jueves, 5 de noviembre de 2015

Elogio de la decadencia

Debe ser fastidioso que un día de fiesta, muy tempranito, te pare la Benemérita a la salida de tu ciudad. De acuerdo. Pero casi peor, que no te pare.

No hace tanto era motivo de mofa por parte de mis hermanos recordar la de veces que la Guardia Civil me ha parado para soplar, a mí precisamente, en la salida de Torreblanca hacia la carretera de Málaga cuando en un convoy de tres o cuatro coches volvíamos al pueblo luego de una madrugada de desenfreno en la Feria de Sevilla. Qué tino, tío. Me paraban a mí, el último coche, que llevaba en el estómago media garrafa de Coca Cola, y dejaban pasar tranquilamente  los coches de mi Manolo y de mi Juan, que habían acabado con las existencias de manzanilla. Y de Tío Pepe. Y mi padre, copiloto mío, afeándoles la conducta a los civiles: "Hombre, no paréis a éste, si este hijo mío no bebe ná, son los otros, los que van delante..." ¡Qué "pechá" de reír nos pegábamos cuando parábamos a desayunar en el Nueva Andalucía!
 
Eran tiempos en los que uno era joven e incluso podía dar la imagen de alocado o extravagante a los mismísimos agentes del Cuerpo, peritos los que más en la captación de borrachines y maleantes. Tiempos pasados.
 
El caso es que uno se sigue sintiendo, no diré que igual, pero casi. Es verdad que  me canso más que antes en el trabajo, soy más gruñón, tengo muchas menos ganas de salir de noche -si es que alguna vez las tuve-, me sienta mejor la comida de casa que la de restaurante... signos todos inequívocos de senectud. Y sin embargo, me miro al espejo desnudo y todavía me veo bien, no tengo arrugas, ni panza, ni carne muy descolgada, aún me brilla la mirada verde y soñadora de siempre..., y paso por alto, si os parece, comentario alguno sobre los habitantes de la entrepierna. Mejor no meneallo. Pero, amigo, ya no eres como tú que crees ser, sino cómo te ven los demás. Y, a lo que parece, la Benemérita me considera un viejo.

El pasado lunes, último día del puente de los Santos, la Peque y yo salimos muy de mañana al pueblo. Debíamos pasar primero por Gines para recoger a mi cuñada Miki... Y en esto que en una de las rotondas de la SE 30 nos topamos con un control de la Guardia Civil. Macho, las 7,30 de la mañana. No recuerdo cuándo fuera la última vez pero sí que fue de noche y que nos pararon, me preguntaron si había bebido, les contesté que veníamos de cenar en casa de unos amigos y que algo de cerveza había bebido, sí. "Ande, siga usted". Y no me hicieron soplar ni nada. Y ya aquello me mosqueó un poco. "¿Por qué no me han hecho soplar?" -le comenté a la Peque. "Te han visto sobrio y muy educado" -me respondió para conformarme. Pero es que ahora, este lunes pasado, ha sido ya demasiado. Veo el control a la salida de una curva, freno delicadamente, sigo charlando con la Peque como si nada, llego a la altura del agente, y antes de terminar la frenada éste me indica que continúe: "Siga usted caballero, buenos días".

-Qué lástima de hombre -se cachondea la Peque de mí-, ya no engañas a nadie, ¿eh? Te ha tratado de caballero y todo... En fin, que eres un viejo.
-Es verdad, me cachis... ¡Con la ilusión que me hubiera hecho soplar el pitorro ese...!

Es lo que hay. Tempus fugit. Y lo voy aceptando como natural. A fin de cuentas debo prepararme para mi pronta jubilación. Envejecer con gallardía no es mala cosa. En mis clases de Geriatría les insisto a mis alumnos que una de las recetas del envejecimiento exitoso consiste en saber aceptar de buen grado las limitaciones fisiológicas que nos marca nuestro tiempo, el tiempo de cada uno que no es el mismo para todos los de idéntica edad, no. Cada quien es cada cual. Limitaciones en el plano físico, el psicológico o el conductual. Y otra pócima tan valiosa como la anterior es saber aprovechar las ventajas residuales a tales limitaciones. El hecho fastidioso de no poder jugar al tenis como antes, por ejemplo, me ofrece más tiempo para leer, para escribir, para pasear con la Peque y la Pelu... Si ya no soy capaz de mantener dos horas seguida de estudio puedo emplearme en la cocina o en hacer las camas, con gran contento de mi compañera... Si sé que no me va a parar la Benemérita puedo saborear mejor mi tintito caro en casa de Tomás o en la de Jaime... No todo va a ser hándicap. Las canas y las arrugas nos dan otro aire, otro caché, nos permiten opinar con un poso de serenidad y sabiduría, sin tanta vehemencia como los jóvenes a quienes toleramos piadosamente sus osadías porque también nosotros lo fuimos. Ganamos arrobas de ternura para compartirla con nuestros nietos. Nos enorgullecemos de los años vividos en un siglo en el que todavía pudimos cultivar la magia, la inocencia, la utopía, la esperanza de una vida mejor, la ideología, la filantropía, si queréis. Conocimos cosas, personas y hechos que nadie nunca nos podrá arrebatar. Hemos vibrado de emoción con los Beatles, los Brincos, Simon and Garfunkel, el Dúo Dinámico, admirado a Alain Delon, Sofía Loren, Liz Taylor o Richard Burton, aprendido de Tierno Galván, de Carlos Castilla del Pino, de Garrido Luceño, de Cela y hasta de Amancio y de Pirri, que no todo era Franco. Supimos convertir el sacrificio en diversión, sacamos provecho del esfuerzo, disfrutamos de esos pequeños placeres que, por clandestinos, eran mucho más intensos: los ligues, los guateques, los besos, los magreos con nocturnidad, los pisos de estudiantes como coartadas para vivir en pareja... En fin, ¿para qué más? Hemos sido hijos de nuestros padres y nietos de nuestros abuelos.

Sí, es verdad, todo eso está muy bien. Lo cual, sin embargo, no es óbice para que uno sienta un pelín de nostalgia. Más que nada por los alicaídos habitantes de ahí abajo, los de la entrepierna. Sobre todo el larguirucho, los gordinflones ni pían ni paulan, nunca lo han hecho, siguen igual, colgones y peludos, pero el de en medio... ¡con lo que ha sido! Me da un poco de penilla. Está perezoso y cabizbajo, como harto de vivir, depresivo; a veces se esconde entre la mezquina greñura púbica y cuesta dar con él. Hace tiempo que no se yergue, tieso y altivo, a mirarme a la cara con su ojo ciego como antaño; pase que no se interese ya por mí, pero que ni siquiera se inmute viendo a la Peque en bolas salir de la ducha... Y para colmo está perdiendo aquel brillito acharolado que tan atractiva hacía su calva. En fin...

Es verdad, siento cierta nostalgia de todo ello. Más, incluso, que de la soplada del pitorro de los Civiles.

15 comentarios:

  1. Mi querido Fili ¡cuánta razón te asiste! A mí me pasa igual. Me da coraje que no me paren los civiles después de no haber bebido ni una gota en las bodas. Referente a los "bajos" de vez en cuando el larguirucho tuerce el cuello para mirarme pero enseguida se cansa. Además echo de menos un GPS para ubicarlo. ¡Qué lástima! ¡Cómo me acuerdo de aquéllas venas gordas que se le ponían ante cualquier estímulo, que parecían un cantaor de flamenco atacando un soleá! Menos mal que los ojillos los tenemos todavía incansablemente vivos. Un abrazo.

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  2. Lo importante Fili es haber sido feliz y mas aun envejecer sabiendo que nadie ha sido desgraciado por nuestra culpa, lo demás saber que empieza a haber un tiempo que deja de ser nuestro, o como decía Gil de Biedma: sí sé de la vida, pero donde está.


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  3. Lo importante Fili es haber sido feliz y mas aun envejecer sabiendo que nadie ha sido desgraciado por nuestra culpa, lo demás saber que empieza a haber un tiempo que deja de ser nuestro, o como decía Gil de Biedma: sí sé de la vida, pero donde está.


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  4. ¡Qué gracioso, Antonio. A propósito de esto no ha mucho me decía un amigo común que le pedía a Dios que ya que le había quitado la fuerza, que le quitara también el deseo. Yo no estoy de acuerdo. Sin deseo ¿qué nos queda? El deseo es equivalente a la ilusión, a las ganas de vivir, a que otros puedan seguir haciendo las hazañas que ya se nos escapan pero que las vivimos como propias. El día que perdamos el brillo de los ojos ante una niña bonita estamos muertos.

    En cuanto a lo que dice César, es verdad. Cuando filosofo a solas conmigo mismo pienso que la mejor misión que no puede echarse en esta vida es hacer felices a los demás. O por lo menos, no hacerlos desgraciados. Cierto.

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  5. la mejor misión que uno puede... (fe de errata)

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  6. Y tu, por lo mas, has sanado a mucha gente, o sea que eso que te llevas por delante y por lo cual puedes sentirte afortunado. Yo me acuerdo de una señora de Barcelona, que hablando de los psicólogos, decía bastante despectivamente: vosotros que curáis a la gente hablando, y con todo se que alguna vez es posible que haya llevado algo de tranquilidad a alguna persona, o eso quiero creer.

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  7. Buenas tardes, José Mª.

    No sé por qué, pero en mi agenda (manual, de las de siempre) aparece que hoy, día 10 de noviembre, es tu cumpleaños. Ignoro si es cierto o si se trata de un simple gazapo. En el primer caso, te felicito muy sinceramente: no sé cuántos cumples, pero te aseguro que los llevas muy bien. Que la salud y el buen humor te acompañen siempre, amigo.

    Y si resultara que no, que se trata de una broma que alguien ha colocado en mi agenda, pues también te felicito, qué caray.

    Un abrazo y disfruta de lo que queda del día, sea o no tu cumpleaños.

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  8. Así es. Tal día como hoy del año del Señor de 1952, mi padre me inscribió como nacido en el ayuntamiento de Palenciana. Nací el 9, pero registrado el 10. De manera que acabo de cumplir 63 tacos muy bien llevados.
    Muchas gracias, Cele. Abrazos para ti y para tus hermanos.

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  9. Pues espero que hayas tenido un muy feliz cumpleaños y, sobretodo, que cumplas años hasta aburrirte. Un fuerte abrazo desde Donosti.

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  10. Pues espero que hayas tenido un muy feliz cumpleaños y, sobretodo, que cumplas años hasta aburrirte. Un fuerte abrazo desde Donosti.

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  11. Pues espero que hayas tenido un muy feliz cumpleaños y, sobretodo, que cumplas años hasta aburrirte. Un fuerte abrazo desde Donosti.

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  12. Felicidades por tu cumple José María.
    Y alégrate de parecer cabal y respetable.
    Esa sensación de sentirse buena gente cuando a uno le miran desde la distancia de los años los jóvenes, aunque vistan de uniforme si que es verdad que machaca un poco.
    Incluso en el extranjero, se te quedan mirando los gendarmes y te dicen que está bien, ni puñetero caso al carnet que uno enseña por si acaso.
    Es el aspecto que se trasluce desde nuestro interior a los ojos expertos de estos psicólogos o psicólogas de uniforme.
    Yo siempre pensé que algo se nos quedó puesto encima y transparente en aquellas laderas junto al río Bembézar, que la gente lo nota.
    Y no nos paran por eso.
    Sobre las edades de cada cual es bien cierto que no siempre se coincide con lo que pone el carnet de identidad, que mucha gente quemó el kilometraje antes de tiempo, y que también se da el caso de quien con suerte se reservó para después y hoy vive de aquellos ahorros.
    Con la sola ilusión de seguir descubriendo el mundo como si fuera el primer día, pero con la experiencia de conocer lo limitado del camino.
    Un abrazo.
    Juan Martín

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  13. Debe ser verdad, Juan Martín, eso que dices de quemarse antes de tiempo, o lo de vivir de lo ahorrado. Un amigo muy cercano de nuestros tiempos de los Ángeles me ha confesado que él no se hizo ninguna "cochinada" a mano durante todos los años que permaneció en el seminario. Y ahora, con lo ahorrado, está el tío que se sale. Sin embargo, otros -me temo- nos estamos quedando ya sin cohetes. Entre otras cosas porque quemamos muchos en aquellas laderas bucólicas junto al Bembézar.

    Un abrazo.

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  14. Amigos de la quinta de los dinosaurios, escuché en una ocasión a la estupenda y mayorcita Claudia Cardinale que las personas se hacen viejas cuando empiezan a "hacer ruidos" y "pierden el interés por el sexo." Afortunadamente dijo "interés" no potencia, por lo que algunos aún no cumplimos esas condiciones.En cuanto a que la guardia civil no repare en uno, a mi me trae sin cuidado., lo que de verdad me fastidia es que cuando te cruzas con una chica guapa ni se de cuenta, en cambio cuando paseo con mi hijo Luis todas nos miran, o sólo a él. No sé. Felicidades por tu cumple pero estaba en Saint Dennis y se me pasó. Un abrazo

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  15. En efecto, mantenemos el interés por las féminas. Pero ruidos raros sí que hacemos ya, eh. La Peque dice que resoplo mucho durmiendo. Eso será.
    Por cierto tú también cumples años por estas fechas. No te lo calles, tío.

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