domingo, 12 de abril de 2015

Cincuenta años sí son algo

Puede que sea verdad lo del tango, eso de que veinte años no es nada. Puede. Pero cincuenta sí son ya algo.
 
De todas formas, el tiempo, ese malvado e insobornable cirujano plástico que todo lo que toca con su torvo bisturí lo engorda, lo afloja o lo arruga, no se ha excedido con ellos. Se mantienen... más o menos. Ciertamente que con algunos se ha empleado un pelín más con morbosa dedicación en sus barrigas, con otros le ha dado por agrandarles la tonsura de frente a cogote, pero ha tenido la delicadeza de no intervenirles en sus antiguos gestos, en sus trazas y andares ni en  la viveza y brillo de sus miradas de niños, traviesas y pícaras unas, más apacibles y serenas otras. Se conoce que -siendo yo colega médico- conmigo se ha comportado. Que así siga siendo.
 
Este encuentro anual tiene mucho de admirable. Sobre todo por lo que se refiere a su continuidad. No es nada usual que compañeros de colegio se sigan reuniendo, año tras año, cincuenta años después de su primer encuentro en el seminario menor de santa María de los Ángeles, dejados de la mano de Dios y de los curas en las sierras inhóspitas de Hornachuelos. Y no cuatro ni diez. Cincuenta y tantos antiguos seminaristas. Con sus santas respectivas, claro está. Ciento y pico de criaturas. A mi manera de ver, el éxito de estos encuentros se fundamenta en alguno de estos elementos combinados: el tesón inquebrantable de los organizadores, principalmente del Luna; la emotividad colectiva que despierta la memoria compartida de aquellos años tiernos e inolvidables, y la voluntad explícita de nuestras santas, empeñadas en ponernos contentos. "Me gusta esto, me gusta mucho esta reunión -gritaba ayer desde el entarimado Carmen, la mujer de Rafael Vilas-. Y me gusta porque el aburrido de mi marido sólo se ríe a carcajadas cuando está con sus nietos o cuando está con vosotros". Ahí queda eso.
 
Ayer tocó en Montilla. Cada año, en un sitio nuevo, aunque hemos repetido, claro está. Las más de las veces, en el entorno de nuestro antiguo eremitorio, fatalmente entregado al monte. ¡Qué lástima!
Fue muy interesante la visita cultural a este gran pueblo, desconocido por muchos de nosotros quizás por ser pueblo de tránsito. Uno para en las Camachas, se toma su cervecita con alcachofas a la montillana y sigue pa Málaga. ¿Verdad que sí?
La lluvia a cántaros que traíamos el Bermúdez y yo desde Carmona respetó el horario previsto para el recorrido cultural. Muy recomendable la visita al convento de santa Clara. Es un convento de clausura, no lo pudimos visitar por dentro. Lo que vimos y apreciamos con la excelente guía María Dolores Ramírez fue la capilla, una obra maestra, una auténtica joya, uno de los ejemplos más significativos del arte barroco andaluz. Nada que envidiar a las obras de las iglesias de Antequera, Lucena, Priego u Osuna. El convento, grandioso, que por fuera ocupa toda una manzana, es mantenido solamente con el trabajo abnegado de doce monjitas, la mayoría ya ancianas. Admirable. Admirable por ellas. Deplorable la falta de sensibilidad de las instituciones a la hora de ofrecer ayudas para su mantenimiento. Es posible -al menos yo lo veo así- que la postura actual de la Iglesia cordobesa de acaparamiento patrimonial de dudosa legitimidad frene de alguna manera el favor de ayuntamientos y Diputación  en apoyo del patrimonio cultural eclesiástico. De manera que desde esta página animo a la gente a visitar el convento. La exigua limosna valdrá la pena por lo que al disfrute sensual se refiere y por lo que simboliza de socorro popular a su sostén.

Visitamos a continuación la iglesia de san Sebastián, más que nada por ofrecerle un cálido recuerdo a Juan Navas, uno de nuestros compañero ya fallecidos y que fuera cura de esa parroquia durante doce años.
 
Nos impresionó más tarde la visita al Museo municipal "Garnelo". El museo cobija y custodia diversos libros alusivos a la vida del "Gran Capitán" y obras pictóricas de Garnelo, un pintor montillano del siglo XIX, uno de los maestros, en su día, de Picasso. Obras de estilo figurativo y de perfiles costumbrista, religioso o histórico. Sobresalientes la figura y explicaciones del guía municipal.
 
Luego, durante la comida informal, todos arrejuntados, ahora aquí, luego allí, ahora me arrimo a este grupo, ahora a aquel otro... y envalentonados con el escancie libre de vinos y otros caldos amontillados, la cosa se animó más si cabe. Como cada año, resulta especialmente entrañable el encuentro con gente nueva, con compañeros que asisten por primera vez, que se han enterado de chiripa, de pura casualidad, "Me lo dijo fulanito, que me lo encontré en Málaga el otro día. Y no lo he dudado". Uno de ellos ha venido desde Valencia, son ya varios los que cada año acuden desde Madrid, Móstoles, Leganés..., el resto somos domésticos, de por aquí cerca todos, los de Córdoba capital han fletado un autobús, mira tú qué comodidad, nos queda pendiente la presencia de algún andaluz catalanizado, a ver si puedo yo reclutar a mi paisano Gámez Rivera, desde Tarrasa, seguro que disfrutaría como el que más. Es habitual la presencia de alguno de nuestros curas. Ayer vino Pepe González Palma, uno de los tantos curas buenos que tuvimos, uno de los más recordados y queridos, quizás por haber sido nuestro padre espiritual en los últimos años de san Telmo. Algún vicioso empedernido del fútbol, cuyo nombre no diré mordiéndome la lengua, se escapó antes de la hora para llegar a tiempo del Sevilla-Barcelona. Mal augurio, siempre que lo ha hecho ha perdido el Sevilla. Menos mal que anoche la cosa se enmendó al final. A lo último, la habitual proyección de diapositivas con fotos antiguas, más que sepia, donde ejercitamos memoria distorsionada por tanto líquido espirituoso, y las consabidas canciones regionales y popurrís del seminario. Y acabamos con el canto a la Córdoba sultana, mora y eterna.
 
Durante la década de los años sesenta del siglo pasado sucesivas hornadas de niños cordobeses, la mayoría de origen pueblerino y humilde, abandonaron sus casas y se fueron al seminario para quitarse del campo, labrarse un futuro mejor y, quién sabe, si para hacerse curas y poner contentas a sus abuelas. De una u otra manera, todos lo consiguieron. Ahora, cincuenta años más tarde, se han convertido en hombres cabales que han vivido y viven con voluntad de servicio, aquello en lo que fueron educados. Y aún perdura intacto en muchos de ellos el mismo espíritu y la misma valentía de antaño  para afrontar el magnífico reto de un otoño vital soleado y colorido. 
 
Un abrazo para todos. Y para todas.

8 comentarios:

  1. Parece que el tiempo de sequía era el de tomar carrerilla. Que siga así para nuestro disfrute, aunque muchos no hayamos disfrutado de esas experiencias!

    ResponderEliminar
  2. Querido Fili: Gracias por tu crónica y por expresar en letra lo que tantos otros sentimos como música. Un abrazo, compañero.

    ResponderEliminar
  3. ¡Cómo os eché de menos el sábado! Gracias por esta pincelada maestra.

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué poeta el Vilas!. Me gusta la comparación. En cuanto a nuestro cónsul montalbeño en Madrin, ¿qué puedo decir? Que se jubile de una vez y se venga pacá. Han referido malas lenguas que no viniste por no saltarte la dieta. ¡Pero si se nos fue to el tiempo en charlar y cantar! Bueno, y en beber.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por tan entrañable crónica.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Amigo Fili, grandioso escrito. Fiel reflejo del sentir de aquel momento. Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Amigo Fili, grandioso escrito. Fiel reflejo del sentir de aquel momento. Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Cuánto nos gustan tus escritos, amigo Fili!!!
    Bueno, me permito llamarte amigo porque lo eres de nuestros queridos amigos comunes "los Pozuelo" y ellos nos han hablado mucho de ti y de tu Peque, con lo cual os sentimos cercanos.
    Sigue en tu línea, lo haces muy bien y nos entretienes mucho.
    Un abrazo
    Espe y Jesús

    ResponderEliminar