sábado, 17 de enero de 2015

Su primera experiencia

Nube. Así se llama el novio: Nube.
Conocimos a Nube, la Peque y un servidor, hace dos años en el carril bici de Valencina. Era pequeño, todo algodón, juguetón, muy nerviosillo, de mirada inteligente y  parco en ladridos. Por entonces nosotros teníamos a la Pegy a nuestro cargo por estar nuestra hija y Pepe de viaje por ahí. Intentamos su apareamiento con Nube, pero la cosa no funcionó. La excesiva ansiedad del macho novato contrastaba demasiado con la desidia de una hembra que parecía machorra -liviana, la llama mi suegra-. Es una perra cariñosa con las personas pero arisca a más no poder con sus congéneres los canes.

Pero nuestra Pelu es otra cosa. Aunque sobrina de la Pegy por línea materna, sus caracteres son completamente diferentes. Es una perrita la mar de alegre, siempre contenta, que congenia con todo el mundo sea criatura humana o canina. Y muy complaciente.

Aprovechando su actual periodo de celo y que ya tiene dos años y medio -unos 18 años traducido al género humano- nos hemos acordado ahora del antiguo novio de la Pegy, Nube, y, ni cortos ni perezosos, los hemos puesto en contacto. Bueno, seamos concretos, yo los he puesto en contacto. He telefoneado a Mercedes, la dueña de Nube, y está encantada con la posibilidad de quedarse con un cachorrito.

Como nosotros vivimos aún en un loft de 30 metros cuadrados, acordamos quedar en casa del novio, un chalet parecido al mío antiguo. Ayer tarde, a las siete y media, se conocieron, pues, los novios. Hacía frío fuera, en el porche y en el jardín, de manera que los entramos a ambos con nosotros a la cocina. Nosotros éramos Plácido, marido de Mercedes y yo. Se conoce que las mujeres -qué listillas son- quisieron dejarnos solos ante tan crucial acontecimiento. Mientras nos tomamos una cerveza, esta gente no se anduvo con miramientos. A lo suyo.

Mi Pelu, con un descaro desvergonzado, le planta el culo en los mismos hocicos del novio. Y uno piensa, ¡coño, no tardé yo ná en tener uno así, a pedir de boca...! Nube no se lo piensa un segundo. Empieza el juego olisqueando los bajos, pero enseguida se mete en harina con una serie de lametazos de abajo arriba, cubriendo con su ávida lengua las sabrosas y carnosas partes pudendas de su novia con una dedicación y  fruición encomiables. Y nosotros -por lo menos yo-, embobados con  esta escena tan pornográfica mucho más sustanciosa que  nuestras cervezas y  nuestra conversación insulsa. A continuación, los intentos sucesivos de monta son agotadores, es verdad. Uno sufre allí por el pobre novio. Dada su bisoñez y su ansia, todo son prisas. Se agotaba el pobre con tanto meneo infructuoso. Vino totalmente al pelo la estrofa de Sabina que casualmente sonaba en el equipo de música "De España a la Argentina, qué meneo, qué mareo, qué vaivén, qué jaleo, qué ruina". Parece fácil la cosa a simple vista, pero de eso, nada. Tiene que embocar la pichilla en el hoyo a pulso, sin verla, a tientas, sin poder ayudarse con la mano, como hacemos nosotros. ¡Menos mal que no nací perro!, no me hubiera comido una rosca. Es de admiración la velocidad y el ritmo de culeo del animalito. Pero no atina. El pobre. Y no sería por falta de colaboración de  la novia, qué va. La Pelu se queda quietecita, agachando el culo todo lo que puede y echa el rabo totalmente torcido para un lado a fin de dejar vía libre. Pero nada. Nuevo intento, enésima cabalgada... ¡Qué fatiga, nene, tenerlo todo tan a la mano y no poder...! A mí mismo se me estaba cogiendo ya dolor en los testículos, solidarios con los del animal. Le dan a uno ganas de ayudar, de levantarle las patillas un centímetro más, de aguantarle las manos... en fin, de hacer de mamporrero. Y quizás lo hubiera hecho de haber estado solo. Pero me daba vergüenza por Plácido. Nube da signos de agotamiento. "Creo que no va a poder, es mu nuevo aún" -se disculpa su dueño. "Yo también lo creo" -asiento yo. En éstas estábamos, a punto de recoger bártulos para irnos, cuando en el postrero intento oímos un chillidito de la Pelu y... ya estaban enganchados. ¡Qué alivio, de verdad! Ea, y ahora otra cervecita para disfrutar del regocijo placentero de nuestras criaturas.

Y me acuerdo de la primera vez que mi Meli, con tres añitos, sorprendió a su perrita Candy haciendo el amor con un novio callejero. "Papi, ¿qué hace la Candy?" "Pues... verás, en fin... así es como los perritos traen al mundo a otros perritos". "¿Así?" "Sí Meli, así". Y cuando creía resuelto el marrón, sigue preguntándome con total inocencia: "¿Y los niños también vienen así?". "Vaya, también". Y sigue, ¡como no son cansinos los chaveíllas cuando cogen una veta! : "¿ Y mami y tú me trajisteis así?". "Vaya que sí, todos los niños se fabrican de esa manera". De estas veces que ya no tienes más remedio que lanzarte a la piscina. Y remata: "Pero papi, ¿así enganchaos y revolcándose por el césped?". Y ya me dio el ataque de risa. "No, mujer, enganchaos sí, pero en el césped no, en la cama". "Más cómodo, claro" -sale como si nada la chiquilla.

Ha debido ser placentera para la Pelu esta su primera experiencia sexual. Seguro. Normalmente cuando salgo por la mañana temprano para el hospital ella se queda adormilada en el sofá o en la cama al calorcito de la Peque. Ni se le ocurre venir a despedirme. Esta mañana, sin embargo, desde que me oyó levantarme se puso dispuesta en la puerta esperando salir conmigo. Como la guarrilla del chiste. 

Es lo que yo digo, el sexo es la sal de la vida, ¿qué sería, pobre de nosotros, la vida sin sexo?  

1 comentario:

  1. Y tu a disfrutar haciendo de Celestina canina para satisfacer tu "tontódromo cerebral del sexo". Pues que haya suerte y tengas muchos nieterritos.

    ResponderEliminar