No me preguntéis por qué. Sé cómo pasó, pero me da vergüenza explicarlo. El caso fue que, de golpe y porrazo, me vi metido en una gran redonda en un cruce de carreteras. Conducía algo alterado, es verdad, desde Antequera a mi pueblo. Tal vez enfadado por mi pobre desempeño en la partida de golf de esa mañana; o quizás por una conversación telefónica digamos que poco agradable... En fin, que cuando quise reaccionar, mi coche se saltó el bordillo de la redonda y se metió en todo el medio de ella.
Antes de que me diera tiempo a pensar en nada, antes incluso de desabrocharme el cinturón para bajarme, se paró un vehículo paralelo al mío, pero en el carril izquierdo de la carretera.
-¿Necesita ayuda?
Azorado, miro por la ventanilla y veo a una mujer joven que conduce sola. Y enseguida pienso en la de veces que yo mismo he parado mi coche para ayudar a otro accidentado.
-No lo sé -le contesto inseguro-. Voy a ver cómo puedo salir de aquí. Parece que el bordillo es demasiado alto.
-Bájese -me dice con toda la seguridad que a mi me falta-, que vamos a ver cómo lo hacemos.
Mientras, los coches siguen pasando por la derecha del coche de la chica como si tal cosa.
Es una muchacha decidida, de eso no cabe duda. Yo, así a bote pronto, le echo unos treinta y tantos. Contrariamente a mi costumbre y dadas las circunstancias, no le hago ningún peritaje en lo que a erótico sexual se refiere. Creo entender que ella me considera una persona mayor que necesita ayuda. Y me dejo hacer.
-¿Cómo ha acabado usted aquí? ¿Ha sido queriendo...?
-¡Qué va...! Me he despistado dos segundos.
Ante mi inoperancia, rebusca por el suelo unas piedras y las coloca pegadas al bordillo para facilitar así el paso de las ruedas a su través.
-Súbase usted, que yo le voy a ir indicando.
"Venga, dele patrás, despacio... Espere que pasen estos coches. Yo le aviso cuando no venga nadie. Venga, tire palante y luego mueva el volante to pa la derecha... y patrás despacito. Así, así, siga, siga, muy bien... Cuando note las ruedas en las piedras... ¡acelere! ¡¡Ahora!!!"
¡Coño!!, que salió el coche tan requetebien.
-Ea, me voy, no vayamos a formar ahora algún atasco -y pilla y se marcha sin darme tiempo a nada.
-Muchísimas gracias, mujer -es lo único que pude decirle.
Tachadme de machista, es verdad que lo soy. Si yo hubiese recibido este trato y esta ayuda de parte de cualquier hombre lo hubiese considerado como algo normal, como yo lo he hecho tantas veces a otros conductores. Pero el hecho de que haya sido una mujer joven lo encuentro como algo realmente inusual, por no decir extraordinario. Y no debería ser así. Y de hecho, quizás no sea tan infrecuente o raro, pero yo así lo he vivido. Y me lo reprocho. El buen samaritano no ha de ser necesariamente un hombre.
Le has parecido una persona mayo porque eres una persona mayor, no le des más vueltas. A mi desde que una camarera, ya talludita me dijo señor se me acabaron los humos.
ResponderEliminarJjjjjjj
ResponderEliminarNo sé por qué, pero creo haberte leido ya esta historia. Quizás dea imaginacipnes mías, pero tal como la iba leyendo, la iba recordando.
ResponderEliminarQuizás sea otra mu parecida, pero...., bueno, que me alegro de que el "viejo"se dejara ayidar de una "jovencita"
Soy Pacomo, no sé por qué esta vez salgo como "amónimo".
ResponderEliminarNo. Esta historia es de anteayer.
ResponderEliminarPues juraría que ya te he leido algo parecido.🤔
ResponderEliminarUn ángel femenino sería Ángela ¿no?
ResponderEliminarComo siempre me encanta tu prosa. Un abrazo
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