A nuestros años la Peque y un servidor estamos viviendo de alquiler. Ya sabéis, hemos comprado un pisito en Triana que va a necesitar dos meses de reformas. Hemos calculado que hasta la Navidad no nos mudaremos. Vivimos, como digo, en un pequeño apartamento a las afueras de Bormujos. En la gloria, oye. Hace falta -tiene cojones la cosa- que pasen 62 años y que vivas desposeido de bienes superfluos para darse uno cuenta de lo poquito que se necesita para vivir digna y sencillamente. No recuerdo haber vivido de adulto una vida tan "libre" como la de estos días pobres -que no pobres días-. Apenas una buena cama, un baño aseado, un sofá, una miniatura de cocina, un angosto armario donde ha de caber todo... bueno, y mi televisión, claro está, ¿quién puede vivir hoy sin televisión? Tan a gusto me hallo que no he dudado en confesarle a mi mujer -quizás con la boca chica- que no me importaría vivir así para los restos.
Pero... -qué imperfecta la vida- me he quedado sin línea telefónica y sin Internet. De ahí el descuido al que os tengo sometidos. Puedo leer mi correo medio a hurtadillas en minutos sueltos del hospital. Y poco más.
Hoy, de fin de semana en la casa de nuestra hija, mientras las mujeres gastan en Ikea y yo me quedo cuidando de las perritas, os escribo precipitadamente estas líneas para daros cuenta de mis últimas cuitas. No tengo mucho tiempo, los animalitos han de salir a sus necesidades y luego "a las once y media tienen cita en la peluquería, no se te vaya a olvidar con la cosa de la escribanía" -me han sentenciado.
Mientras, la vida pasa y también la consulta. Se me están acumulando casos y cosas. Ya os los contaré cuando escampe.
Un abrazo a todos.