miércoles, 11 de abril de 2012

Voluntad anticipada

La mujer tozuda, la del cáncer de mama oculto, se está muriendo. Hoy he llamado por teléfono a su casa para interesarme por su estado. Primero, porque ella misma me había prometido reconsiderar su actitud de rechazo a todo lo que oliera a médico y a hospital una vez pasada la boda de uno de su hijos, de la que ella iba a ser la madrina. Y en segundo lugar por esa curiosidad algo morbosa que tenemos los médicos de comprobar lo atinado de nuestros pronósticos. La boda debió de celebrarse a finales de marzo, por lo que he considerado prudente esperar unos días, habida cuenta que por medio ha estado la semana santa.

-¡Ay, doctor Rivera!, -es su hermana quien me atiende -parece que tenemos telepatía, ahora mismo estaba pensando en llamarlo.
-Ea, pues me he adelantado, no pasa nada.
-Llevo varios días detrás de comunicarme con usted, pero con unas cosas y con otras...
-No te apures, mujer. Entiendo lo que estarás pasando.
-No lo sabe usted bien.

Esta hermana con quien hablo es enfermera, la cuidadora principal de mi paciente. Lo digo por si no os acordáis.

-Bueno, ¿puedo hablar con tu hermana?
-¡Qué va, por Dios! Después de la boda se ha metido en la cama, se ha negado a todo y estamos desesperados  porque no sabemos qué hacer.
-Dale el inalámbrico que quiero decirle cuatro cosas.
-Que no puede ser doctor Rivera, que está como en coma, que ya no me responde a nada, que lleva dos días sin que entre por su boca ni siquiera agua.
-Niña -le reprocho con dulzura -llamad al médico suyo de cabecera, a ver qué se le ocurre.
-¡Bueno..! El medico ha estado ya varias veces, luego han venido a verla los compañeros de usted de la UCA (médicos que asisten en su  domicilio a pacientes terminales). Le han pedido una analítica, pero creen que no hay nada que hacer.
-¿La han sedado?
-No, porque ella no aparenta dolor, simplemente no responde a nada.
-Ya. En ese caso, creo de verdad que hay que dejarla morir.
-Pero...es que sus hijos y yo no estamos tranquilos, nos gustaría llevarla al hospital, tendríamos más seguridad...No sé, estoy hecha un lío.
-En el hospital se va a morir igual, mujer.
-Sí, pero si muere aquí, en su casa, luego nos va a quedar a la familia mucho remordimiento.
-¿En serio? ¿No debería ser al revés?
-¿Qué quiere decir doctor Rivera?
-Vamos a ver, ya sé lo difícil de la situación para vosotros. Dejadme ayudaros. He conocido por poco tiempo a tu hermana. Pero el suficiente para comprender el rechazo tan grande que tenía al hospital. Durante quince largos años había tomado la decisión de no hacerse nada. Delante mía y delante tuya misma ha repetido hasta la saciedad que no quiere hospital ni en pintura, ha expresado de forma explícita que quiere morir en su cama. Yo lo he oído y tú también. Y ahora que la pobre no puede decidir por sí misma, venís vosotros, su familia, y violentáis, de forma piadosa, ya lo sé, una férrea voluntad tan claramente manifestada. Yo tendría muchos problemas de conciencia si muriera en el hopsital. Para vosotros debería ser una liberación verla morir en su cama.
-No, si lleva usted razón, pero...ya sabe, una desea darle lo que nunca ha tenido.
-Lo que nunca ha querido, querrás decir.
-Sí, es verdad. En fin, doctor, muchas gracias por todo. Vamos a esperar, de todas formas, a ver qué nos dice su compañero de la UCA.
-Vale. Ven por aquí cuando quieras y charlamos más tranquilamente.

Soy muy escéptico con lo de las voluntades anticipadas. Sobre el papel, en la teoría, un avance importante en el desarrollo de lo que hoy llamamos autonomía del paciente. En la práctica, no me lo creo. Por mucho que yo diga delante de testigos, incluso que deje por escrito mi voluntad anticipada para cuando llegue el fatídico momento, no se hará lo que yo he manifestado, sino lo que en ese momento quieran mi mujer y mi hija. Prevalecerá más en su ánimo la piedad mal entendida por mí que mi voluntad explícita. Y con todo lo valedor que soy en cuanto a la bondad de este tipo de documentos, no sé qué haría si me toca a mí, el Señor no lo permita, decidir sobre la forma de mejor morir de mi mujer o de mi hija.

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