lunes, 23 de enero de 2017

Antihéroes

He de decir, ante todo, que en esta ocasión os escribo de oídas. No conozco apenas nada de las personas de quienes voy a hablaros ni de sus trayectorias profesionales ni, mucho menos, de sus inclinaciones políticas. Lo que sé lo he conocido por los periódicos y por informaciones puntuales que me envía mi amigo Pintor. Hoy os voy a relatar las hazañas tan singulares de dos personas, dos médicos indignados, cuyas acciones reivindicativas han levantado el clamor popular y tienen en vilo a las autoridades sanitarias. Dos antihéroes.


Jesús Candel se hace llamar Spiriman por recordar a su abuelo, un buen hombre que fundó una asociación benéfica para ayuda de discapacitados y la bautizó con el nombre de Spirigol, un juego de pelota para niños. Rondará los treinta y muchos. En los vídeos que he ojeado no me gusta su aspecto, parece un terrorista palestino -con perdón-, con sus gafas de sol, su tez oscura, su cabello rizado y su barba moruna. A este no le dejan entrar en Estados Unidos, seguro que no. Y menos ahora. Es un médico que trabaja en las Urgencias de un hospital público de Granada. Y se ha levantado contra la Administración. Y tiene soliviantada a la gente. El detonante ha sido el proceso de fusión de los dos grandes hospitales granadinos, algo que la población, en general, y gran parte del personal sanitario han entendido como lesivo para los intereses de los usuarios por lo que supone de pérdida de referentes previos, cambios en las asignaciones de médicos y de servicios, traslados penosos y fastidiosos... sin que se entienda ninguna otra razón de peso para ello que no sean los famosos recortes. Y creo que este hombre, este médico de urgencias que debe estar hasta la coronilla de arbitrariedades sufridas y las que le quedan por sufrir, ha aprovechado la coyuntura para explotar contra la Administración opresora. En los vídeos de you tu be denuncia con verdadera saña la indigna realidad de las urgencias de su hospital y culpa directamente de ello a la dirección del centro y al viceconsejero del ramo. He de admitir que no me gusta su prosodia. Se pueden decir las cosas más duras con corrección, con una boca limpia, sin zafiedad. Pero comparto sus mensajes. Su influencia se ha extendido también a Jaén, a Huelva, a Málaga, donde se están produciendo sucesivas olas de "mareas blancas" reivindicativas.

No he sido nunca partidario de las llamadas mareas blancas porque he entendido que sus organizadores y participantes se parapetan en supuestos intereses de la población para conseguir beneficios laborales o gremiales. Pero esto de Jesús Candel es otra cosa. En las manifestaciones de Granada y de las otras ciudades andaluzas participa no sólo la bata blanca sino el pantalón vaquero y la camisa de cuadros, la gente de la calle. A esto sí me apunto. Desde luego que puedo equivocarme, pero no veo a Spiriman como abanderado o infiltrado de un partido o de una tendencia política concreta, como se le ha querido tachar desde el SAS, sino como un médico harto de padecer indignidades en él mismo, en sus compañeros y, sobre todo, en la gente que acude a las Urgencias hospitalarias. Harto, jodido... Y valiente.


Mónica Lalanda es también un médico de las Urgencias de un hospital público de Segovia. He leído su blog, "Un médico a cuadros", se llama. Desde hace años viene denunciando en el mismo situaciones y conflictos que vive y sufre a diario en su hospital. Y lo hace a través de textos muy cortos, casi telegráficos y, sobre todo, a través de viñetas como las de los comics. Es un artista también. Os recomiendo que lo visitéis. El blog, me refiero. No sé cómo es ella; no he visto ninguna foto suya, pero me cae bien. Solo viendo lo que escribe y lo que dibuja, me cae bien, ea. No puede ser de otra manera. Fijaros en lo que escribe: que quiso ser médico desde que le alcanza la memoria; que ha pasado 17 años de médico de urgencias en Inglaterra, y ahora lleva ocho en España; que si las cosas se pueden hacer mejor hay que hacerlas, que callarse y aceptar da úlcera; que se siente médico de pies a cabeza, pero que ya no puede más. Ha renunciado a su contrato y está en la calle.

Recientemente ha sido noticia en nuestros medios médicos porque el Colegio de Médicos de Segovia le ha abierto un expediente disciplinario por haber insultado gravemente al jefe de servicio y a algunos compañeros de las urgencias de su hospital. He leído completo el artículo de su blog que ha motivado tanto revuelo. Y, sinceramente, me parece de una dignidad y una valentía asombrosas; y no veo en él nada que pueda recriminársele. Yo diría aquello tan castizo de "quien se pica, ajos come". Mónica realiza una entrada que se llama: Querida explotación laboral, te dejo. Y escribe que renuncia a su contrato de trabajo. Y expone sus razones. He aquí algunas de las perlas que nos deja: "He renunciado al pisoteo de un jefe que maneja su servicio como si fuera su cortijo; un jefe que no lidera, tiraniza." "He renunciado a trabajar en un sistema de médicos de primera que viven a costa de médicos de segunda". "He renunciado a trabajar con excelentes profesionales que han ido olvidando lo que fue su orgullo profesional y su dignidad laboral y ahora bajan las orejas con miedo". 

¡Joder!... Para cualquier médico que haya trabajado en cualquiera de nuestros hospitales sabe que esto son realidades aplastantes. ¿De qué nos escandalizamos, por Dios bendito?

Dos valientes, dos antihéroes. Habrá muchos más, desde luego. pero es necesario que salgan a la palestra, que se les vea y se les oiga, que nos despierten a todos, sanitarios y población, del sopor al que nos hemos acostumbrado. Al lado de ellos, uno se avergüenza de haber sido un médico indolente y acomodado en estos temas reivindicativos.

Es llamativo ¿verdad? que la llama haya prendido en las Urgencias. Algo lógico y previsible por otra parte. Es el lado más frágil y vulnerable de nuestro sistema sanitario. El lado oscuro. Urgencias de hospital es igual a caos. Tú vas de visita a una planta de hospitalización y, salvo excepción, sientes que las cosas están dentro de un orden, mejorable, pero bueno... que tu paciente está adecuadamente atendido, lo normal que uno espera, aún sin habitación individual... pero todo llegará, con su comida a sus horas, sus aseos, su limpieza, su atención médica, sus cuidados... En fin, lo que parece adecuado. Posiblemente comparable a lo que encontrarías en cualquier hospital de cualquier país europeo. Sin embargo, vas a Urgencias, sea como paciente, sea como acompañante, y sientes pánico. No es posible que las urgencias de un hospital funcionen como la planta, está claro; pero ha de haber un mínimo exigible. Y no llegamos. Ni de coña. Y mira tú que los recientes recortes de los contratos al 50 y al 75% nos han minado muchísimo en el ordenamiento laboral de las plantas y de las consultas, pero es leche y picón al lado del descosido producido en las Urgencias.

A mi modo de ver, las principales soluciones que veo en los servicios de Urgencias hospitalarias son: 
Que se constituyan como servicios homogéneos, homologados y autónomos, equiparables a cualquier otro servicio del hospital, con su personal propio y plantillas completas, sin dependencia alguna de la mayor o menos disponibilidad de residentes.
Los residentes deben de rotar por las Urgencias como lo hacen por cualquier otro Servicio o Unidad. No pueden ser el sostén médico de la Unidad.
Derivado de lo anterior, una eficaz capitalización médica: contratación de médicos capacitados y no usar a los residentes como comodines.
Y sobre todo, mejoras sustanciales en temas de tanto calado como son la confortabilidad y la intimidad de los usuarios. Ahí estamos bajo mínimos. De tanto verlo nos hemos acostumbrado a considerar como "normales" situaciones diarias que rozan la indignidad, la sala de observación 2 -denominación más que benévola- atestada de enfermos hacinados, unos en butacas, otros en camillas, estos más afortunados, en camas normales, acaso -no siempre- separados unos de otros por unas cortinas correderas, habitualmente abiertas, eternas noches de insomnio con quejas, ayes, toses y ronquidos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, pacientes todos ellos expuestos a las miradas de los otros... Algo realmente difícil de creer.

¿Cómo es esto posible? De manera que las señoritas de admisión son renuentes a darte el nombre de determinado paciente amparándose en la dichosa ley de protección de datos, o a mí mismo una administrativa de las consultas me pueda llamar educadamente la atención por salir al pasillo y vocear el nombre de un enfermo, por lo mismo, por la privacidad, y sin embargo podemos consentir la más absoluta falta de intimidad en las Urgencias. ¿Qué pasa aquí, por qué nadie protesta?

La gente que acude a Urgencias no tiene cuerpo ni ganas de protestar, lo que quiere es salir cuanto antes de aquel infierno. Es lógico. El paciente porque no está para líos; el acompañante, por no dar la nota y salir perjudicado. Una vez en casa o, en su caso, en la planta de hospitalización, suspira por haber sobrevivido... y a otra cosa. Y si alguien protesta -cosa que puede y suele pasar- lo hace contra quien lo atiende. No tiene otros alcances. Creo que a la gente que frecuenta las Urgencias les ha pasado un poco como a nosotros, los sanitarios; se ha acostumbrado a lo que hay, se resigna a pasar por ese pequeño calvario como mal menor a fin de conseguir la mejoría de su mal o el ingreso en planta. Mi opinión al respecto es que nuestra población se ha vuelto muy poco exigente. Se conforma con la disponibilidad del servicio cualquier día a cualquier hora. Eso es suficiente. Eso y que le hagan pruebas. Cuantas más, mejor.

El personal sanitario -metámonos todos y sálvese quien pueda- se ha acomodado y ha decidido mirar para otro lado. Hablaré por mí. Me considero un buen médico y una buena persona, y creo haberme esmerado mucho por la atención y cuidado de mis pacientes. Conozco bien todo el entorno de las Urgencias de mi hospital porque la Peque ha trabajado en ellas durante los últimos diez años y porque uno de mis cometidos profesionales ha sido ser consultor o referente de medicina interna para los médicos de puerta. Prácticamente se puede decir que he ido a las Urgencias cada día de trabajo. En mi casilla de haberes pondremos algunos logros, no lo ocultaré. Pero en el "debe" tengo que admitir que me he refugiado en mi buen hacer médico en mi planta o en mi consulta como médico de primera (usando el léxico de Mónica), que me he autoconvencido de que mi obligación tiene un límite, que no debo injerirme en asuntos de otros, que mi misión no alcanza para arreglar todos los problemas del hospital, que bastante tiene uno con lo suyo, que cada palo aguante su vela... Cosas que decimos todos cuando no deseamos arrimar más el hombro.

¿Pero, y los sindicatos? ¿Por qué han callado? Bueno, decir que muy de vez en cuando ha aparecido en prensa alguna queja sindical, sobre todo en las épocas invernales con la afluencia masiva por las gripes o en los veranos por el cierre de camas. Apariciones muy puntuales. Mi opinión particular es que los sindicatos se han aburguesado y echado en brazos de una Administración que los subvenciona graciosamente. Los sindicatos de sector apenas tienen fuerza, y para los sindicatos de clase defender los intereses del personal sanitario, gente privilegiada sobre todo los médicos, no estaría bien visto. Han perdido por completo la visión de que cuanto mejor tratado se encuentre un profesional, mejor lo estarán sus pacientes. Eso se la repampinfla.

Y lo peor es que a los políticos les sucede lo mismo. No parece que haya voluntad política de arreglar tanto desbarajuste en las Urgencias hospitalarias. ¿Pero por qué no? En mis cortas entendederas no comprendo por qué tan generoso dispendio a otras Unidades como pueden ser las de cardiología, las salas de cateterismo, las unidades de transplantes, las UCI... que está muy bien, que nos hacen mucha falta y que dan prestigio internacional a nuestra sanidad, que sí, que de acuerdo. Pero, por favor, ni los médicos ni los usuarios de las Urgencias pueden ser personal de segunda. Y es lo que parece. 

De ahí el valor y la importancia de las voces rebeldes de estos médicos valientes, el doctor Candell y la doctora Lalanda, que han sacado las vergüenzas ocultas de la administración sanitaria andaluza y española exponiéndose a las consecuencias propias que se gasta esta casta con los disidentes, a costa de perder sus propios culos.

De verdad, no podemos permitirnos perder nuestra auténtica joya, no la de los políticos, la nuestra, nuestra sanidad pública, nuestras Urgencias.

Un abrazo.


3 comentarios:

  1. José María, he podido constatar a lo largo de todo tu escrito, el sentimiento de dolor y de impotencia que manifiestas como buen profesional, y como un buen conocedor de los interiores de nuestra sanidad pública.
    Sacas a relucir a través de los datos sanitarios, las mismas carencias que se tienen en todo el ámbito de los servicios públicos españoles.
    Desde la piel de los pacientes, de los alumnos, de los grandes disminuidos, de la tercera edad, etc. etc.
    Los profesionales con cara y ojos se revelan por las carencias, a veces con solución, que desde la diosa administración no se contemplan.
    En política son cuatro años, y después: ¿Quién sabe lo que pasará?
    Ahí creo yo que radica mucho mal. Nadie quiere quemarse en una batalla que implica a todo el mundo y es de largo recorrido.
    Con cuatro años de mandato no se puede hacer nada, y para que luego venga otro que desmonte lo anterior.
    Tienes mucha razón en todo lo que apuntas.
    Sufre la gente inocente que no tiene a donde ir.
    La privada resuelve al momento, pagando claro.
    Pagar impuestos directos e indirectos los pagamos todo el mundo, pero normativas y planes sanitarios hechos a largo plazo no se proyectan.
    Vamos de remiendos.
    Nos sobra mala gestión, y nos falta una planificación política compartida con los cuerpos técnicos, y con todos los partidos con entrada en el Parlamento.
    Para que nadie gestione mal en favor de ningunos intereses privados, que solo buscan dividendos.
    Es una lucha larga por nuestra calidad social, en todas y cada una de las regiones que forman todo el territorio nacional con los diferentes partidos políticos de por medio.
    Sin contar con los casos de malversación vistos en la prensa, y en los juzgados.

    Un abrazo.
    Juan Martín.


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  2. Poco más que añadir, gracias por lo bien explicado.

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  3. Hola Fili:
    La sanidad publica,una de las patas que aguantan el estado del bienestar,necesita medicos como estos, implicados en la lucha diaria.
    Tu aportacion es escribiendo.
    Aunque en principio fue el verbo, tu verso es verdaderamente bueno.
    Hasta pronto querido amigo

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