Convaleciente la Peque de su reciente intervención quirúrgica, gusto yo en estos festivos días de salir a darme un garbeo por las procesiones mientras ella reposa en casa. Y no es lo mismo, oye. Paseando entre tanto tropel de lugareños y de turistas me siento solo, aislado, raro, creyéndome -sin serlo- el centro de las miradas. Algo que jamás me ha sucedido yendo con ella. Y mirad que es chiquitita. Pero lo que llena...
Al final, resulta todo un engorro. Mi cadera izquierda no aguanta la bulla ni las estrecheces ni los parones obligados a lo largo de la calle de san Jacinto por donde tiene que pasar dentro de ná "La Estrella". La acera de la sombra, abarrotá, como es natural, no me queda otra que buscar refugio donde pueda en la otra acera, la del sol inclemente y picante de las cinco de la tarde. Bajo el toldo amigo de una farmacia mismo. Ni san Estanislao de Kostka -el de "antes morir que pecar"-, si le fuera dado el don divino de bajar del cielo a mi sitio, podría evadirse de la tentación de la carne que me rodea: piernas, leggins, tetas, canalillos y culos, estos apretaos, aquellos más sueltos. Carne por todas partes. Una hora de cansina y calurosa, que no aburrida, espera para disfrutar escasos cinco minutos del paso del misterio con su banda de música. Un engorro, sí, pero me gusta.
Cuando ya en casa mi mujer me pregunta si he visto a la Virgen, me da la risa porque se me viene a la memoria la historia del "Molleto", un hombre basto de mi pueblo que fue de excursión en autobús a Pedrera en el tiempo en que se decía que se aparecía la Virgen en lo alto de una colina. A lo que se ve, él no subió al collado sino que prefirió quedarse abajo con lo que se dio el festín de verle el trasero a toda mujer que gateaba monte arriba. "¿Qué, Juan, tú también has visto a la Virgen?" -le preguntaban luego sus amigos en el pueblo. Y él, muy socarrón: " A la Virgen, no. Pero he visto un porte de nalgas..." Pues eso mismo le digo yo a la Peque: "A la Virgen, poco; pero he visto de tetas y de culos..."
Perdón por la irreverencia.
No podía fallar. La carne femenina alegrándonos la vida.
ResponderEliminarA mí lo que me llama la atención al llegar la primavera es la gracia y lozania de las mujeres jóvenes. Culos y tetas seguramente ya he mirado demasiados.
Por otro lado reconozco que me ocurre como a ti: si voy a algún sitio de diversión solo me siento estúpido.
Un abrazo Fili. Y que conste, que a pesar de la coña que di con el cabo de tu historia, me encantó el relato un montón.
Jajaja, eres un bulldofer, no sueltas la presa, eh! Muchas gracias, tío.
ResponderEliminarNuestras mujeres no acaban de entender del todo nuestra afición por la carne fresca. Ya sabemos que es pa ná, que ya no nos comemos una rosca, pero nos gusta contemplar la lozanía, nada hay de malo en ello. "Niño -me regaña la mía-, si es que parece que se te van a salir los ojos"...
En fin, cosas de viejos verdes.
Nos vemos en Lucena.
Mejoría para tu "peque"
ResponderEliminarmuchas gracias. Se encuentra ya muy recuperada. Nos vemos.
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