lunes, 7 de agosto de 2023

Dar a alguien La Majestad

Una de las cosas que procuro plasmar en mis escritos es la paulatina y casi desapercibida recopilación de palabras y frases arcaicas de nuestro pueblo: las palabras muertas.

Se trata de expresiones que antaño eran de uso corriente, pero que hoy se han perdido sepultadas por los escombros de la modernidad. Creo que con Mercedes la inglesa, la madre de mi cuñada Dolores, se nos fue el último testigo de muchas de aquellas sabias locuciones. Y se nos fue también con ella una de las mujeres más fieles y tenaces en el cultivo de nuestra antigua prosodia de la "e". Otros ejemplares dignos de mención en este apartado fueron los casos de Luisa, madre del "Chavea"; Dominga Hurtado con sus caetes de pastilles; "La Paloma", casera en La Capilla; Bienvenida, madre de "Los Bolos"... Hoy, sólo se me antojan Dolorcitas "La del Tomate", Isabel "del pescado", La "Pindera" y Josefa Vílchez, la madre del Yondy, como especímenes menores de aquella forma tan genuina, tan nuestra, de conversar.

Ayer mismo, en el tanatorio, sitio pintiparado para reflexiones jocosas e irrelevantes, viví una escena de otro tiempo. Charlaba yo animadamente con Antonio y José, los hermanos "Bolos", acerca de las bondades de un ejercicio físico moderado para las personas de nuestra edad. Antonio no se pierde una sesión de Aquagym y José camina un par de horas cada día. Y la cosa fue a más cuando ellos, tan cachondos como siempre, se metieron conmigo a cuenta de mi afición al golf, algo "que no te pega nada, cuando tú, de siempre, has sido un pelotero de categoría". Se entrometió en la cháchara Manuel Gámez, no el maestro, sino su primo el "trotacaminos", un joven sesentón que se hace veinte kilómetros diarios "a uña". Y nos dijo que días pasados, había alargado tanto sus pasos que llegó hasta "La Cañada de Pareja", un par de kilómetros más allá de La Capilla.

-Tampoco hay que pasarse, hombre -le dijo José.

Y entonces, se arrancó Antonio para relatar el caso de otro paisano, cuyo nombre omitiré, al que vio hace unos días subir en bici toda la ronda noroeste -por donde el pipican nuevo-, y, no contento, volver a bajarla para subir luego toda la calle La Pendencia parriba.

-Mira, nene -sigue Antonio con su relato-: cuando llegó a la esquina Rute, venía asfixiado, sin resuello, daba susto verlo tan fatigao.

Y entonces es cuando salta su hermano José con toda la gracia del mundo:

-Vamos, que llegó como pa darle La Majestad.

¡Dar la Majestad!!! ¿Cuánto tiempo hace que no escucháis semejante palabro? Bueno, la gente nueva no tiene ni idea. Pero es que la gente de fuera de nuestro pueblo, tampoco. Yo creo que es una expresión exclusiva de Palenciana.

De monaguillo, yo he acompañado a don Juan González Prieto a dar la Majestad. Era una ceremonia muy particular y solemne. Algunos domingos, antes de la misa, el cura salía por el pueblo a dar la comunión a los enfermos impedidos que no podían acudir al templo. Era dar el Viático, en alusión a la cajita de plata donde se transportaban las hostias consagradas. Una ceremonia discreta en la que el cura iba acompañado por un monaguillo. La Majestad era algo reservado para aquellos enfermos en estado de agonía, in artículo mortis, junto a la Extremaunción. Acto de una solemnidad sacramental y una escenografía ciertamente teatral, causaba impresión a los paisanos, que, recogidos en sus puertas, se arrodillaban a su paso. Recuerdo que en los primeros tiempos, el cura paseaba bajo palio llevado por los monaguillos o los seminaristas menores. Otros dos monaguillos se colocaban a cada lado del sacerdote portando sendos faroles encendidos. Y aún otro más iba por delante del cortejo haciendo sonar una campanilla de tono fúnebre. En casos de enfermos con especial pedigrí, una fila de hombres recios seguía el paso con grandes faroles de asa en la mano. Os parecerá una escena del alto Medievo, pero no, es de hace sólo sesenta años. Vestido con sotana, roquete blanco y estola de color morado por el cuello, don Juan caminaba con recogimiento místico las calles llevando las hostias consagradas en el viático, recogido con sus dos manos y pegadito a su pecho. Y así, en cada casa donde hubiese un moribundo.

Majestad es el trato que se le da a un monarca. Es de suponer que en este caso dar la Majestad a un enfermo es proporcionarle el placer de degustar al mismísimo Rey del Universo. El salvoconducto para san Pedro.

¡Qué viejos semos! ¡Y qué calientes, Manuel! 

14 comentarios:

  1. No voy a decír que me gusta, porque la verdad es que me encanta leer estas vivencias y palabros de nuestra época.
    Si algún día tienes tiempo y ganas me gustaría leerte algo sobre nombres de utensilios y palabros de nuestra època.

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    1. Pues claro que sí.

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    2. 🤣🤣🤣 has entrado por otra puerta y por eso te sale con anónimo.

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  2. De anónimo nada. Soy yo, el Fili.

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  3. Aún quedan mujeres por Tarragona que dicen asitunes y papes frites.
    Por cierto, el hablar con la "e" es exclusivo de las mujeres??

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    1. No. No es exclusivo, pero se daba mucho más en las mujeres, quizás porque son más habladoras, quizás por su falta de escolarización en aquella época... No sé.

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  4. Yo he ido de monaguillo acompañando a don Joaquín Higueras para dar la magestad, extremaunción o santolium, pero de una manera más discreta y sin tanta parafernalia

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  5. Sale anónimo pero soy Miguel

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  6. El término coloquial que se utilizaba en Villanueva del Rey, mi pueblo, cuando se hacia esa ceremonia, en la que participe como monaguillo bastantes veces, era que le iban a llevar la "Sumajestad". Gracias Fili por el relato.

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  7. Oímos un diálogo de dos mujeres mayores que decían:
    -Po, anda que no ta queao bonita la casa. Yastá terminá.
    Po no quea na. Me falta enlusilla, barrella, fregalla, limpialla...
    Añado: Puro castellano antiguo.

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  8. Me ha gustado mucho. Has hecho que mirara unos años atrás y recibiera esas sensaciones y vivencias.
    Me gusta leer tus relatos de vez en cuando.
    Un abrazo. Aurora Ruiz

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    1. ¡Qué de tiempo, Aurora! Me alegro mucho de saber de ti. Un abrazo.

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  9. La parafernalia del viatico con palio ,y en procesión,sólo se usaba un domingo dentro de la Pascua para llevar la comunión a todos los enfermes, que por Pascua no habían podido recibirla, y también se usaba palio muchos faroles,cuando era para un hermano del Santísimo Sacramento,y el viril con la Sagrada Forma iba dentro de un pelicano ,y todos los hermanos Del Santísimo Sacramento lo acompañaban,si era un viatico normal solo había seis faroles, las gentes salían a las puertas con candiles o velas para alumbrar la calle

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  10. Por aquí se decía el santoleo.

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