domingo, 12 de mayo de 2013

Reunión de pastores (y pastoras).

Tomás y Beni son unos magníficos anfitriones. Y se les ve disfrutar ejerciendo de tales. Hay que servir para eso también. Valoro mucho esa cualidad porque yo no la poseo. Mi casa siempre está dispuesta para los amigos, pero es la Peque quien organiza y mangonea. Me agobian las bullas. Soy así de "delicao".
Mal contados, seremos cuarentaiseis criaturas tapeando a salto de mesa bajo la hilera de olmos del patio de la entrada. Sería una explanada amplia y espléndida, aliviada del rigor del mediodía por los árboles que la circundan, si no fuera porque hoy todos sus flancos se encuentran atestados de coches que se afanan por encontrar sombras sin dueño. Aprieta el sol en la Granjuela.

Es la reunión de los curillas. Todas las primaveras, por abril o por mayo. Ha tocado mayo, mala cosa porque las comuniones nos hacen la competencia, algunos de nuestros incondicionales no han podido acudir a la cita. Hemos extrañado a Pepe Montes, a Joaquinillo, a Salva, Rafael Amaya, Ruiz Nieto, al Bermúdez, al Bronco...El año que viene será en abril. Y nos lloverá, verás tú.

Traemos ya quemados los pescuezos, las pecheras y las calvas de haber paseado a la intemperie por los restos derruídos de las antiguas minas de carbón y de plomo en Pueblonuevo. Procuramos darle a nuestro encuentro anual cierto componente cultural, no sólo van a ser abrazos, historias y comilona. Este año, Tomás ha contratado un guía local que nos ha sabido introducir con maestría en el arduo y duro trabajo minero del siglo dieciocho. Hemos conocido, por él, la historia del perro llamado Terrible, héroe popular, quien, al parecer, fue el primero que destapó el filón del carbón con sus patas. No entiendo tanto mérito cuando allí, en saliendo al campo, vas pisando carbón por doquier. Hemos admirado ruínas que parecen medievales, arcos y bóvedas, conducciones subterráneas, antiguos salones y talleres hoy patios montaraces comidos por los sicomoros, una ciudad industrial muerta y sepultada en sus propios escombros. Los únicos vestigios que mantienen el tipo son las numerosas chimeneas de vertical infinito que, orgullosas, nos recuerdan lo que fue semejante emporio. Luego, un maestro, cronista oficial de la villa de la Granjuela, nos ha deleitado con la visita a un museo de poesía visual, algo muy novedoso para todos nosotros. Se trata de una exposición de cuadros pequeños con un título y una imagen (foto, grabado o dibujo) que evocan algo poético, arte conceptual, y que el espectador debe de descubrir. Una mañana, sí, muy provechosa.

Ahora viene lo duro. Hay que engullir las delicadezas culinarias que cada pareja aporta al condumio. Y que beberse el barril de cerveza a grifo, obsequio de los anfitriones, y la alcuza de vino de Miguel Estepa con su ya tan característico escancie. Y rematar con migas y con pasteles. Y en ello estamos. Pa morirse al sol.

Sesentones todos, es normal el recurso a la nostalgia, a la evocación de nuestro querido seminario, a la degustación, año tras otro, de las mismas o parecidas anécdotas, algunas ya rancias de tan recontadas. José Luís Roldán se ha destapado recitándonos en correcto latín una de las primeras fábulas que tradujimos con don Eduardo: certus rusticus nomine Nassica stultisimus erat. Habebat equum...Un hombre burdo de campo a quien todo el mundo engañaba. Tenía un caballo hermoso y lo cambió por una vaca, luego la vaca por oveja, la oveja por un perro sarnoso que se murió a los tres días del cambio. Tonto que era el hombre. Y de esa hebra, José Luís montó la cuerda de lo paletos que éramos algunos en el seminario, los de pueblo chico, claro. En su teoría sólo había dos pueblos importantes en aquella época: Córdoba y Cabra, su pueblo. ¡Qué cachondo, el tío! Cosas del escanciar abusivo. Sin embargo, me defendí rápido, Tomás y Agustín (si me meto a mí mismo estropeo el alegato) eran dos catetos de pueblo, uno de la Granjuela, el otro de Añora, pero ninguno de los dos tenía un pelo de tonto. Y luego Paco Molina sacó fotos antiguas que recorrieron el corro a ver quién identificaba a quién, mira, éste, el "cuatro mitras"; éste, "el Cantarero"; oye, fíjaros en el Paco Sánchez, lo endeble que estaba..., y en una de ellas reconocimos a algunos padres y madres en el patio central aquel día de mayo, fiesta de María, en que el obispo nos visitó para regalarnos un televisor, y vimos cómo Hilario Orta, Rafael Salido y Rafa el "Cuartillas" aupaban alborozados el vellocino de oro de la época. Con el propio obispo jaleando al lado.

Y nos lo pasamos divinamente. Y nuestras santas, también. Ya están acostumbradas a nuestras filias y, de tantos años de conocerse, son tan amigas entre ellas como lo somos nosotros mismos. El año que viene ¿dónde, Antonio? En Hornachuelos, por unanimidad. Serán nuestras bodas de oro de entrada en el seminario. Hecho, en los Ángeles. Y que no llueva, por Dios. Ni haga este solazo.

En la salida de la Granjuela hacia Fuenteobejuna por la carretera antigua está "Huerta Felisa", un lugar con encanto. No es un hotel ni es una casa rural. Es nuestra casa. Muchas gracias Beni y Tomás.

2 comentarios:

  1. Cuando leo estos comentarios me entra un no sé qué...¡Con lo que me gusta a mí esto! Qué ganitas tengo ya de jubilarme para intentar no perderme una. Ahora, que el año que que viene, si Dios quiere, pienso estar con vosotros. Ya sé que llevo desventaja, pero con vuestra ayuda me pondré al día. Me alegro, como siempre, de que un año más haya sido fructífera la convivencia. Un abrazo para todos.

    Antonio Estepa

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  2. Querido Antonio: aunque quisiéramos, que no es el caso, no podríamos olvidarte, tío: sales en todas las fotos y con tu corpachón de antes ocupas la mitad de cada una de ellas.

    Un abrazo.

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