lunes, 26 de marzo de 2012

pequeña frustración

Soy persona cantarina, mi optimismo natural se me escapa por la boca en forma de tarareos, runruneos y silbidos apagados. Me da lo mismo una vieja canción de los Beatles (mis preferidos) que una horterada de José Luis Perales (con todo mi cariño). Yo me lo canto todo.
Mi madre, la pobre, se asustaba mucho cuando yo conducía, prefería que la chofer fuera la Peque. "No me fío de éste", decía, "no va  atento a la carretera, va a lo suyo, cantando".
Como lo hago de forma casi inconsciente me sorprendo a mí mismo cantando bajito en situaciones poco apropiadas. En alguna reunión de jefes (cargo intermedio soy, fíjate) con la dirección del hospital mis canturreos inadvertidos delatan mi desinterés por lo que allí se esté tratando. Y eso no está bien, no quiero ser irrespetuoso con nadie.
En la consulta es muy normal que silbe o cante por lo bajini mientras escribo en el ordenador o busco algún resultado de rayos o de laboratorio. Mis pacientes me lo advierten con frecuencia: "está usted contento, eh doctor". "Vaya", les contesto, y sigo a lo mío. Y es éste, creo, el de mi musiquilla, un factor más en conseguir un ambiente relajado y agradable para el enfermo, siempre prevenido cuando no asustado.
Esta mañana, muy temprano, a horas muy desaconsejadas, mientras encendía el ordenador y preparaba la consulta cantaba sin tapujos una coplilla del seminario: "las doce en punto dice el sereno cuando empieza a amanecer, la vieja llora y suspira porque no sabe coser, con aquella boca, con  aquella boca, tan fenomenal, tan fenomenal, parece un palacio, parece un palacio, con arco triunfal, con arco triunfal. Tiene un solo diente, tiene un solo diente, bien lo sabe Dios, bien lo sabe Dios, hoy está la vieja de muy mal humor..." Entre mi voz de barítono, el estilo algo gregoriano del ritmo y escuchar la palabra Dios debieron confundir mucho a una limpiadora nueva que, pasando por delante de la puerta, exclamó: "Huy, este médico canta como los curas".

Y me hizo mucha gracia. Forzosamente mi mente saltó al seminario de los Ángeles. Es posible que mi afición a la música melódica provenga de allí, de tanto cántico litúrgico, y que mi pequeña frustración de no haber sido aceptado nunca para el coro o para la rondalla haya tenido su respuesta o su compensación en este comportamiento tan singular. No lo sé. Quizás la cosa sea aún más sencilla: a mi padre le pasa lo mismo y solo ha pisado los Ángeles en tres o cuatro ocasiones para visitarme. Puede que de casta le venga al galgo.

2 comentarios:

  1. me encanta. Lástima que sea tan corto el relato, se me acaba enseguida. Espero más trabajillos como éste. Gracias

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  2. mi padres que informatizados por díos....

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