Mirad que estoy contento del oficio que en su día me escogió, y satisfecho del desarrollo vocacional que he hecho del mismo. Lo sabéis. Bueno, pues aún así, ha habido un tiempo en el que he sentido que mi verdadera vocación frustrada era la de pastelero. Soy así de goloso. Pero no pastelero de trabajar en la cocina y en el horno, se requiere para ello una pulcritud y minuciosidad de las que carezco; tampoco pastelero de mostrador -con lo poco mañoso que soy estropearía el género al colocarlo con tan poca delicadeza en las bandejas-, no. Lo mío sería de probador, de catador. Antes de exhibirse pinturero en las vitrinas de la pastelería, cualquier dulse debería haber pasado el exigente filtro de mi gusto, perito en paladares. ¡Uuuhhhmmm! Me pone solo el pensarlo.
Así ha sido hasta que hace unos días, desde que frecuento la piscina cubierta, he observado que no, que estaba equivocado: ahora resulta que mi verdadera pasión oculta es la de ser...: ¡¡monitor de Aquagym para chicas!!! ¡Joder, qué chollo!!
En nuestros tiempos no había estas modernuras, no hemos podido decirles a nuestros padres que queríamos ser entrenadores personales o monitores de Aquagym o gestores de Bolsa. Yo aprendí a nadar en el río de mi pueblo con mi amigo Agundo, y más tarde perfeccioné mi estilo en la piscina del seminario hasta donde me permitió mi pobre coordinación motora. Y cuando llegaron las piscinas a nuestros pueblos con la primera modernidad andaluza solo sabíamos tirarnos de cabeza, bracear, hacer el muerto... Y el ganso. Ni idea de monitores. Llegados a este punto, no puedo ignorar aquel tan sabio consejo que les daba el padre de Jaime a todos sus hijos a la hora de escoger profesión. Les decía: "Hijos míos, podéis hacer lo que a cada uno de vosotros más le apetezca, aquéllo para lo que sintáis verdadera vocación... Menos dos cosas". Los chiquillos, que eran siete u ocho chaveas -el hombre era cursillista-, se quedaban atentos y expectantes, a ver qué serían esas dos cosas prohibidas-. "No seáis nunca ni picador de toros ni linier de fútbol" -les sentenciaba. Y luego lo aclaraba: "Porque en esas profesiones dejarían en muy mal lugar a vuestra madre".
A lo que íbamos: Yo me quedo medio embobado en el borde de mi calle mirando las mudanzas y gimnasias de las chicas que hacen Aquagym, con el monitor al mando. Termino la calle exhausto, y con el pretexto de tomar un respiro, o dos, apoyo mis brazos sobre el borde y echo en ellos mi barbilla... Y a mirar. Si viniera mi mujer me lo reconvendría muy ásperamente: "Joer, Sema, que se te nota un montón; disimula, hijo". Pero como la Peque es hidrófoba y le teme al agua como gato escaldado, pues, tanto mejor. Yo solito sin nadie que me riña del disfrute de semejante espectáculo. Si las doce es la mejor hora porque hay menos gente, esta de las diez es la ideal para ver la algarabía del gineceo en el agua. Lo más atractivo, desde luego, es el calentamiento. Entiéndaseme: los ejercicios estrambóticos que realizan las gachises fuera de la piscina para ir cogiendo forma y soltura. Se ponen en fila enfrente mío. Ahora arrancan a saltar y a levantar alternativamente una pierna y la otra, como las chicas del Cancán. De pronto, a la orden del monitor se dan la vuelta y me echan el trasero. Y se ponen a hacer flexiones. Y el tío suertudo -me refiero al monitor-, por detrás de ellas, como haciendo que vigila las posturas, pero en realidad, bicheando... ¡Qué buen oficio, coño! ¡Qué envidia! Y uno creyendo que cuidar y atender con cariño a los enfermos era lo mejor del mundo... ¡Qué tarde me ha pillado todo esto! ¡Cuánta lozanía y yo tan viejo!... -se lamentaba con una prosodia más zafia el padre de un amigo en los primeros años del destape. Pues lo mismo.
En fin... No se enojen las mujeres porque mi mensaje parezca machista. Es posible que lo sea, pero los hombres normales de mi edad (abstenerse dementes, psicópatas y degenerados) somos unos viejos verdes. Hemos sido criados y educados en la cultura del sexo reprimido. Todos hemos sido protagonistas sin saberlo de "Edad prohibida", aquel famoso libro de juventud de Torcuato Luca de Tena. Cuando podíamos no nos dejaban el régimen ni el catecismo. Y ahora que nadie nos pone trabas no podemos. Y el deseo sexual, el más vitalista y regenerador de todos los deseos humanos, se nos escapa por los ojos y por la boca. Es verdad. Pero no es menos cierto el profundo y sentido sentimiento de cariño y de respeto que dispensamos hacia las mujeres. Ahora hablaré en primera persona del singular: la mujer es la persona que no solo da la vida, sino que da también sentido a la misma. "Solamente por ver a estos primores -decía hoy un viejo en el vestuario- vale la pena el euro que nos cuesta la entrada". Pues eso. En ocasiones, paseando por la calle fantaseo con que no hubiera mujeres en el mundo, que todas las personas con las que me cruzo o saludo fuesen hombres. ¡Qué aburrimiento! ¡Qué sinrazón! ¡Qué tristeza más grande! Todas las mujeres que son o han sido parte de mi vida son o han sido personas sencillamente ejemplares y maravillosas: desde mi abuela, mi madre o mis hermanas hasta la Peque o mi hija; desde mis amigas -tantas y tan buenas- hasta mis residentas y mis estudiantas .
Un beso muy fuerte para todas.
En fin... No se enojen las mujeres porque mi mensaje parezca machista. Es posible que lo sea, pero los hombres normales de mi edad (abstenerse dementes, psicópatas y degenerados) somos unos viejos verdes. Hemos sido criados y educados en la cultura del sexo reprimido. Todos hemos sido protagonistas sin saberlo de "Edad prohibida", aquel famoso libro de juventud de Torcuato Luca de Tena. Cuando podíamos no nos dejaban el régimen ni el catecismo. Y ahora que nadie nos pone trabas no podemos. Y el deseo sexual, el más vitalista y regenerador de todos los deseos humanos, se nos escapa por los ojos y por la boca. Es verdad. Pero no es menos cierto el profundo y sentido sentimiento de cariño y de respeto que dispensamos hacia las mujeres. Ahora hablaré en primera persona del singular: la mujer es la persona que no solo da la vida, sino que da también sentido a la misma. "Solamente por ver a estos primores -decía hoy un viejo en el vestuario- vale la pena el euro que nos cuesta la entrada". Pues eso. En ocasiones, paseando por la calle fantaseo con que no hubiera mujeres en el mundo, que todas las personas con las que me cruzo o saludo fuesen hombres. ¡Qué aburrimiento! ¡Qué sinrazón! ¡Qué tristeza más grande! Todas las mujeres que son o han sido parte de mi vida son o han sido personas sencillamente ejemplares y maravillosas: desde mi abuela, mi madre o mis hermanas hasta la Peque o mi hija; desde mis amigas -tantas y tan buenas- hasta mis residentas y mis estudiantas .
Un beso muy fuerte para todas.