentarios:

  1. Nos hubiera gustado acompañaros, aunque sólo hubiera sido por el disfrute de una tarde entre amigos. Pero, aparte de los kilómetros, un día entre semana, incluso para los jubilados, es un problema, porque los hijos trabajan, los nietos van al cole... Reflejas muy bien en tu post el ambiente que nos perdimos. Un abrazo. Manuela y Daniel

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    1. Queridos Manuela y Daniel. Gracias por acordaros. Ha sido imposible para mucha gente, es natural. No importa. Pronto nos veremos en casa de Antonio, eso espero. UN abrazo.

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  2. Debido a que mi señora esposa trabajó todo el domingo (cosas de la modernidad), apenas salí a la calle a comprar el pan, por lo que me puse las gafas "del cerca" y de un sentada, descansando para comer y sestear, me zampé todo el libro. El libro, se puede definir, haciendo mía la célebre frase de Jesulín de Ubrique, en dos palabras: IM-PRESIONANTE.
    Enhorabuena, y gracias por hacerme sentir tantos sentimientos.

    NOTA: Después de estar viviendo 7 años en el Cortijo El Río, nunca vi los paisajes que describes.

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    1. Muchas gracias Jóse por tus palabras. Me animáis todos a seguir escribiendo. Cuando vives mucho tiempo en un lugar el paisaje te pasa desapercibido. Por acostumbrado. Un abrazo para todos los Celestinos.

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