viernes, 10 de febrero de 2017

Vuelva usted mañana... O pasado

Parece mentira que en nuestros tiempos no haya perdido vigencia aquella imperecedera queja de Mariano José de Larra, la del vuelva usted mañana. Como veréis a continuación, aún hoy tenemos instituciones que siguen viviendo en el siglo XIX.

Visto lo visto, me pensaré muy mucho si volver a solicitar un permiso de obras con ocasión de alguna reparación doméstica. Por lo menos en Sevilla la cosa es lo más parecido a una gincana. Y conste que es para recaudar. 

Un ejemplo en positivo: te llega una multa de tráfico por correo certificado. Vale. En cinco minutos recorres todas las fases del duelo: primero, la negación; no te lo crees, esto ha sido mi mujer, seguro, "Peque, te acuerdas que te lo advertí, no corras tanto que por aquí multan". Luego, la aceptación; compruebas que no, que no ha sido la Peque, que lo pone clarito, que fuiste tú en el kilómetro 105 sentido Priego con limitación a 60 y tú ibas a 68. "Ya está, cuando fuimos a ver a tu madre ingresada en el hospital". Y por fin, la resignación; "Bueno Peque, no pasa nada, si pagamos pronto nos reducen la multa a la mitad". Coges el teléfono, marcas un número que te indican en el documento, te atiende una voz femenina muy delicada -mira tú, en tráfico-, pagas tu multa... Y a otra cosa. Es un trago amargo, de acuerdo, pero lo pasas en un momento.

El ejemplo en negativo os lo cuento ahora. Como soy presidente de mi comunidad de vecinos, he recibido el encargo de hacer reparar unos desperfectos en los balcones del edificio y, de paso, pintar la fachada que ya ofrece a la vista algunos signos de edad en forma de desconchones y abofados. Ya tengo apalabrado al albañil que me aconseja sacar un permiso de obra puesto que la ejecución de la misma va a ser en plena calle y a la luz del día, todavía si fuera por endentro... Empiezo a dar los pasos pertinentes. Desde el Distrito de Triana me informan que eso allí no es, que debo ir a la oficina de Urbanismo. "¿Y por dónde cae eso?" "En la Cartuja" -me dicen. Llego a mi casa y abro el ordenador. Quizás podría haberlo visto desde el móvil pero me pasa, quizás por la edad, que me gusta ver las cosas en pantalla grande. Según el Google Maps, desde mi ubicación a esa dichosa oficina hay tres kilómetros. Bueno, no pasa ná, tres pallá y otros tres pacá son los seis que debo caminar a diario. Me echo los pies al hombro y vámonos que nos vamos. En Urbanismo -esto sí que es moderno y de mi agrado- saco mi número y me siento frente a la pantalla que regula el tráfico de personas para los distintos puestos. Suena mi número y me atiende una señorita muy amable. Yo hago como que me entero aunque en realidad estoy más pendiente de sus gestos y posturas que de sus palabras. ¡Madre mía, la de papeleo para una simple pintura de fachada! Fotocopias del carnet, del acta de la comunidad, del plano de la calle, de la anchura del acerado, un impreso con tropecientos items, el presupuesto del albañil... Qué sé yo... "¿Se ha enterado usted bien?" "Perfectamente" -miento con total impunidad. "Pues cuando lo tenga usted todo vuelve a venir para pagar las tasas correspondientes".

Una semana y catorce documentos después me vuelvo a presentar. Entrego los papeles y pago la tasa. Ea, a tomar por culo -pienso, inocente de mí. "Ahora -me dice la señorita- tiene usted que ir a la oficina de recaudación del ayuntamiento para pagar el permiso. Tiene un mes de plazo". "¿Pero no acabo de pagar aquí?" "Esto son las tasas, lo otro es el permiso de obras". "Ya" -dice uno por decir algo.

A los pocos días me llego a dicha oficina -anteayer mismo-. Otro par de kilómetros. El mismo procedimiento de número y pantalla. Otra señorita lo mismo de amable. Le entrego el papel de las tasas pagadas, teclea algo en su ordenador y sale lo que debo: 132 euros. Ea, muy bien, hago el ademán de sacar los billetes que llevo preparados pero ella se me adelanta: "No, aquí no, hombre. Con este documento que le entrego va usted a cualquier banco y lo paga allí. Tiene un mes de plazo".

Y aquí me tenéis con la obra y la pintura terminadas y el permiso de obras aún por pagar.

¿Tiene güevos la cosa o no los tiene?

Vamos a ver: yo no llamo a la desobediencia civil, claro que no. Soy un convencido de la necesidad de que todos seamos buenos ciudadanos y contribuyamos con la Hacienda Pública, y huyamos de la economía sumergida. Pero hombre... Que nos lo pongan facilito, por Dios bendito. Cinco visitas a cuatro sitios distintos separados por kilómetros ¿Cómo una persona que no sea un jubilado hubiera podido realizar tales empresas y travesías? ¿Por qué no acercan las oficinas unas a otras? O mejor ¿Por qué no se centraliza todo en una? Sinceramente, es algo difícil de comprender y de asumir en nuestro siglo.

Pero bueno, dice Susana que Andalucía es imparable. Se conoce que ella no paga permisos de obras.

3 comentarios:

  1. Querido Fili:
    En el apartado de las las multas de trafico, soy un veterano.
    Hace cuarenta años funde una pequeña empresa de logistica y transporte.
    En el desempeño de esta actividad a lo largo y ancho de la geografia española y parte de la Comunidad Europea,yo solo,tendre' un rrecorrido de unos tres millones de kilometros,aproximadamente.
    La cantidad de multas pagadas por mi empresa, es considerable.
    Entre mis colegas,tenemos un dicho. Eres mas feo que una multa.
    Tu radiografia de la multa en forma de duelo,muy original.
    La ultima fase,la de la resignacion,es la que peor llevo
    Hasta pronto.
    Un abrazo.

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  2. Jajaja, qué bueno. Yo llevo bien el tema. Mi resignación se basa en que yo cometo diez o doce infracciones cada vez que cojo el coche. Y sin embargo recibo una multa al año. Mi saldo es muy favorable.

    Un abrazo

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  3. Cada vez te pareces más al Mariano José de Marras.
    Lo mío con las multas de aparcamiento del coche era exagerado. Ahora que no sufro esa lacra casi no me lo creo.
    Anteriormente, siendo motero de BMW 500, circulaba como un auténtico sin ley. Y me ponían las multas más tontas que se puedan imaginar, (nunca por exceso de velocidad, que era lo mío). En una ocasión fui a pagar una multa de aparcamiento a Elche, por puro deporte ya que jamás de los jamases me la hubieran reclamado y a la vuelta me dio por dejarle mi casco a mi pareja. Uno de los polis que nos pararon, ademas de multarme, se puso en paralelo conmigo dándome charreta. En otra ocasión al llegar a un semáforo me ubiqué a la derecha de un camión que esperaba parado a que cambiara al verde. ¡Qué hice! Me salió un civil motorizado con toda la mala leche del mundo y me multó por "adelantar por la derecha". No me atreví a responder porque pensé que era capaz de darme una hostia y partirme el casco.
    Respecto a la burocracia asesina ya intentó explicarla Kafka, pero sigue siendo igualmente incomprensible para la mente humana. Debe ser un invento alienígena.
    Tendrás que perdonarme que aproveche tus artículos para meter baza. Es que ni tengo nietos, ni tengo hijos, ni tengo perro...
    Un abrazo.
    Pedro

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