miércoles, 4 de febrero de 2015

¡Salvada!

Esta chica guapísima de 22 años se encontraba haciendo cinta en un gimnasio de Brigthon (Inglaterra) el día 22 de noviembre del 2014 sobre las cinco de la tarde. Reside en esa ciudad desde hace dos años. Antes lo ha hecho en Pekín, Nueva Delhi o Londres. Estudia una de esas carreras nuevas, Negocios Internacionales, creo que se llama. Vive allí con un novio húngaro. ¡Qué complicado se nos hace a nosotros, sesentones, comprender la dinámica vital de esta gente nueva! Podría haberse quedado aquí con su gente, en Dos Hermanas, echarse un novio nazareno, estudiar en la Pablo de Olavide... lo normal. Pues no. Lleva cinco años fuera de su casa y ha recorrido medio mundo. Es lo que hay.
 
De pronto y sin previo aviso de nada, la chica cae derrumbada en el suelo del gimnasio. Los demás acuden a ayudarla creyendo que ha dado un traspiés. Pero la chica sigue desplomada, se ha hecho una brecha en la cabeza... y no responde. Empieza a cundir el pánico. La gente, en corro, no sabe qué hacer.
 
Un chaval se agacha, le coge el pulso en el cuello, le pone la mano cerca de la boca... no respira, no tiene pulso, pasan los segundos, tic,tac,tic,tac... está muerta. Se arma de valor y da un grito: "Que alguien llame al 999 (el 112 de aquí). Pero ya". Acto seguido pone a la chica boca arriba y empieza a golpearle el pecho de manera violenta. Lo ha aprendido en algún sitio, lo recuerda. Sólo hay que avisar a los servicios de emergencia y comenzar lo antes posible las maniobras de reanimación. Y se pone a ello. Pimpan, pin pan, pin pan... treinta masajes seguidos, enérgicos, con fuerza, como queriendo hacer daño en el centro del pecho de la víctima, un pequeño descanso, un boca a boca profundo, un buen soplido en la boca cerrando la nariz de la muchacha. Y otra vez el pimponeo, treinta veces seguidas, es agotador pero le da fuerza el saber que está salvando una vida... Y así hasta que al cabo de veinte minutos llega el servicio de emergencias. La chica no se ha despertado pero al ponerle el médico el monitor portátil ha recuperado el ritmo cardíaco. ¡Medio salvada! El chaval queda hecho polvo, pero ha salvado una vida.
 
Al cabo de diecinueve días, la chica sale de alta del hospital de Brigthon por su propio pie. Atrás quedan días lúgubres en la UCI, las molestias traqueales del respirador, el cateterismo cardíaco, los TAC de pulmón, la fibrinolisis de la embolia... Está fuera de peligro. ¡Salvada del todo!
 
Hoy, día 4 de febrero del 2015, la chica acude a mi consulta. Han pasado dos meses y medio desde el accidente mortal. Y está radiante. Como si tal cosa. Técnicamente ha tenido lo que llamamos muerte súbita resucitada. Y sigue aquí, entre nosotros, gracias a un chaval desconocido que supo lo que tenía que hacer en ese momento crítico.
 
¿Qué hubiera pasado si la chica, en vez de irse a Inglaterra, se hubiese quedado en Dos Hermanas, como era mi deseo inicial? Seguramente habría muerto. ¿Es acaso la medicina inglesa mejor que la nuestra? Seguramente no. Pero es casi seguro que el nivel educacional y de conocimiento de la población aquella sí que sea mejor que el nuestro.
 
Una parada cardiaca requiere el inicio de maniobras de resucitación en los primeros tres o cuatro minutos. Más allá de cinco minutos sin riego cerebral, muerte segura o parálisis cerebral. En estas situaciones no hay tiempo que perder. Si una persona se desploma delante tuya en la calle, en el gimnasio, en la carretera o en el mismísimo Corte Inglés el primer día de las Rebajas, se asegura uno de que no respira y que no responde, se la tiende boca arriba, se pide ayuda al 061 o al 112 y se pone uno a machacarle el pecho. Aunque se oigan crujir las costillas o el esternón. Mejor. No importa, siquiera, no hacer el boca a boca, hay gente muy escrupulosa, vale, no se hace. El cerebro se conforma con que le llegue algo de sangre aunque venga sólo con migajas de oxígeno. Por eso hay que seguir con el masaje cardíaco hasta que lleguen los servicios médicos.
 
Esto es algo elemental. Hay que enseñarlo en las escuelas, perder el miedo a intervenir, dejar de decir lo de las películas. "Un médico, un médico". NO. El médico va a tardar veinte minutos en llegar. Es necesario actuar ya. Y si son dos los actuantes, mejor que uno. Una persona sola se puede agotar de tanto masaje. Todo el mundo ha de saber esto, no hace falta ser profesional de la medicina.
 
La muerte súbita, inesperada, es un hecho frecuente. Muchas de las personas afectadas se salvarían si la gente común supiera actuar como es debido. Y así de sencillo, una persona llama al 061 y otra empieza el masaje.
 
Hubiese sido una auténtica pena que esta chica se hubiese malogrado en tierras infieles.
 
-Oye Sonia ¿volviste al gimnasio?
-Lo primero que hice al salir del hospital. Encontrar a mi salvador y agradecérselo.
 
Los viejos de Dos Hermanas dirán: "No era llegado su día". Y yo digo lo mismo. La vida es un milagro, una suerte, un azar. 

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