Hay personas cercanas a mí que critican la ley de Igualdad, uno de tantos chiringuitos inútiles, dicen. Alegan que no es necesaria tal ley puesto que nuestra constitución española ya deja claro el tema de dicha igualdad en todos su ámbitos. Y uno, de tanto oírlo, llega -casi- a convencerse de tal aseveración. Pero no. El movimiento se demuestra andando. La carta magna, como papel que es, aguanta todo lo que se le eche. La vida a pie de calle desmiente en muchos aspectos la buena intención de los derechos teóricos en las mujeres. Veamos.
Digamos que la Peque se engollipa con la informática. Si está leyendo unas determinadas instrucciones para rellenar una solicitud se le agolpan las palabras, se cabrea, y mucho más, si le recomiendan pinchar en tal o cual enlace. Se desespera. Ella es mujer de melón y tajada en mano. Nada de rodeos. En esta ocasión que nos ocupa, ni siquiera yo -algo más experto y paciente-, he podido ayudarle. Un galimatías de solicitud. De manera que decidió personarse directamente y sin cita previa en una oficina de la administración del Estado, aquí en Antequera, competente en la materia. Y fue un hombre el encargado de atenderla. Bueno... Es un decir. Más que atenderla, lo que hizo fue menospreciarla. Según me contó luego, se sintió humillada. Maltratada. Curiosamente, fue el conserje de esa oficina quien se comportó de una manera amable y empática con ella, comprendiendo las razones por las que se presentaba sin cita previa y facilitándole el acceso a consultas presenciales con el "superior". Superior en despacho, en sueldo, en porte y postureo, en chulería, pero muy inferior en categoría humana. "Ni siquiera permitió que me sentase; de pie todo el rato. Me trató con una mezcla de desprecio y lástima, con una falsa amabilidad, claramente impostada, como si yo fuese tonta, con una petulancia y prepotencia fuera de lugar, porque ni siquiera supo -o quiso- resolverme el asunto. Me hizo sentir muy mal".
Ninguna persona merece un trato así por parte de un empleado público. Ni hombre ni mujer. Nadie debe ser objeto de menosprecio por nadie; y menos por boca de un servidor del Estado. Y menos que nadie, la Peque. Ya quisiera ese hombre engolado poseer la categoría humana de ella. En su trabajo la Peque siempre se ha desvivido por los cuidados cariñosos a las personas a su cargo. Este individuo chulesco no conoce ni papa de la Peque. Tendría que haberla visto con sus bromas y cariños a los ancianos solitarios en las Urgencias o atendiendo a los familiares angustiados de pacientes muy graves o peinando y perfumando a viejitas sin visitas o alojando en su propia casa a la mujer y los niños pequeños de un marroquí que a su paso por Córdoba enfermó de gravedad y hubo de ingresar varios días en observación del Reina Sofía... Se le hubiera caído la cara de vergüenza de ver que hay personas dignas de ser llamadas como tales, personas empáticas, serviciales, honestas y generosas. No como él, escoria moral que mancha impune e injustamente la figura del buen funcionario. Porque un servidor público, como muchos de nosotros hemos sido, debe mostrar siempre su mejor talante, aún haciendo muchas veces de tripas corazón; debe manifestar cortesía en el trato. Es lo mínimo.
Y el caso es que este hombre -y otros como él- menosprecia a las mujeres sólo por el hecho de ser mujeres. "¡Anda, hombre! -me diréis-, estás confundiendo machismo con falta de educación". Puede ser, os concedo. Pero yo creo que no. Con los varones su trato es diferente. La Peque vio cómo dos hombres que la precedieron fueron atendidos con mucha deferencia por parte de este mamarracho, quien los acompañó hasta la puerta. Como debiera ser siempre con cualquier persona. Pero resulta que no es así, que a las mujeres, en general, las tiene como seres inferiores. En algún sitio he leído una reflexión escrita por una mujer, alto cargo en política europea, que decía que cualquier mujer en la actualidad, sin importar su origen o su clase social, ha sufrido alguna vez en su vida acoso sexual o maltrato por parte de algún hombre. Y esto es terrible. Cuando lo comento entre mis amigas lo corroboran en sus propias carnes, y dicen que sí, que es verdad. Un primo cercano, un vecino amistoso, un compañero de trabajo, un maestro de los de antes, incluso un cura han sido capaces de acosarlas. Cualquier mujer que me lea puede reflexionar sobre esta afirmación y decidir si es verdad o no en su caso particular. Terrible. Terrible que haya hombres así.
Y estas cosas, estos comportamientos no los corrige ninguna constitución por moderna y progresista que sea. Este machismo engastado en nuestra cultura solamente puede ser abolido mediante la educación y la formación continuada sobre la igualdad y el respeto entre personas. Y más enfáticamente dirigida a los varones para que desde la escuela aprendan a no hacer distingo alguno a la hora de tratar por igual a chicos y chicas, hombres y mujeres. Para algunas personas cercanas parece tarea conseguida. A la vista está que no. Por tanto, bienvenido el chiringuito de la Igualdad, y cualquier otro que ayude a erradicar de una vez el machismo -latente o evidente- que aún pervive entre nosotros. Yo puedo imaginar un hospital, un hotel, un supermercado, un bloque de viviendas, las calles... solamente poblados de mujeres. Un mundo sin hombres. Pero me resulta del todo impensable un mundo sin mujeres. Para nosotros, los hombres, las mujeres son la sal y el azúcar de la vida. Cuidémoslas.
Correcto, pero hoy mismo una mujer desde su tribuna de cajera del Sabadell me ha discriminado a mí, intentando ningunearme hasta que le he pedido una hoja de reclamaciones y he montado un poquito de escándalo. Prefiero no detallar el evento.
ResponderEliminarCreo que el RESPETO y cumplimiento honesto de nuestras obligaciones convertiría nuestra sociedad en algo menos deprimente.
Lamento el disgusto que le ha dado el machirulo de mierda a la Peque en la entrevista. No merece que le hagamos mayor caso.
Gracias, Pedro. Es verdad. Todos deberíamos mostrar respeto y cortesía en nuestro trato, y más quienes, por su oficio, son servidores públicos. Que, por desgracia, también hay mujeres con conductas machistas, pues sí. Pero son habas contadas. Un abrazo.
EliminarEn España hay un problema de educación. El respeto, la cortesía, el sentido de que somos parte de una comunidad que busca el bien común y que no somos individuos aislados es parte de una sociedad civilizada. Y aquí cada vez somos más individualistas, más sectarios. Y las personas que debieron y deben ser ejemplares, los líderes religiosos, políticos, empresariales, en general, parece que tampoco lo son. Eso pienso yo cuando oigo las consignas que cree la gente en lugar de oír razonamientos. Así nos va. Lo de la Peque es un caso más. Observad las colas de las instituciones públicas y privadas. La falta general de respeto al ciudadano. No os PARECE?
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, Pepe. En situaciones como éstas y otras que tú describes, a uno, patriota de los buenos, de los que gasta su dinero en su barrio, que se siente persona decente y solidaria, le entran ganas de irse a vivir a cualquier otra parte del mundo. A Portugal, mismo.
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