viernes, 11 de octubre de 2013

Las mangas, largas

Nunca hubiera podido imaginar algo así.
 
A esta mujer que entra en la consulta por primera vez se le nota madurita, cuarentona no más, pero resultona.  No sabría explicarlo mejor, estilosa, con sencilla elegancia. La primera impresión es de agrado. Y viene sola.
 
-¿Viene usted sola? -abro la conversación después de invitarla a sentarse.
-Ya ve que sí -contesta con extraño desabrimiento.
-¿Y eso? -insisto.
-¿Es que hay que venir acompañada? -ni una mueca en su expresión, más seria que un juez, áspera, oye. Ten cuidado, tío, me digo a mí mismo, quizás con ésta no puedas bromear. Pero me resisto, ya sabéis de mis cosas.
-Con un médico como yo, es conveniente. Soy un hombre peligroso para una mujer interesante -cualquiera otra se hubiese reído o, al menos, hubiera mostrado rubor o asombro. Nada, hierática como una estatua. Hasta que ya, por fin, se descubre el misterio.
-Por favor, doctor...
-Perdone, ¿la he molestado con mis bromas?
-No es eso... Es que... no me siento cómoda.
-Vaya por Dios, he sido muy torpe, perdone usted otra vez, no he sido muy considerado con usted.
-Que no, que no, que no es eso... -y durante esos segundos la incertidumbre me inquieta; nunca me había pasado algo parecido-, es que... me da cosa decírselo pero no puedo conversar con alguien que lleve mangas cortas.
-¿Cómo dice usted? -me quedo patidifuso.
-Eso, que no puedo. Le pediría, por favor, que se pusiese usted la bata.
 
Tan en serio veo la actitud de la señora que me levanto, cojo mi bata del perchero y me la encasqueto de mala manera. Me han cambiado la consulta provisionalmente por mor de unas obras y no tengo aire acondicionado. Por eso paso gran parte de la mañana en mangas de camisa. La noche y el día, oye; la mujer es otra totalmente distinta; ahora se ríe de mis bromas y se mete conmigo por ser tan atrevido con una mujer desconocida. "No, si ya me lo advierten mis amigos, pero es que me sale natural".
 
-Bueno, pero ya que nos conocemos ¿a qué viene eso de las mangas cortas?
-Es una cosa de mi religión.
-Anda ya, mujer.
-En serio, no debemos entablar siquiera conversación con alguien que lleve mangas cortas o pantalón corto, salvo que sea estrictamente necesario. Nunca por gusto. Nuestra religión nos manda mantener las antiguas formas y costumbres, mirar por la decencia.
-¿Es indecente ir en pantalón corto por la calle o en mangas de camisa?
-Sí; para nosotros, sí. Lo mismo que vemos indecente que las mujeres lleven pantalones, ni cortos ni largos; la mujer debe ir con su vestido o con su falda por debajo de las rodillas.
-Vaya si son ustedes antiguas... -protesto incrédulo-, pero ¿hasta el punto de negar la conversación? Joooodeeer, es que no puedo creérmelo, de verdad.
-Pues es así.
-¿Y qué religión es ésa?
-La religión Palmariana, ¿la conoce?
-Ni idea, la primera vez que la escucho.
-A lo mejor sí conoce la religión del papa Clemente, la del Palmar de Troya.
-Sí, claro, ésa sí.
-Pues ésa.
-Anda!, aquí tan cerquita y ¡fíjate!, ni idea. Pero oye, en serio, en los tiempos que estamos... no pueden seguir tan fundamentalistas, hay que abrirse un poco a la evolución, al progreso ¿usted se  cree que esas cosas son normales, mujer?
-Para nosotros lo que no es normal es la vida moderna que lleva la sociedad actual  en la que se han perdido los valores auténticos del cristianismo primitivo y  la más elemental decencia.
-¿Pero no cree usted que esas cosas de las mangas o de los pantalones son sólo formas, modas si quiere, y que lo importante no son las formas sino el fondo?
-Suelen ir parejos. Fíjese usted: ¿tiene buen fondo la sociedad actual?
 
 
Y me contó que tiene ocho hijos, que no puede usar anticonceptivos ni siquiera para tratarse una dismenorrea que la trae con anemia severa, que está separada porque su marido no aguantaba tanto celo religioso, que la comunidad le ayuda para sacar su casa adelante... Y ya lo dejamos porque la mañana se nos iba. La próxima vez que venga tengo que sonsacarle más cosas.

Pero fijaros, eh. Y nos creíamos nosotros que los fundamentalistas eran sólo las moras con los burkas. 

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