domingo, 30 de marzo de 2014

Días caseros

No llevo mal quedarme solo en casa. Pero eso, solo. Estas últimas semanas, ausente la Peque por fuerzas mayores de sus padres, me las apaño la mar de bien. Bueno, nos las apañamos los dos, mi perrita y yo. No soy nada complicado, como ya sabéis. Hasta las tres, en el hospital; hasta las cinco, la siesta; hasta las siete, paseo con la Pelu por el campo; y el resto del día, hasta las diez, escribanía o estudio o preparar alguna clase. Y de noche, dormir y callar. Los lunes almuerzo sobras del domingo, los martes, en el hospital, los miércoles, en casa de Jaime y Paqui, los jueves compro comida prefabricada y los viernes... ¡llega la Peque!
 
Lo malo es cuando se presentan situaciones inesperadas o más exigentes. Ayer mismo.
 
Viernes por la tarde, la Peque trabajando y yo entretenido recogiendo hojarasca del patio. Para nada que no sea ponerme chorreando. Se presentan en mi casa -previo aviso, es verdad- mi Meli, su Pepe, dos amigos y otras dos amigas del pueblo. "Lo primero que hagas -me había sentenciado mi mujer- que sea recoger la cocina y luego, las camas; los patios, los dejas pa lo último". Pues yo, al revés. Estaba con los patios. Y lloviendo. Me voy pitando para la cocina mientras ellos, los invitados, llevan sus cosas a las habitaciones. Me precipito, pretendo poner el lavavajillas para aclarar el fregadero, pero... ¡me cachis!, está lleno de platos limpios, hay que vaciarlo primero, coloco los platos en su sitio, los vasos y los cubiertos. Ahora es el turno de los táper. En mi casa debe de haber tropecientos de esos cacharros de plástico. Parece que mi mujer los coleccionara. Los tenemos grandes y redondos como para las tortillas, medianos y cuadrados para las ensaladas y pequeñitos y rectangulares para las tapitas que se lleva la Peque al hospital, su dieta. Uno de los estancos de la cocina, el más voluminoso, los alberga a todos, "Te tengo dicho que cada táper con su tapadera correspondiente. Y bien colocados, que si no, no hay quien encuentre luego nada cuando a una le hace falta". Abro la portezuela del habitáculo, susto me da, allí está todo mezclado, unos encima de otros, volcados y revueltos, en equilibrios imposibles a punto de resbalarse, tapaderas sueltas... "Si yo no toco aquí, si sólo lo hacen mi mujer y Antonia ¿por qué tanto desorden? La culpa mía, seguro". En esto estoy cuando al intentar colocar el primer cacharro, como si pusiera la última carta en un castillo de naipes que se derrumba, ocurre de repente una especie de corrimiento de tierra, de manera que toda una montaña de objetos de plástico de mil formas y colores se desparrama precipitadamente por todo el suelo de la cocina. A comerme vivo. Estoy de rodillas y cubierto de plástico hasta las ingles ¡Me cago en la puta...! No sé si me atacó más la risa que la ira, el caso es que me dio por  reírme y para rematar la faena terminé de vaciar todo lo que quedaba, ea, de coraje. El estruendo alarmó a mi hija y a sus amigos quienes, visto lo visto y muertos de risa, se ponen a echarme fotos con el móvil en lugar de ayudarme. Diez minutos por lo menos para dejarlo todo cuadriculado. ¿Cuánto tardará en volver a descuajaringarse? Ya veremos.

La cocina, que es muy desagradecida... 

martes, 25 de marzo de 2014

¿Seré machista sin saberlo?

Las nueve menos cuarto, voy flechado escaleras abajo para la consulta. Todavía tendré que pararme a mear y, quién sabe, a lo peor también a estercolar el wáter. Dudo mucho que llegue en punto a mi primer paciente. Soy tan puntilloso... a veces, para nada, son ellos, los pacientes, los que me hacen esperar a mí.
Con el ansia casi me trompico en una curva del descansillo con una mujer de negro que baja parsimoniosa tecleando a dos manos su móvil con destreza de adolescente. No es una mujer cualquiera, mucho cuidado. Aún con prisa me da lugar a esquivarla y comprobar su uniforme, su gorra plato y sus dos pistoleras, en la izquierda, la porra y en la de la derecha, la pistola reglamentaria. ¡Una mujer policía!
-Perdón -bromeo mientras la adelanto-, usted parece una mujer de armas tomar.
Mis cosas, dime tú que fuera una desaborida de éstas que salen en las películas de la tele, que te hace una llave en un plis plas y te esposa al paso. Pero no, se limitó a sonreír sin mirarme siquiera.
En la teoría, sobre el papel o en cualquier debate con los amigos uno cree tener superado el tema ése tan manido del machismo y del feminismo. Pero luego, la realidad nos devuelve nuestro auténtico ser en forma de pensamientos impuros. Me explico: hay situaciones y momentos del día a día que nos (me) resultan cuando menos chocantes tratándose de mujeres las protagonistas.
No consigo evitarlo, veo a una mujer conduciendo un autobús, no digamos ya un camión de tropecientas toneladas, maniobrando el volante a brazo partido o a una mujer policía custodiando a un preso en el hospital o a una muchacha con tricornio y me produce una cierta extrañeza. Como si algo no encajara bien, como una foto trucada malamente. Creo ser firme creyente de la normal actitud y capacitación de las mujeres para cualquier trabajo que se propongan, en lo que yo conozco, en mi oficio, eso está fuera de toda duda, pero le tengo manía a esos dos empleos para el femenino género, el de chófer de tonelaje y el de militar. No sé por qué. Quizás por lo que implican de fuerza y músculo, de dominio de la  testosterona, a lo mejor porque los veo muy alejados de la esperada finura femenina.
Decidme, ¿soy machista?

lunes, 17 de marzo de 2014

Don Quijote, en desigual combate, gana a los molinos

¡Hemos ganado!!!
 
Se conoce que la juez aquélla me miraba con ojitos. O habrá sido, quizás, que las mujeres entienden mejor sus propios males. El caso es que la chica a quien yo defendí con tanta vehemencia como bisoñez leguleya ha sido declarada como incapaz para cualquier trabajo y dotada con sus pensioncita de 400 euros. Algo es algo.
 
Hoy estaba contenta. Y yo también. ¡Hay que ver con lo poco que nos conformamos!. "Para mí, casi más importante que el dinero es que se reconozca mi enfermedad" -me decía esta mañana. Y es verdad.
 
Por una vez, don Quijote, en singular batalla, ha tumbado a los molinos y ha hecho morder el polvo al sabio encantador Frestón.
 
Que siga la racha.

lunes, 10 de marzo de 2014

Se nos va la Chorro

Conforme pasan lentas las horas soleadas de este sábado cordobés en el Hospital Provincial, más apagados los latidos del viejo y ajado corazón de mi madrina agonizante, más pausadas y trabajosas sus respiraciones, más certera la visita inexorable de la dama de negro.
 
Es el tránsito misterioso, el milagro de la vida y de la muerte, el devenir sin fin de las almas.
 
 
 
La Chorro se nos va, la amiga íntima de mi madre, tan iguales y tan distintas, tan iguales en bondad, tan distintas en genio; la una, niña de María; la otra, un diablo. Se nos va mi madrina, la madrina de toda la gente nueva de entonces, la que nos compraba a mis hermanos y a mí los Reyes porque mis padres no podían con tanto, la que tantas veces ha satisfecho  mi estómago con aquellas sartenadas de boquerones fritos y filetillos de lomo en la cocinilla del bar, la que fuera buena, buenísima, Celestina para tantas parejitas del pueblo, la que, pudiendo haberlo sido, nunca se hizo rica por culpa de sus benditas manos rotas y desprendidas. Esas mismas benditas manos que hoy yacen inermes, frías y azuladas en su cama del hospital y que ni los más tiernos besos de tantos sobrinos allí presentes lograrán calentar...

Se nos va la Chorro, la mejor tabernera del pueblo -con permiso de Socorro y de Barbarita-, y no sólo por sus tapas, sino sobre todo por su persona, su genio, su optimismo vital, sus ganas y energía... su generosidad. Sin hijos, fue dotada por Dios con un segundo premio de un montón de sobrinos y de sobrino-nietos, da lo mismo carnales que políticos, en los que el matrimonio ha derrochado por igual cariño, roce y dineros, hablando en plata. Porque de todas las bondades que podamos relatar de la Chorro, la generosidad es, sin duda, la primera. Mi madrina ha sido una mujer buena. Ni siquiera en el sentido machadiano y contemplativo de la palabra, no. Ha sido buena de cristiana práctica, buena de aquel dicho de Jesucristo de que "por sus hechos les conoceréis". Los hechos de esta mujer que hoy se nos va son conocidos de todos los palencianeros, a tantos de los cuales ha sacado de apuros.
Para muchos de vosotros, amigos lectores, la Chorro no es nadie. Pero yo os digo, creedme, es mucho, ha sido mucho y lo seguirá siendo en el corazón de sus familiares y de sus paisanos. Hoy será día de luto no sólo en Palenciana, sino en cualquier rincón de España donde resida un paisano, desde el barrio de Buenavista, en Tarragona hasta Tres Cantos y Aluche en Madrid; desde Granollers hasta Benalmádena pasando por Málaga y por Sevilla. Y, desde luego, en Córdoba, donde últimamente residía al amparo mimoso y exquisito de sus sobrinos más cercanos. 
 
-Madrina, ¿nos conoces? -le pregunto al oído mientas ella, medio inconsciente por la morfina, y en custodia perenne por la guardia pretoriana de sus sobrinos los "Micaelitos", apenas puede entreabrir sus ojillos-. Estamos aquí los "Chatillos" y nosotros, "los Potos", ¿nos conoces?
-Uhmmm -susurra apenas afirmando con la cabeza. Pobrecita...
Y, pudiéndome, como de costumbre, la imprudencia, le sigo preguntando:
-¿Quieres irte con tu cabezón? (ella llama cabezón a su marido, mi padrino, fallecido ya once años atrás). Y, ante el asombro de los presentes, me contesta con una  mueca que parece una sonrisa de asentimiento.


Acaba de llamarme Pepe el de Micaelita. La Chorro ha muerto ahora, a las ocho de la mañana de hoy domingo. Decía mi madre que a quien muere en domingo las Santas Ánimas lo libran del Purgatorio. Es lo menos que se merece esta bendita mujer.

La Chorro se nos va. Se nos ha ido ya. Y yo busco consuelo imaginándome a su alma magnánima y alegre saltando de su cuerpo marchito y volando -para un espíritu eso es nada- hasta quién sabe dónde para soplar hálito de vida al corazón escogido de cualquier criaturita recién engendrada. Será una bobada, pero la muerte, esta muerte concreta, ha de tener algún sentido. Y el sentido no es otro que la resurrección a una nueva vida joven y triunfante. Sin necesidad de esperar al juicio del Último Día.

Querida madrina de todos: descansa en paz. Te lo has ganado.

domingo, 2 de marzo de 2014

Presentación en Córdoba

Queridos todos: este mensaje va dirigido principalmente a mis lectores y amigos residentes en Córdoba.
 
Que nada, que el próximo día 21 de marzo presento el libro en Córdoba, para una asociación cultural a la que pertenecen unos amigos de allí.
 
Como digo, será el 21-3-14, a las 7 de la tarde, en la biblioteca Al-Ándalus. Encontraréis la biblioteca  subiendo las escalinatas de la cuesta del Bailio, al ladito del Cristo de los Faroles.
 
Nos vemos allí.
 
Un abrazo.