lunes, 4 de noviembre de 2019

Los hombres, y nuestra neurona pensante

Si muchos de vosotros en ocasiones me echáis en cara mi insolente imprudencia en lo tocante a la picardía, tendríais que conocer a mi amigo Joaquín Franquelo para disfrutar de su improvisado ingenio en estos temas calenturientos. Esta misma tarde, apenas hará un par de horas.

Lo he acompañado hasta Puente Genil porque tenía que hacerse una ecografía de abdomen, que en Antequera la lista de espera de Muface es más larga, y le han propuesto una clínica radiológica en el pueblo de la carne membrillo. Allá que vamos. Me ha privado de mi sagrada siesta pero ha valido la pena por la compaña que le he proporcionado y por la seguridad que da ir a estos sitios con un médico. Sigue siendo un buen conductor, pero me inquieta su tendencia recalcitrante a irse para el centro de la carretera, incluso pisando la raya divisoria. Se lo corrijo: "Joaquín, coño, que te vas"... " Ya lo sé, José María, es sin querer, es que me puede la izquierda, siempre pa la izquierda". "Déjate de política y céntrate, joío Dios". Y nos reímos.

Entregado en la entrada de la clínica el papeleo de la solicitud, pasamos pronto a la consulta. No nos recibe el radiólogo, sino una auxiliar de enfermería la mar de tiposa y guapetona. Supongo que él también lo haría, pero ahora hablo por mí: enseguida el ojo clínico tasador que repasa, por este orden, cara, teticas y culo. Con cierto disimulo, que mi Peque me tiene sentenciado que se me nota demasiado. Y estamos a la espera de instrucciones. Y la señorita, todo amabilidad:

-Joaquín, ¿es usted Joaquín, verdad?
-Sí, señorita.
-Pues, mire: quítese usted la camisa y la cuelga aquí, se desabrocha el pantalón y la portañuela, y se tumba boca arriba en la cama, que ya mismo está aquí el doctor y empezamos el trabajito.
-Señorita -se pone Joaquín aparentando seriedad-, que sepa usted que lo que acaba de proponerme hace muchísimo tiempo que no me lo ha dicho ninguna mujer. ¡No vea usted el subidón para una persona de mi edad!...
La chica, entonces, titubea y balbucea algo, sin entender muy bien el sentido de las palabras de mi amigo. Hasta que al fin cae en la cuenta y se ríe de buena gana.
-¡Hay que ver, qué hombre, qué cosas tiene! Es lo que le digo a todo el mundo...
Claro, esta chica es aun demasiado joven para comprender que muchos hombres de nuestro siglo encarados ante una mujer jaquetona concentramos toda nuestra atención en una sola neurona: la del deseo bobalicón.

Una vez en la calle se me pone en plan constrictivo. "¿José María, tú crees que me he sobrepasado? Es que me sale así el impulso, y luego me arrepiento. Menos mal que la chica se lo ha tomado bien, ¡verdad?" "Pues claro, hombre que no se ha molestado. Date cuenta de lo aburrida que sería la vida sin momentos como ese. Has estado genial y ocurrente, como tú eres".

Hay gente capaz de decir grandes barbaridades con la habilidad y el ingenio necesarios para no molestar. Y mi amigo Joaquín es de esa clase. Y yo, también.

Quedad con Dios.  

2 comentarios:

  1. Lo de portañuela me lleva a tiempos pretéritos, era una palabra muy común en Villanueva entre los mayores, como ogaño (este año) y compañon, como sinónimo de testículo, bien mirado eso de portañuela suena mejor que bragueta. Gracias por vuestra fértil jocundia y un abrazo para ti y para Joaquín.

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  2. Así es, Paco. Me gusta recuperar algo de nuestra prosodia de niños, tan rica y divertida.

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