jueves, 17 de septiembre de 2015

¿Machismo?

No sé cómo catalogar lo acaecido esta tarde. Lo he etiquetado de machismo pero igual no lo es; a lo mejor es otra cosa, no sé... presencia de ánimo, suficiencia, capacidad de convicción, inspiración de confianza... Juzgad vosotros mismos.
 
-Buenas tardes.
El despacho, hueco de personal y repleto de mesas de trabajo con sus ordenadores y sillas correspondientes, me parece este año más espacioso que en otras ocasiones. Según se entra, a la izquierda, una mujer administrativa hace como que ordena papeles. Justo antes de entrar yo salían de él un hombre joven y dos críos pequeños, seguramente esposo e hijos de esta trabajadora esforzada, que se han llegado a darle ánimo en esta hora tan a despropósito. Como cuando yo tengo que ir de tarde al Tomillar. Más o menos.
-Buenas tardes -me contesta con una sonrisa amable.
 
Me gusta adentrarme en el edificio de la Universidad de Sevilla. Me parece que en el patio central, donde brota la fuente, voy a toparme con Aristóteles y Platón conversando al modo en que se representa en el cuadro de Leonardo. Sus angostos y oscuros pasillos con sus muros salpicados de cuadros de santos y de celebridades cultas me evocan tiempos clásicos del saber y me hacen sentir heredero y depositario de una cultura vasta y milenaria. Yo, que tuve que estudiar mis primeros años de Medicina de prestado en sótanos desahuciados del pabellón de Ingenieros y del hospital provincial de Córdoba, valoro en mucho la grandeza, el señorío y la prestancia de este edificio sevillano tan emblemático. Me conozco bien el camino hasta el despacho de ir cada año a firmar mi contrato con la Facultad de Medicina.
 
-Nada, que venía a firmar la prórroga de mi contrato.
-Nombre y Departamento -me inquiere la mujer.
-José María Rivera Cívico. Departamento de Medicina -contesto. 
Coge una carpeta y rebusca en ella hasta dar con mi expediente. Hago el gesto de sacar mi carnet de identidad pero no hace falta. Me entrega el contrato para que lo firme. Firmo sin leerlo y ya está, me dispongo a irme.
-Qué apellidos más bonitos -me dice a modo de despedida-, sobre todo Cívico.
-¡Vaya! -le respondo cortés-. Rivera también me gusta.
-Ea, pues nada, hasta luego.
 
Ahora vamos a reproducir la misma escena pero esta mañana. Sólo que en lugar mío fue la Peque a firmar por mí. Más o menos fue así:
 
-Buenos días.
-Buenos días.
-Mire señorita que venía a firmar un contrato.
-Muy bien. Nombre y Departamento.
-José María Rivera Cívico. Departamento de Medicina.
-Pero usted no es José María, lógicamente -se pone la mujer.
-Lógicamente -contesta guasona la Peque-. No, es que mi marido no puede venir por las mañanas por motivos del trabajo, ya sabe, en el hospital... Y vengo yo. Traigo aquí su carnet de identidad y una autorización escrita y firmada por él.
-Lo siento, pero no puede ser. Tiene que venir él en persona. O si no, tiene usted que traer un poder notarial.
-¿Tó eso? -se pone la Peque.
-Vaya. Pero además que los lunes y los jueves se abre este despacho de 3 a 5 y media. Puede venir él mismo por la tarde.
 
Y esta misma tarde, jueves, me he presentado allí.
Ya habéis visto. Visto y no visto. Veni, vidi, vinci. Ni carnet de identidad siquiera.
 
¡Machismo encubierto? ¿Poderío que tiene uno? Vosotros mismos. 

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