miércoles, 17 de agosto de 2022

¡¡Por fin es 18!!!!

Mi amiga Arreseli, de nuestra antigua pandilla del pueblo, me dijo antenoche en los churros una frase que muchos jóvenes añosos hacemos nuestra: "¡qué ganitas tengo de que llegue el 18!...

Me recordó, irremediablemente, a mi madre. Independizados ya en el convento mi hermana Josefa y los suyos, a la probe de mi madre le venían muy largos tantos días de feria, tantas horas de cocina en una casa como la suya, en la que se quedó sola y desamparada para atender no sólo a marido e hijos, sino también al cupo de invitados que mi padre, tan rumboso como inconsciente, acarreaba cada año. "¡Madre mía del Carmen, ¿quién se verá en el día dieciocho?..." -suspiraba cada dos por tres. Eran tiempos en que, hacendosa y protestona, se veía capaz de llevar palante una casa de hombres poco mañosos en lo doméstico -todos estudiantes y mi hermana Carmen, aún adolescente-. Y gracias a Dios, siempre llegaba, por fin, el día 18. Siempre, menos el año del Señor de 1995, en que ya muy limitada por su enfermedad, no calculó bien el día de su partida. Y se nos fue el 16, a la mañana siguiente de ver encerrarse a su Patrona. Precisamente el año en que su hijo Frasquito fue Hermano Mayor de la Virgen.

Hoy, día 18 de agosto, también yo respiro aliviado. Demasiados días entre pre feria y feria para alguien como servidor, tan acomodado a su casa y a sus rutinas. Reconozco y pondero en muy elevado el desempeño fabuloso de la concejalía de cultura, de la Hermandad de la Virgen y el de los Hermanos Mayores para ofrecer al pueblo una feria tan lucida como bien organizada, pero es que yo soy muy mal feriante. Si puedo, huyo de la multitud y el vocerío. He bajado poco al recinto ferial, y menos aún lo hubiese hecho de no haber sido por el encargo de cuidar de mis nietos por puras necesidades familiares. Nobleza obliga. Del castillo hinchable al Ratón Vacilón. Y de ahí, a los coches de choque. Y vuelta a empezar. ¡Qué energía, qué manera de saltar, de sudar, de comer y de beber de estos críos!... Inagotables. ¡Qué considerada la naturaleza dotando a los niños de cuatro abuelos! No sé cómo hubiese acabado yo esta feria sin el concurso de los otros tres, muchísimo más entregados a la causa de los nietos. No he renunciado, sin embargo, a mi ración de churros con chocolate, quizás el único incentivo que le encuentro a esas noches de feria de tan excesivo nivel de decibelios ambientales. Para mi gusto, bastante más atractivas las actuaciones artísticas, de flamenco y teatro, en ámbitos más reducidos ofertadas por el ayuntamiento en las noches de pre feria. 

Y en lo que respecta a lo puramente religioso, extenuada la llama de la fe, persiste en mí, no obstante, el rescoldo del fervor. El fervor a la Virgen del Carmen es, sin duda, nuestro elemento identitario por excelencia, más allá de ideologías y de creencias. Tenemos los lugareños del pueblo incrustada la devoción carmelita en lo profundo del sistema límbico, "el cerebro emocional". O mejor, en la masa de la sangre, que dicen los castizos. Es algo irrenunciable para cualquier palencianero, aunque pueda parecer una contradicción intrínseca en un ateo como yo, un oxímoron: un ateo fervoroso. Es lo que hay. No llego a donde mi madre, que le hablaba a la Virgen de tú, pero confieso que me he emocionado escuchando el pregón de mi sobrina Mari en una iglesia abarrotada; observando la devoción de todo el pueblo en la procesión de la Virgen, la más multitudinaria de todas cuantas pueda recordar; y reviviendo al viejo Mellizo "Urea" en un "revoleo" de la bandera perfectamente ejecutado por cada uno de sus tres sucesores. Cierto también que no son de mi gusto los excesos de alharaca, la profusión de exorno ni la tan ostentosa exhibición de la Virgen en el templo. Desde mi sincera gratitud y reconocimiento a la dedicación incondicional de todas las camareras y colaboradores en "el vestir" a la Virgen -empezando por mi Manolo-, prefiero una Patrona más sencilla y austera, la Virgen a la que tanto he rezado y cantado en mis años de juventud y cenobio.

En fin, que ya estamos a 18 de agosto, y que hemos superado con nota una feria larga, intensa, multitudinaria... Y fresquita. Hasta la próxima.

7 comentarios:

  1. Qué tiene eso de la Fe popular? Ese fervor antes, cuando uno era más rojo, le llamaba fervorín. Hoy lo respeto y trato de comprenderlo y hasta me emociona tanta emoción

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  2. Que bien recompones la vida con esos retales de recuerdos, gracias. A ti, como a mí nos viene bien aquella canción de Brassens, en la estrofa que dice que "la música militar nunca nos supo levantar".

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  3. Chapeau, si señor. Me encanta como abordas y tratas tus fervores por tus raíces e identidad y como sitúas personajes y paisanaje..... A uno que no solo se le apagó la llama de la fe, sino que no tuvo la actitud ni la habilidad de retener las emociones identitarias infantiles. Si señor chapeau.

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  4. CRISTÓBAL de "Simón"18 de agosto de 2022, 11:31

    Fili, eres calcado a mí. Cuando en los años sesenta, pasaba tres meses en Palenciana, en casa de mi tía Joaquina y Lorenzo el de las cabras. Mis disfrutes eran antes y después de la feria. La feria únicamente en las novenas, acompañando a mi tía Joaquina, bajar para comprarle turrón a mi tía Joaquina y punto.

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    1. Hola Cristóbal. Muchas gracias por leerme. Tú has seguido el camino de la fe. Yo me he apartado. Lo importante es buscar la felicidad y ser buena gente.

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  5. Felicidades por los recuerdos amigo José María, y por la dedicación a los nietos que nos continuarán. Las ferias y fiestas son para la juventud, que las viven desde desde la ilusión.
    Un abrazo
    Juan Martin

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