martes, 4 de mayo de 2021

¡La que me lio el pollo...!

La Peque llevaba días rebinando sobre comprarle a los niños un par de pollitos de ésos tuneados de rojo o azul. No los había encontrado en varias tiendas de animalitos en las que preguntó, y parece que desistió, de manera que me quedé más tranquilo. "Siempre se le están ocurriendo disparates" -pensé. Y, hete aquí, que el otro día, en nuestra primera visita al pueblo, ya desperimetrados, va y se presenta en mi casa Teorillo, con dos pollitos de pavo "pa los niños". Mi mujer, loca de contenta, les prepara su caja de cartón, su pienso, su recipiente para el agua y su rinconcito en el salón, no vayan a pasar frío. Yo, resignado, y la Pelu, nerviosa perdida olisqueando la caja por todas las costuras. Y los pavitos, piando, claro. Y cagándose  cada dos pasos.

A la mañana siguiente, se me ocurrió sacar los animalitos al campo, que salgan de su mazmorra de cartón y se oreen al aire libre. Y me los llevé en el coche hasta el cortijillo de Cipri, en Los Llanos del Pozuelo. Con la intención de librarlos del acoso de mi perrita, la encerré dentro del saloncito y a ellos, los pavitos, los saqué de su caja y los dejé a su libre albedrío, que picoteen por ahí. Al fin y al cabo -pensé-, este va a ser su ecosistema en un futuro muy próximo, cuando mis cuñados Cipri y Pedro se decidan a poner un huerto y echar gallinas. La mar de contentos que se pusieron los pollos viéndose sueltos. El más chicuelo, siempre a la sombra del grandullón, feo de cojones con su cresta naciente.

Y yo me puse a lo mío: a pegarle palos a las bolas de golf, a perderlas por entre los olivos y los jaramagos. Y luego, a encontrarlas. Veréis que ahora escribo menos a menudo, y es que estoy enviciado con el golf, todas las mañanas, antes dedicadas a la escribanía, las malbarato ahora con las dichosas bolitas. Ya se me pasará. 

En esto estaba, cuando, desde lejos, oigo piares desesperados y veo revoloteos de plumas. La Pelu se ha escapado de la casita y está persiguiendo a los pollos. Le grito para que los deje y corro hacia allá todo lo que mi ciática me permite. El pollito chico se ha escondido detrás de una pila de palos secos para la chimenea. Consigo meter mi mano, pellizcarle un ala y atraparlo finalmente. ¡A la caja! No quiero más sustos. Pero el otro grande se ha debido de esconder tan bien que no lo encuentro. A fin de evitar males mayores, agarro a la Pelu y la encierro, esta vez con llave, y me pongo a buscar al pollo grande. Imposible. Asustado, ni se mueve ni pía. Me siento en el poyete de la entrada esperando escuchar algún ruido orientador. Y oigo fóllega por entre el sembrado de habas. Allí está, el sioputa el pavo. Y cuando me dispongo a atraparlo, pega el tío una volada y se salta la valla metálica que rodea la casa. ¡La madre que parió al pavo! Me salgo por fuera, y allí, en medio de una camada de olivos, me está esperando. "Anda ahora, cojo de mierda, a ver si tienes cojones de cogerme" -parece que está pensando. Con lo chico que es, y la idea que tiene, el cabronazo, pienso yo. Y ahí me tenéis, con mi ciática, persiguiendo a un pollo de pavo por medio de un olivar, tropezando con terrones y matojos: me torea alrededor de los troncos; pega una volantada si ve que me aproximo demasiado; me reta, se queda quieto esperándome, como si jugase conmigo al pilla pilla...¡Anda, y que te den! Y cuando se sintió cansado se enfiló hacia el mismo borde de la valla, a donde yo no podía llegar por mor de la greñura de la maleza, y, en viendo un boquete grande -seguramente una madriguera de conejos- allí se coló. Y yo, bobo de mí, sentado enfrente al agujero por si el pollo quiere salir. Hasta que me harté y me fui.

Y hasta hoy. Imposible dar con él. Mi cuñado Cipri dice que si sale se lo meriendan algunos gatos que merodean por allí; y si no se atreve a salir, morirá de frío o de susto. No ha sido mejor la suerte de su hermano el chico. Ayer mismo, lo trasladamos a la casa de mi hija para disfrute de mis nietos. Pero esta misma mañana ha amanecido cadáver en su cajita. La soledad, la ausencia del calor del hermano, el miedo a la otra perrita de mi hija, el frío... ¡Qué sé yo...! El caso es que qué vida más breve y azarosa la de estos dichosos pavitos. 

11 comentarios:

  1. Lo de los pavos es un trabajo casi imposible. Mi amigo Paco, hoy superior del convento de capuchinos en Córdoba, trabajó de niño en un cortijo. Dice que hizo toda la escala jerárquica del campo. Fue pavero, porquero, cabrero y finalmente vaquero. Dice que a los caballos no llegó porque eso era realmente categoría. Pero dice también que lo más difícil fue ser "pavero". Unos animales de poco entendimiento y escasa disciplina. Tú ni siquiera has superado la prueba de pavero. Así que no sueñes con ser porquero.

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    1. Jajaja. Desde luego que no. Me saltaría ese escalón y me iría directamente a cabrero. Eso sí me gusta: asalvajarme con las cabras y las ovejas por el monte arriba.

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  2. Me acojono el titulo ,me dije que coño habré hecho yo?? Jajaja.
    Pobres pavitos.!!!

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  3. Los pavitos literalmente te montaron un buen "pollo", no aprenderás Fili que lo tuyo es es putt, no digo putear porque suena indecoroso y tampoco tenemos edad.

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  4. Es que el título engaña. Creía que estaba referido a Tomás y esperaba su relación con la historia y es que no son pollos, son pavitos 😀😀

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  5. Ya te imagino llevándo las cabras al "campo" de gol y mandándolas a buscar pelotas de golf descarriadas.
    Yo crié pavos/as sin problemas, pero tenía un corral.

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    1. No me meteré en otra aventura, no. Por cierto, Pedro: ya estoy felizmente vacunado. Sin acritud, eh.

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  6. Los paveros llevaban una caña para dominar a los animales, pero como tu solo llevabas "palos" se cachondeo de ti. De todos la vida de los pavos hubiera llegado no más allá de Navidad, es efímera, no te alteres

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  7. Fili, si estás vacunado y feliz poe ello, me alegro por ti.
    Lo importante es que ya no tengas miedo y que el cielo te ayude como espero que me ayude también a mí por no vacunarme.

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