miércoles, 3 de junio de 2020

El Graduado

Ayer noche pusieron en la segunda cadena la película "El Graduado". 

Es la cuarta vez que la veo. Creo. Y la seguiré viendo si me entero que la echan de nuevo. No sé... La tengo muy dentro de mi. Como cosa mía de siempre. La vi por primera vez en el cine Cabrera de Córdoba, en el 69 o 70, a mis dieciséis años, siendo seminarista. Y fue de esas cosas que impactan necesariamente a un adolescente. Y creo que para bien. ¡Por fin un cuerpo de mujer desnudo! ¡Aunque solo fuese de espaldas! ¡Al fin, escenas de cama, muy ligeras y piadosas para lo que hoy se estila, pero tan necesarias para nuestra atormentada concupiscencia! Para mi forma de concebir el sexo entonces como macho superhormonado y reprimido, me parecía impensable que un joven de veinte años pudiera estar acostado con una mujer guenísima -Anne Bancroft insuperable como señora Robinson seductora-, y hablando tranquilamente de cualquier cosa, en lugar de chingar y chingar sin parar. Naturalmente, la segunda parte de la película, la del noviazgo con Elaine, ahora lo más preciado a mi vista, me pareció entonces mucho menos interesante. Uno sólo tenía ojos para la carne. ¡El ansia viva!!!

El Graduado no es una película universal ni atemporal. No. Tuvo su tiempo, su momento, sus personajes y su público. Un impacto limitado. Y se acabó. Su temática (la vida adinerada y aburrida de universitarios hijos de padres ricachones, en una sociedad decadente que cuestiona ya el modelo de familia tradicional, heredada después por  American Pye) es algo ya muy superado. A nadie le extraña, le afecta ni le importa. ¿Qué posee, entonces, que sigue gustando verla? Bueno... En mi caso particular, la nostalgia de un pasado muy querido, el imaginarme en aquella Córdoba cercana y amigable, y luego, las escenas tan bien rodadas y encuadradas de ese amor juvenil limpio de sexo, tan alocado, tan desesperado, que me evocan los amores románticos de nuestros tiempos, en los que una mirada, una sonrisa, una lágrima, un roce de manos eran el éxtasis, el embeleso, el no va más... De ese malhumorado "¿Por qué has venido a verme?"... Al "No te vayas todavía hasta que tengamos un plan"... Embeleso en los gestos y en la mirada de una Catherine Ross deslumbrante y desconcertada ante la avalancha de pasión de su novio prohibido, un Dustin Hoffmann que jamás ha corrido tanto y tan deprisa como al final de la película, para llegar a tiempo a la iglesia presbiteriana de santa Bárbara a desbaratar la ceremonia del casamiento de su Elaine con otro. Bueno, y desde luego, la banda sonora de Simon y Garfunkel, mis ídolos indiscutibles de aquellos años.
Further | 5 razones por las que ver 'El graduado' hoy

Avisadme si os enteráis de que la ponen otra vez. Que la veo.


5 comentarios:

  1. Que casualidad que yo tambien vi la pelicula en el cine Cabrera de Córdoba. Curiosamente, como había tanta gente, entré a mitad y luego me tuve que quedar a ver la primera media parte. Me enamoré de Catherine Ross, me excité con Anne Brackford, me entusiasmé con la música de Simón y Garfunkel, desde entonces uno de mis grupos favoritos. La he visto mas de 4 veces, muchas más y la veré cada vez que la vea anunciada. Me impactó de verdad. Por eso, ayer no me la perdí y hoy tú con tus comentarios has revivido mis recuerdos. Muchas gracias, eres grande.

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  2. También yo la he visto varias veces y comparto tu extraordinario comentario. No está en Netflix. Investigaré si está en HBO. Y también la volveré a ver. Hay un par de razones que están soterradas que son muy actuales en nuestra sociedad: en la historia está la hipocresía de quienes actúan mal e inducen a a actuar mal a quien no lo desea y la posterior culpabilización del menos culpable. Y me emociona enormemente la carrera y los gritos de Dustin Hoffmann, la locura de un amor imparable.

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  3. Está claro: Alfonso y Pepe son todavía más carrozones que un servidor. Jajaja. La temática que apunta Pepe, la de la hipocresía, ciertamente es algo universal. Pero nuestro mundo la tiene tan asumida como "normal" que ya no produce impacto alguno. Y las escenas picantes que a nosotros nos despertaron a la sensualidad, hoy nos inducen más a piedad que a pasión. Sigo pensando que nos gusta ver la película por lo que en su día supuso para nosotros.
    Un abrazo.

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  4. Se quedó sin gasolina... Jajaja

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