jueves, 28 de febrero de 2019

Manuel, ¡qué calientes semos!...

Esto que os cuento hoy no es una fantochada ni una historia tergiversada para mi beneficio. Es el evangelio. Es, en suma, la verificación de algo ya conocido: cuanto más viejo, más caliente. Más verde.

Paseando a mis dos perritas -la mía propia y la de mi hija- por el parque, presiento que estos tres jóvenes con carpetas en sus manos me van a abordar para que me suscriba a una ONG muy de moda. Es un lugar común aquí y en cualquier ciudad. Chavales y chavalitas muy presentables acechan en los paseos a los jubiletas de aspecto bondadoso (como es mi caso) para llevarles al huerto. Recuerdo que, viviendo en Sevilla, había mañanas en que me planteaba seriamente no salir a la calle por el agobio moral ejercido por pedigüeños y activistas de oenegés diversas.

Me tranquilizo al comprobar en sus papeles que son gente de Acnur, organización a la que pertenezco desde hace años. Son dos chicos y una chica. Lógicamente, a mí se dirige la chica: una chavala muy linda, morena y menuda.

-Buenas tardes, caballero, ¿me concedería usted un minuto?
-Sí señorita; y hasta dos, si fuera menester -le contesto ya un poco zalamero.
-Muchas gracias. Verá, es que estamos aquí promocionando esta ONG. ¿Conoce usted Acnur?

Como ya sé de qué va la cosa, tengo la respuesta preparadísima. Pero que es verdad, eh. No lo digo para quitarme a la muchacha de encima.
- Mire, señorita: en mi casa, mi hija, mi mujer y yo somos de Acnur desde hace ya varios años. Nos hicimos socios en Sevilla. Y a las perritas no las he inscrito todavía porque no tienen las pobres conocimiento.
-¡Habéis oído? -reclama la joven a sus compañeros-. Mirad qué hombre más saleroso. ¡Toda su familia es de Acnur! 
Y se me queda mirando fijamente con una intensidad que me asusta. Y sigue:
-Le voy a comer toa... -y se queda dos segundos en suspense, y yo, con cara de lelo, anhelando un algo imposible- toa la cara entera se la voy a comer, por grasioso, ea.
-Bueno, guapa, venga, hasta luego - me despido con un poquito de vergüenza.

Y me alejo de ella cavilando cómo es esta gente nueva. De espontánea y natural. Como debe ser. Y no como yo, que enseguida me sale la vena de viejo verde, y me río por dentro pensando que qué desilusión: ¡comerme la cara!...¡Bah! La cara me la come todos los días mi nieto Daniel, y me la llena de mocos. Yo, en mi retorcido y lascivo pensamiento, me regodeo considerando la afortunada a otra parte mínima de mi cuerpo, otrora pepino de cabeza acharolada, y hoy bellota embebida en sebo. En fin, no me hagáis caso, cosas de viejo verde.

7 comentarios:

  1. Donde hubo brasas queda rescoldo.No hemos "muerto" del todo.

    ResponderEliminar
  2. Fili, eres un peligro público. Menos mal que paseas a las perritas que si paseases a los nietos se te comían las mamás jovencitas.
    Para que no te sientas un caso raro te diré que, aunque muy esporádicamente, también he sentido yo alguna perturbación en la fuerza.
    Ya nos lo decía Pepe Beunza en Can Serra (a los otros objetores de conciencia): A las mujeres también les gusta el tema.
    Siendo realistas, con lo que compartimos en casa vamos servidos. Lo demás son fantasías cargadas de peligro, pajas mentales, cobardías de señor mayor.
    Un abrazo, machote.

    ResponderEliminar
  3. Vamos a ver, amigos: creo tener un problema que no sé si es un poco generacional, de todos los de mi edad, o es privativo mío, de mi mente intoxicada por una testosterona ya rancia. Y es que cuando una mujer atractiva me habla en privado y con discreción mi cerebro parece tener un traductor simultáneo que descodifica el lenguaje de la mujer en clave erótica. ¿Soy un caso tan raro, o es algo que compartís conmigo?

    ResponderEliminar
  4. Amigo José María, se ve a la legua que tu imaginación no va más allá de admirar con envidia la lozanía de los años en plenitud.
    Como dice el dicho: "Dime de qué presumes..."
    Estoy seguro, que si de verdad te llegara el caso, notarías enseguida brotar en tu interior la responsabilidad amasada durante años de trabajo y de estudio. Para arbitrar la dignidad de la persona como hasta ahora has hecho.
    Aunque la imaginación es libre, sobre todo todo a partir de nuestra edad.
    Un abrazo
    Juan Martín

    ResponderEliminar
  5. Querido Fili, en esta edad provecta en la que ya nos movemos se hace verdad aquello de hablamos más de lo que carecemos que de lo que tenemos, "sic transit gloria mundi".

    ResponderEliminar
  6. Justamente es esa proximidad de fémina joven (o no tanto), esa confianza atenta que nos ofrece con cierta complicidad, (que parece invitarnos a evidenciar la atracción que sentimos), lo que yo calificaba de perturbación en la fuerza.
    En una ocasión casi me vuelve loco sentirme "deseado" por una chica joven todavía, una compañera del colegio, cuando yo estaba muy cerca de la jubilación. Me costó serenarme y convencerme de que "no podía" aceptar una aventura delirante con un final probablemente desastroso.
    En la siguiente ocasión, hace muy poco tiempo, no dejé espacio a mi imaginación. Simplemente, como haces tú, me sentí halagado y triste a la vez.
    La lascibia mengua, pero no desaparece. Las mujeres asumen más fácilmente, creo, la perdida del vigor sexual.
    Como ves, Fili, aquí todos "semos" "dotores" y no tienen que animarnos a dar diagnósticos y remedios.
    La lozanía femenina nos alegra la vista o moros y cristianos, ¿o no?

    ResponderEliminar
  7. Pues sí, es verdad. A nadie le amarga un dulce, en este caso una especie de piropo desde la contraparte.

    ResponderEliminar