lunes, 10 de marzo de 2014

Se nos va la Chorro

Conforme pasan lentas las horas soleadas de este sábado cordobés en el Hospital Provincial, más apagados los latidos del viejo y ajado corazón de mi madrina agonizante, más pausadas y trabajosas sus respiraciones, más certera la visita inexorable de la dama de negro.
 
Es el tránsito misterioso, el milagro de la vida y de la muerte, el devenir sin fin de las almas.
 
 
 
La Chorro se nos va, la amiga íntima de mi madre, tan iguales y tan distintas, tan iguales en bondad, tan distintas en genio; la una, niña de María; la otra, un diablo. Se nos va mi madrina, la madrina de toda la gente nueva de entonces, la que nos compraba a mis hermanos y a mí los Reyes porque mis padres no podían con tanto, la que tantas veces ha satisfecho  mi estómago con aquellas sartenadas de boquerones fritos y filetillos de lomo en la cocinilla del bar, la que fuera buena, buenísima, Celestina para tantas parejitas del pueblo, la que, pudiendo haberlo sido, nunca se hizo rica por culpa de sus benditas manos rotas y desprendidas. Esas mismas benditas manos que hoy yacen inermes, frías y azuladas en su cama del hospital y que ni los más tiernos besos de tantos sobrinos allí presentes lograrán calentar...

Se nos va la Chorro, la mejor tabernera del pueblo -con permiso de Socorro y de Barbarita-, y no sólo por sus tapas, sino sobre todo por su persona, su genio, su optimismo vital, sus ganas y energía... su generosidad. Sin hijos, fue dotada por Dios con un segundo premio de un montón de sobrinos y de sobrino-nietos, da lo mismo carnales que políticos, en los que el matrimonio ha derrochado por igual cariño, roce y dineros, hablando en plata. Porque de todas las bondades que podamos relatar de la Chorro, la generosidad es, sin duda, la primera. Mi madrina ha sido una mujer buena. Ni siquiera en el sentido machadiano y contemplativo de la palabra, no. Ha sido buena de cristiana práctica, buena de aquel dicho de Jesucristo de que "por sus hechos les conoceréis". Los hechos de esta mujer que hoy se nos va son conocidos de todos los palencianeros, a tantos de los cuales ha sacado de apuros.
Para muchos de vosotros, amigos lectores, la Chorro no es nadie. Pero yo os digo, creedme, es mucho, ha sido mucho y lo seguirá siendo en el corazón de sus familiares y de sus paisanos. Hoy será día de luto no sólo en Palenciana, sino en cualquier rincón de España donde resida un paisano, desde el barrio de Buenavista, en Tarragona hasta Tres Cantos y Aluche en Madrid; desde Granollers hasta Benalmádena pasando por Málaga y por Sevilla. Y, desde luego, en Córdoba, donde últimamente residía al amparo mimoso y exquisito de sus sobrinos más cercanos. 
 
-Madrina, ¿nos conoces? -le pregunto al oído mientas ella, medio inconsciente por la morfina, y en custodia perenne por la guardia pretoriana de sus sobrinos los "Micaelitos", apenas puede entreabrir sus ojillos-. Estamos aquí los "Chatillos" y nosotros, "los Potos", ¿nos conoces?
-Uhmmm -susurra apenas afirmando con la cabeza. Pobrecita...
Y, pudiéndome, como de costumbre, la imprudencia, le sigo preguntando:
-¿Quieres irte con tu cabezón? (ella llama cabezón a su marido, mi padrino, fallecido ya once años atrás). Y, ante el asombro de los presentes, me contesta con una  mueca que parece una sonrisa de asentimiento.


Acaba de llamarme Pepe el de Micaelita. La Chorro ha muerto ahora, a las ocho de la mañana de hoy domingo. Decía mi madre que a quien muere en domingo las Santas Ánimas lo libran del Purgatorio. Es lo menos que se merece esta bendita mujer.

La Chorro se nos va. Se nos ha ido ya. Y yo busco consuelo imaginándome a su alma magnánima y alegre saltando de su cuerpo marchito y volando -para un espíritu eso es nada- hasta quién sabe dónde para soplar hálito de vida al corazón escogido de cualquier criaturita recién engendrada. Será una bobada, pero la muerte, esta muerte concreta, ha de tener algún sentido. Y el sentido no es otro que la resurrección a una nueva vida joven y triunfante. Sin necesidad de esperar al juicio del Último Día.

Querida madrina de todos: descansa en paz. Te lo has ganado.

5 comentarios:

  1. No sabes cuánto me apena esta noticia, José Mª. Era realmente una persona adorable, algo así como un icono y, a la vez, un ejemplo de bonhomía para todos los palencianeros que la conocimos durante la segunda mitad del pasado siglo.

    Al menos, queda el consuelo de una larguísima vida en la que la salud y el sentido común le han acompañado hasta el último suspiro.

    Un fuerte abrazo,

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    1. Querido Cele: ha muerto la Chorro con 90 años largos y bien repletos de buenas obras. Ya quisiéramos nosotros.

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  2. Querido José María siento el fallecimiento de tu madrina, pues aunque se trate de un proceso natural dada su avanzada edad, no por ello resulta menos doloroso cuando se trata de una persona buena que ha derrochado generosidad y cariño en su entorno, tal como tu no te cansas de repetir. Pienso ha dejado buenas semillas que la harán seguir viva en vuestro recuerdo y actos. Un abrazo

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  3. Buena mujer. Descanse en paz. (qué tiempos aquellos, cuando por un vaso de casera veíamos la tele las tardes de sábados y domingos. Y, luego, aquéllas tapas tan buenas en unos platillos blancos alargados).
    Una abrazo para todos los sobrinos.

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  4. ¡Qué viejos estamos ya, eh Frasquito! Veíamos Guillermo Tell y Rin Tin Tin. Y Bonanza. Y más tarde Locomotoro. Vosotros teníais que consumir un vaso de casera, es verdad. Pero el Chatillo y yo, los encargados de cobrar, nos distraíamos tanto con la tele que se nos iba el santo al cielo. De esa santa casa nos hemos aprovechado todos.

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