Bien podría achacárselo al reciente exceso de euforia producida en mi cuerpo por los corticoides o por el mismo tiroides. Pudiera ser. Pero no. Esto es un continuo en mí, una línea de conducta. Soy un médico imprudente. Me lo dice Cipri, me lo repite la Paqui, lo pensáis los demás. Y yo lo admito. Hoy, una nueva imprudencia. No será, me temo, la última.
Primero, reconocer que la muchacha está de muy buen año y que su madre, que la acompaña, también, y ambas con ganas de cachondeíto. Y ya está, yo no necesito más que un resquicio de confianza para lanzarme. Lo mismo que soy un cagado para asuntos de más enjundia, en las relaciones personales me salgo.
Tiene la chica una enfermedad rara. No es grave, si lo fuese no podría estar tan "güena". Tengo en mi consulta tres casos más como el suyo. Todos van bien. Resulta que desearía quedarse embarazada pero, ya sabéis, la gente, más imprudente aún que yo, le mete miedo, que si vayamos a que sea algo hereditario, que si vayamos a tener malformaciones fetales, que si el riñón va a acusar mucho un embarazo...Tenemos la manía de ayudar fastidiando, oye.
-¿Con esta enfermedad puedo quedarme embarazada? -me pregunta. Y en su mirada hay una chispa que me encandila.
-Con la enfermedad misma, no, pero con un buen maromo, sí. -La madre da un chillido que llega a Bellavista.
-¡Ay Dios mío, qué hombre más gracioso!
-Bueno, vale -se repone la muchacha- quiero decir si usted me lo aconseja, si hay alguna contraindicación, hombre.
-Ningún inconveniente. Esta enfermedad no es hereditaria ni afecta para nada al normal desarrollo de un embarazo. Por mi parte, adelante. Estás en la edad.
-Ea, mira qué bien -salta la madre-, el problema es ése justo que usted ha dicho..., que le falta el maromo, que ninguno de los novios que ha tenido le viene bien, que se conoce que es mu delicá pa los hombres...Y así cómo se va a quedar...?
Entonces es cuando me entra esa especie de inspiración ingeniosa, ese natural imprudente heredado o aprendido de mi padre, ese momento delirante que un día me costará un disgusto. Y con toda la guasa del mundo le suelto:
-Oye, que aquí uno...,en fin, que está disponible para lo que haga falta.
Y, de repente, un coro espontáneo de madre, hija, mis dos estudiantes, Pilar la enfermera y Magdalena la auxiliar entona una sarta de carcajadas estentóreas y desafinadas que llegan a alarmar al pasillo entero de las consultas.
Tonterías. ¿Qué iba a hacer yo con un bombón de 22 años? El ridículo. Derretirme vivo.
No Chema, no lo pongas en activo sino en pasivo tú con ella dejémoslo si podrías algo, ¿hay imaginación no?, pero ella con nosotros ni agua. ¿Ay aquellos años...?
ResponderEliminarFili, me recuerda al compañero telefonico que fue a operarse de fimosis y con el tejemaneje de la enfermera y la urologa entra en ereccion y comienzan a hablarle para que se le baje el calenton. Donde trabaja. En Telefonica, le responde. Y que hace. Soy EMPALMADOR, les responde. No pudieron seguir operando, las lagrimas de desternillarse de risa se los impidio. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenas tardes Cristóbal. Ten cuidado con mi Manolo, que no se descarrile mucho. Me alegro de que te gusten mis artículos, pero te advierto que algunos son demasiado picantes y otros algo irreverentes, siendo tú medio cura también. De todas formas notarás enseguida mi sana intención. Un abrazo.
ResponderEliminarPicantes e irreverentes, como a mi me gustan. La vida, si no se le sazona convenientemente, es muy aburrida. Los que hemos sido medio curas, estamos vacunados contra los excesos de la curia, aunque en algún momento tengamos que aceptar pulpo como animal de compañia. Vamos ya de vuelta, tu Manolo se lo ha pasado por todo lo alto, yo le tengo algo de envidia sana. Un abrazo. Hasta la vista.
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