Esta mañana llevando a mi Lucas al cole he comprendido el sentido del secreto mejor guardado del jubilado, esto es, el por qué del gusto por mirar y controlar las obras en las calles.
En el trayecto -duro de cojones, empujando el carrito por una cuesta de tropecientos metros- no hay ninguna obra en activo. No, no es eso. Pero me ha llamado la atención la ligereza y facilidad con que lo he cubierto, sin tener que pararme a resollar, sin ahogos ni resoplidos, como sin darme cuenta, oye. Y resulta que en otras ocasiones, yendo yo solo por la misma cuesta, me ha resultado tarea muy fatigosa. Una vez arriba -el colegio está en todo lo alto de la calle, ya metido en el campo, casi-, me he encontrado extrañamente ligero y animado.
La Peque -que tiene respuestas para todo- dice que eso es por la energía positiva que desprenden los niños. Hemos ido acompañados todo el rato por otros niños, amiguitos de Lucas, y por sus padres jóvenes. Y luego, en la explanada de la escuela, mogollón de chavalería correteando y ganseando. Y nosotros, ya viejitos y con nuestras calderas a medio gas, absorbemos para nuestro provecho ese exceso, ese plus de energía infantil. "Por eso -sigue la Peque con sus observaciones- cuando por la noche estás reventado en el sofá, si tienes a Lucas cerca, no te importa levantarte y tirarte al suelo con él, y saltar y bailar y hacer el tonto y lo que haga falta. Porque él te presta su energía, te contagia el entusiasmo".
Y de ahí saco yo la conclusión de que cuando los viejos se arriman a las obras lo hacen -sin saberlo- para absorber para sí la energía sobrante de los fornidos albañiles con su torsos al aire y sus brazos hercúleos. Es posible.
Y continúa la Peque diciéndome que nosotros dos en concreto, ella y yo, necesitamos exponernos más a los niños para recargarnos de sus excedentes energéticos porque hemos sido individuos que, por nuestro oficio y nuestra entrega, siempre en contacto con personas débiles y frágiles, hemos vaciado nuestros depósitos. Como si nuestros pacientes nos hubiesen sorbido todo el jugo. Pudiera ser, no digo que no. Porque la energía se transmite en función del gradiente, es decir, va desde donde abunda hacia donde flaquea. También me explico ahora por qué mis amigos jubilados, casi todos ellos maestros de escuela, parecen poseer más vitalidad que yo, que ya emito ruidos involuntarios con la boca, como los viejos de verdad. ¡Claro, toda la vida rodeados de chiquillos!... Así, cualquiera.
Ahora, sin embargo, toca reponer. Doble contento para la Peque y para mí porque ya tenemos no una sino dos estufitas de calor infantil a las que arrimarnos.
Ahora, sin embargo, toca reponer. Doble contento para la Peque y para mí porque ya tenemos no una sino dos estufitas de calor infantil a las que arrimarnos.
Que grande eres, amigo. Que bien me lo paso leyéndote. Sigue así, con estros relatos tan positivos, no nos dejes otra vez huérfanos. Un abrazo.
ResponderEliminarTeneis mucha raxon.Al menos en lo de los nietos
ResponderEliminarMuy bien, muy bueno Fili, y a todo eso que expones “si non e vero e bene trovato”. Pero yo creo que es verosímil, los niños son una fuente de alegría y, por ende, de fuerza vital. Un besito a Lucas.
ResponderEliminarFili, qué grande eres!!!!, me has hecho subir la cuesta y sin fatiga me. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarManolo Sepúlveda.
Sabia conclusión. Y si no tienes fuerzas, las sacas sin saber de donde.
ResponderEliminarGracias muchachos por vuestro aliento. ¡Cómo se nota que sois todos abuelos casi todos!...
ResponderEliminarQuerido Alfonso, no me prodigo más porque tengo muchas otras obligaciones, como buen jubilado. Sin ir más lejos, ahora estoy en unos cursos de árabe: "Ara ve por esto, ara ver por aquello, ara ve al mercadona a por papas"...
Un abrazo a todos.
José María, es verdad lo que dices. Por alguna extraña razón, cuando estamos con nuestros nietos es como si las "pilas" se nos recargasen y jugamos con ellos sin notar nuestras dolencias.
ResponderEliminarTambién he podido comprobar que cuando los dejamos con sus padres y nos quedamos relajados, la sensación es de mayor cansancio...como si hubiésemos librado una batalla superior a nuestras fuerzas... aún así son mayores las recompensas que el esfuerzo extra empleado.
Supongo que es mi impresión personal y que también depende de las fuerzas, dolencias etc.con las que hayamos llegado a esta etapa de la vida.
Recibe un abrazo.
Amigo José María, tienes razón en lo de que los niños nos dan la vitalidad que se nos olvidó por el camino. Para los yayos, el ver a una personita pequeña que nos mira como ejemplo, nos obliga a ser mejores.
ResponderEliminarPienso que la energía la llevamos todos puesta, y son los nietos y las nietas quienes abren el tarro.
Un abrazo.
Juan Martín.
En cualquier caso, qué experiencias más bonitas y entrañables el juguetear con los nietos, acurrucarlos, mecerlos... Pero, eso sí, un ratito, eh. El entregar toda la jornada a sus cuidados es de nota, desde luego.
ResponderEliminarUn abrazo.
El chiste del ara ve no lo conocía.
ResponderEliminarYo para hacer algo de provecho en mi etapa de jubilata (hasta el más allá), me he hecho corredor de bolsa.
-"Pere, (así me llamo en la intimidad), coge la bolsa y corre a comprarme las verduras..." - me dice mi mujer, que se opone firmemente a que coja ni un kilo más, (la bolsa de la compra sí me recomienda cogerla a menudo), pues piensa que con los kilos que ahora tengo voy sobrado.
Los niños tienen mucha energía y se la prestan a quien quieren sin problemas, pero ojo, no la sacan de la nada y son los padres y familiares los que se la dan cuando la necesitan, además del alimento y el sueño.
Por cierto todos nos damos y tomamos energía de los que nos rodean. Por eso cuando visitamos a nuestros familiares mayores o a enfermos, volvemos un tanto decaídos.
No sigo con el tema porque tendría que entrar en el vampirismo psíquico.
Es admirable como nos sorprendes en cada capítulo nuevo con una novedad. Gracias de nuevo.
Pedro
Amigo Fili:
ResponderEliminarMi más entrañables felicitaciones por el nacimiento de tu nieto Daniel.
A la vez, me congratulo por esas energías que tomas, al arrimarte a Lucas, o al hacerte niño como ellos.
Todo, creo, se reduce a regeneración: esa que nos dan los nietos; la otra, la que debemos incultar en ellos, enseñandoles que la vida política es "servicio a la comunidad" y no un trampolín para servirse de ella en lucro individual. Así, algún dia, lograremos echar fuera a tanto corrupto.
Felicidades y un abrazo para todos vosotros
Gracias a todos, chicos, por vuestras valiosas aportaciones. Me dais energía renovada para seguir entreteniéndoos.
ResponderEliminarUn abrazo.