jueves, 5 de mayo de 2022

Pasión madridista

Desde hace muchos años no veo los partidos del Madrid. No me gustaría experimentar una muerte súbita. Prefiero morir con tiempo, despidiéndome del mundo y de mi gente, al son de alguna melodía de Simon y Garfunkel. De acuerdo, es una tontería, una sinrazón, lo que queráis, pero no lo he superado. Sufro demasiado. Sobre todo en los partidos digamos que importantes. Por entonces, la Peque y yo nos metíamos en cualquier cine a ver alguna película para así poder aislarme del mundo durante ese tiempo tan incierto. A la salida, entraba en algún  bar y me enteraba del resultado. Si habíamos ganado vería luego el partido en diferido; de lo contrario, nada. Luego, ya ni eso. De un tiempo a esta parte, solamente veo los resúmenes de los partidos que ganamos. Imaginaos mis nervios en un partido como el de anoche. Imposible para mí. Ya no me voy al cine. Me aíslo en mi casa, silencio el móvil para que nadie me llame ni oiga los pitidos de los wassapts que envían mis hermanos, y veo alguna película que me distraiga y me evada del momento.

Finales de mayo de 1968. Seminario de Santa María de los Ángeles. 4º de Bachillerato. Tengo 15 años.

Son las diez de la noche, y estamos todos los seminaristas acostados a una hora prematura para lo que estaba previsto. Y no consigo dormirme de la emoción de los momentos recientes. Me acuerdo de mi padre, de Luís el hortelano, de José Villalba, de Frasquito el del Torreón, todos ellos en esta misma hora viendo la segunda parte del partido entre el Real Madrid y el Manchester United en el telefunken de La Capilla. Nosotros lo hemos dejado hace un rato, y vamos ganado por 3-1. Clasificados en estos momentos para la gran final. ¡Un momento, escuchad, oigo pasos! "Éstos dos vienen a por mí" -pienso rápido. La puerta de mi cuarto se abre un resquicio desde fuera.

-Chiss, ¿estás despierto? -me susurra una sombra.

-Sííííí... -Contesto a media voz.

-¡Vente con nosotros!!!

-Estáis locos! Yo no voy.

Será por la heredada cobardía de mi madre o tal vez por mantener mi reputación de estudiante ejemplar, el caso es que ha habido en  mi vida de joven cantidad de ocasiones en que me he perdido experiencias de gran emotividad por mor de mi excesiva prudencia.

-¡Cobardica, eso es lo que eres!

Son mis amigos José Pablo y Joaquinillo, junto conmigo, los madridistas más aferrados de todo el seminario. Por su culpa, los curas nos han mandado a la cama a mediados del segundo tiempo, dejándonos con la miel en los labios. 3-1, pero faltaba aún media hora para el final del partido. Esa noche los seminaristas mayores, los del cuarto curso, habíamos logrado que don Gaspar, el Rector, nos permitiera ver el partido en la tele de nuestra sala de juegos. Durante todo el rato, mientras los demás disfrutábamos del juego del Madrid, con goles de Gento, Pirri y Amancio, algunos graciosillos, alentados por Rafa Marín, cordobés y cordobesista tocapelotas, se dedicaban a menospreciar y mofarse de nuestros jugadores. Que si Gento era un abuelo, Zoco, un tuercebotas, que si Pirri era un cornudo, Velázquez, un mariquita...La cosa llegó a tal punto de provocación que en un momento determinado Joaquinillo se levantó todo enfurecido y agarró una silla levantándola sobre la cabeza de Rafa con claras intenciones alevosas. Gracias a Dios, se contuvo, pero alguien, asustado, avisó corriendo a los curas. Enseguida se personó en la sala don José Delgado con su pito (entiéndase silbato) en la boca. Y de un chirriante y prolongado pitido nos mandó a todos a dormir. Se acabó la fiesta.

-Cuando la cosa se calme y estén todos durmiendo nos levantamos a escondidas y nos venimos los tres solos a la tele -iba mascullando Joaquinillo camino de los dormitorios-. ¿Vale?

Yo, como ya hemos visto, me achanté, pero ellos dos sí que se fueron. Y resultó que don José se había  asegurado de cerrar la puerta de la sala con llave por si acaso alguien se pasaba de espabilado. Decididos como estaban a no perderse el final del partido, mis temerarios amigos se apostaron sigilosos detrás de la puerta de la sala de profesores, donde los curas más futboleros veían el encuentro. Me contaron al día siguiente que habían entreabierto una rendija de la puerta y de esa incómoda manera, de rodillas, pudieron fisgonear hasta el final del partido. Un chasco, porque el Manchester United de Boby Charlton y George Best empató a 3 y se clasificó para la gran final.

En aquella ocasión, no se completó la remontada. Pero desde entonces se cuentan por decenas las veces en que el Madrid ha sacado victorias imposibles en el Santiago Bernabéu en partidos de la alta competición europea. Nadie sabe cómo es tal cosa, ni qué suerte de brebaje asterixiano tomarán los jugadores, pero hay algo de magia, de esoterismo, de misterio telúrico en ese tipo de partidos. Unos creen en el peso de la historia, otros, en el soplo transformador de las viejas glorias que, como fantasmas, empujan las espaldas de los jugadores hacia la portería rival; otros, en fin, lo achacan a la conjunción al unísono de toda la energía positiva de tantos aficionados en el mundo que se concentra en ese estadio a una hora determinada. Sea lo que fuere, yo me limito a cantar aquello ya tan clásico de ""¿Cómo no te voy a querer"...

¡HALA MADRID!!! 


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