jueves, 20 de julio de 2023

Las golondrinas

En mi pueblo, las golondrinas siguen surcando los cielos de la plaza y de las calles en las cálidas tardes del estío. Da gusto verlas y escuchar su griterío en sus correrías celestes y sus regates ingrávidos. Aviones, les decíamos cuando chicos. Ahora que la Peque y un servidor nos hemos mudado -parece que de manera definitiva- al pueblo, he apreciado y disfrutado de este fenómeno natural que tenía olvidado. Ni en Sevilla ni en Antequera -lugares donde he vivido en los últimos 37 años- tengo conciencia de haber festejado este espectáculo gratuito y sencillo. Se conoce que las golondrinas son pájaros "de pueblo", que les gusta la cercanía y la calidez de la gente, y huyen del bullicio.

Y, como nos suele pasar a la gente de una edad, estas cosas corrientes que creíamos desaparecidas, nos devuelven a nuestra infancia, cuando ellas, las golondrinas, no sólo inundaban nuestras tardes de un piar melódico y agradable, sino que anidaban en nuestros umbrales, portales y voladizos. Vivían con nosotros.  ¡Qué curioso, verdad? ¿Por qué será que nos resultan tan entrañables los recuerdos de la infancia? Infancia que, en lo que nos afecta a la gente de pueblo, por lo general, pudo ser humilde y austera, cuando no pobre, en muchos casos. Ya lo tengo: porque tuvimos cariño. Y la impronta del cariño en nuestra memoria es mucho más poderosa que la necesidad. De manera que salimos a la calle y, en pueblo tan remozado como el mío, nos cuesta reconocer en ella el antiguo pavimento de tierra o de piedras y las fachadas de paredes y casas antiguas con sus "esconchones" rupestres, sus puertas de madera cuarteada, sus cerraduras, llaves, trancas y cerrojos y sus ventanucos ridículos. Y, sin embargo, hay dos cosas que permanecen indelebles: la torre de la iglesia, chata por inacabada, de un barroco austero... Y las golondrinas juguetonas y efímeras del verano.

Hoy he recibido una carta de una de estas golondrinas. Por internet. En mi correo electrónico. También ellas, tan próximas a nosotros, se han modernizado. Me nombra por mi nombre y me pide ayuda. Es posible -no podría asegurarlo al 100%- que se trate de aquella madre golondrina que por mayo se posó con su compañero en un saliente del tejado de mi patio con la clara intención de buscarse un sitio adecuado para fabricar su hogar y el de su prole. Recuerdo que salí varias veces al patio antes de acostarme y allí seguían los dos pájaros, pegados el uno al otro y dándose el pico. Les puse un recipiente con agua y me fui a la piltra.

-¡Lo que nos faltaba -salta la Peque-, un nido de golondrinas! ¡Sobre mi cadáver! ¿A quién le va a tocar limpiar las mierdas? A servidora. Como que no.

En la tarde siguiente, mi mujer los espantó a escobazos. Por eso sospecho que la golondrina se ha dirigido a mí, me ve como más pacífico.

Se me queja de que, a este paso, nos vamos a quedar sin ellas. Dice que cada año vuelven menos, que ha desaparecido aquel efecto llamada de antaño en que se veían tan felices y agradecidas al trato dispensado por nosotros los humanos. Recuerda con nostalgia aquel tiempo en que nuestras madres las consideraban como animales sagrados, pájaros del Señor, porque sus antepasadas le sacaron las espinas a Jesús con sus picos. Y ahora... No sólo es que no les dejemos anidar, cosa que no entiende, porque en los pueblos, haya mierda o no, las mujeres siguen barriendo y fregando sus puertas a diario. Además, que sus cacas no son tan ácidas y peligrosas como las de las palomas, que ésas sí que fastidian y están todo el año dando por saco sin ningún beneficio. Es que, además, se están quedando sin sustento porque ya no quedan moscas ni mosquitos con los puñeteros insecticidas. Y me pide ayuda. "Tú, José María -me dice-, que tienes un blog muy leído, haznos el favor de publicar algo para que la gente tome conciencia de nosotras, que tanto os hemos alegrado las tardes, que os hemos acompañado en vuestros paseos amorosos por la carretera o en la misma plaza y que os hemos librado de tanto mosquito, mucho más eficaces que el Flit y el Raid, tan malolientes". Y remata la carta con una postdata: " Y dile a tu mujer que por poco me parte el radio de mi ala derecha, la muy basta". Y firma: una golondrina común.

Pues, eso, ya lo sabéis. Cumplo con mi obligación de transmitir el mensaje encomendado. 

 

14 comentarios:

  1. No te preocupes Fili, volverán en tus aleros sus nidos a colgar.

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  2. ¿Son golondrinas o vencejos a los que nosotros llamábamos aviones?
    Pepe Ramírez

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    1. Cristóbal, "El Conejo", me explica que tanto vencejos como aviones son clases de golondrinas.

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  3. Purs díle a tu "Peque", que las golondrinas y sus nidos, están protegidas por ley. Así que le puede costar un disgusto eso que has comentado de los escobazos.

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  4. Bueno, soy Paco Moreno. No sé por qué no ha salido mi nombre esta vez.

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  5. Pues díle a tu "Peque", que las golondrinas y sus nidos, están protegidas por ley. Así que le puede costar un disgusto eso que has comentado de los escobazos.

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  6. Ya, el problema era la entrada al blog

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  7. Pájaros protegidos, por cuanto ha redactado Fili, describe la realidad de estas aves tan nuestras en épocas estivales, sus recuerdos de niños están siempre presente. Gracias por recordar el pasado y vivir el presente.

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  8. A las golondrinas, vencejos o aviones , hay que cuidarlas , así como a otros muchos animales propios de nuestra andalucia, si queremos mantener la tierra y seguir teniendo los recuerdos de nuestra Infancia.
    Dile a la Peque que suelte la escoba

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  9. Los que somos de pueblo
    hemos vivido experiencias que no se olvidan : dormir junto a la " era "
    Para aventar el grano cuando soplaba el viento,busclar nidos de tórtolas y siempre los nidos de golondrinas que siguen estando en las cochera de la casa
    Soy José Pablo .un abrazo




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  10. Gustavo Adolfo Bécquer

    Volverán las oscuras golondrinas
    en tu balcón sus nidos a colgar,
    y otra vez con el ala a sus cristales
    jugando llamarán.

    Pero aquellas que el vuelo refrenaban
    tu hermosura y mi dicha a contemplar,
    aquellas que aprendieron nuestros nombres....
    ésas... ¡no volverán!

    Volverán las tupidas madreselvas
    de tu jardín las tapias a escalar
    y otra vez a la tarde aún más hermosas
    sus flores se abrirán.

    Pero aquellas cuajadas de rocío
    cuyas gotas mirábamos temblar
    y caer como lágrimas del día....
    ésas... ¡no volverán!

    Volverán del amor en tus oídos
    las palabras ardientes a sonar,
    tu corazón de su profundo sueño
    tal vez despertará.

    Pero mudo y absorto y de rodillas
    como se adora a Dios ante su altar,
    como yo te he querido..., desengáñate,
    así... ¡no te querrán!

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  11. Bueno pues el otro día querido José María, mientras nos tomábamos unos refrescos en una terraza campestre, pude ver los nidos de unas golondrinas sobre nuestras cabezas tan campantes alegrando la tarde.
    Los dueños del negocio habían colocado una maderita a modo de plataforma o base, sobre la que caían sus desechos y todos tan contentos. El espectáculo de la vida seguía ante nuestros ojos sin menoscabo del disfrute veraniego.
    Un saludo amigo Fili.
    Juan Martín

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  12. El nido de golondrinas en la casa de mi difunto hermano Eduardo me da faena de limpiar escrementos todos los meses. Lo fácil sería destruir el nido sin temor a la ley, cuyo brazo protector no me alcanzaría, dado que por aquí no pasa.

    Para los tesoros de la naturaleza soy un devoto conservacionista. Gatos y conejos viven en la finca de mi hermano sin apenas espantarse ante nuestra presencia.

    Los malditos chemtrails, que infectan el aire, parece que también han reducido la aparación de insectos y garrapatas por esta zona, pero debo constatar que el festival de golondrinas y vencejos de TODOS los años anteriores, se ha reducido en aquí a niveles testimoniales... y no paro de culpar al Gobierno de este desastre, corraborador de tantas infamias eugenésicas, que pensaba me preocupaba solamente a mí.
    Fili, a tu mujer la comprendo y la disculpo, a los criminales del Estado, no.
    Pedro Calle

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