viernes, 2 de septiembre de 2022

Lorenzo, el de los juncos

Incauto de mí, luego de un arzobispal desayuno, me adentré en solitario en la espesura del bosque vascuence en busca de un sendero que -me aseguraron mis amigos- haría cumbre en una cima de vistas increíbles hacia el mar y donde habitan familias de caballos libres. Y fue un verdadero espectáculo. Un disfrute de una naturaleza semisalvaje con "La Concha" en lontananza.

Lo malo vino después. En la bajada, me sorprendió un apretón de los míos. No un apretón cualquiera. De los míos. De los que no aguardan la ocasión. Me orillé a un lado del camino y pisoteando la greñura me fabriqué un lecho herboso donde poder estercolar sin el cosquilleo fastidioso de las ortigas en el salva sea la parte. 

Concluido el canutazo con éxito y luego de la natural higiene con productos del terreno, se me vino al pensamiento una aventura singular de mi amigo Lorenzo. Lorenzo sin más señas para preservar su honorabilidad. 

En una ocasión similar y en circunstancias parecidas, Lorenzo se acomodó para aliviar el apretón inoportuno en un gran matorral de juncos, mal aplastados por mor de la premura. Finiquitada la faena, al levantarse y adelantar unos pasos, los juncos ofendidos y cargados de fecal substancia se levantaron contra él y le salpicaron toda la espalda. 

Moraleja: si malo es escupir al cielo peor es maltratar un juncal.       

8 comentarios:

  1. Para esa complicada situación higiénica, siempre he tratado de huir de ponerme en cuclillas y en el suelo. Se es muy vulnerable. No hay mejor lugar para la ocasión que la cruceta un olivo. Además la caída libre de lo expulsado tiene un sonido tan íntimo y apagado que da gusto

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    1. Para mis maltrechas caderas es ardua tarea izarme al olivo. Ni tampoco en cuclillas en el suelo. Me agacho lo más que puedo. Y espero el espetonazo.

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  2. El humor escatologico casi siempre tiene como escenario un monte con zarzas, aunque en Euskal Herria ( para ti las vascongadas) no hay mucha tradición de ese estilo.

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  3. Esta vez salvates la gorra.

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  4. Dios te libre de campos de alcauciles, de espinos, de chumberas, de cactus y de otras malas yerbas a la defensiva. Me parto de risa.
    Pepe Ramírez

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    1. Pepe, en las Vascongadas no hay malas yerbas. Hasta las ortigas se las comen en tortilla.

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