Las nueve menos cuarto, voy flechado escaleras abajo para la consulta. Todavía tendré que pararme a mear y, quién sabe, a lo peor también a estercolar el wáter. Dudo mucho que llegue en punto a mi primer paciente. Soy tan puntilloso... a veces, para nada, son ellos, los pacientes, los que me hacen esperar a mí.
Con el ansia casi me trompico en una curva del descansillo con una mujer de negro que baja parsimoniosa tecleando a dos manos su móvil con destreza de adolescente. No es una mujer cualquiera, mucho cuidado. Aún con prisa me da lugar a esquivarla y comprobar su uniforme, su gorra plato y sus dos pistoleras, en la izquierda, la porra y en la de la derecha, la pistola reglamentaria. ¡Una mujer policía!
-Perdón -bromeo mientras la adelanto-, usted parece una mujer de armas tomar.
Mis cosas, dime tú que fuera una desaborida de éstas que salen en las películas de la tele, que te hace una llave en un plis plas y te esposa al paso. Pero no, se limitó a sonreír sin mirarme siquiera.
En la teoría, sobre el papel o en cualquier debate con los amigos uno cree tener superado el tema ése tan manido del machismo y del feminismo. Pero luego, la realidad nos devuelve nuestro auténtico ser en forma de pensamientos impuros. Me explico: hay situaciones y momentos del día a día que nos (me) resultan cuando menos chocantes tratándose de mujeres las protagonistas.
No consigo evitarlo, veo a una mujer conduciendo un autobús, no digamos ya un camión de tropecientas toneladas, maniobrando el volante a brazo partido o a una mujer policía custodiando a un preso en el hospital o a una muchacha con tricornio y me produce una cierta extrañeza. Como si algo no encajara bien, como una foto trucada malamente. Creo ser firme creyente de la normal actitud y capacitación de las mujeres para cualquier trabajo que se propongan, en lo que yo conozco, en mi oficio, eso está fuera de toda duda, pero le tengo manía a esos dos empleos para el femenino género, el de chófer de tonelaje y el de militar. No sé por qué. Quizás por lo que implican de fuerza y músculo, de dominio de la testosterona, a lo mejor porque los veo muy alejados de la esperada finura femenina.
Decidme, ¿soy machista?
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