La verdad es que voy con cierta aprehensión. No me gusta ir a los sitios obligado por nada ni por nadie. Hasta ahora, vivo mi jubilación a mi libre albedrío, sin más obligaciones que mis visitas vespertinas a mi hija y mis nietos. Bueno... y los mandados de la Peque, la lista para el Mercadona. Y esta mañana me he propuesto una obligación nueva: ir a la piscina cubierta. Que sí, que reconozco que me viene muy bien para mejorar mi estado de forma, para enderezarme esta espalda mía tan encorvada, para aliviar mi rigidez de caderas... Que sí, que de acuerdo, pero que no me atrae, que no me tira, que siempre encuentro alguna excusa. Pues nada. Hoy es el día.
-Buenos días, señora -me dirijo atento a la mujer del mostrador.
-Buenos días. Usted dirá - me responde amable ella.
Digamos que es una mujer de mediana edad, bien parecida, pequeña de talla, una cosa así como la Peque, pero más joven.
-Bueno... yo venía a por un bono de piscina, de esos que hay más baratos para personas mayores.
-Muy bien. Necesito el carnet de identidad de la persona que sea... su padre, su suegro... en fin, del que vaya a venir a bañarse.
Me quedo perplejo, porque no sé si es una broma o es de veras lo que estoy oyendo... Al fin, reacciono:
-Que no, mujer, ¡que es para mí!
La señora entonces levanta la vista por encima de sus gafillas, y se ruboriza riéndose:
-¿Para usted? Venga y no me vacile, hombre, ¿qué edad tiene usted?
-Pues sesenta y seis cumplidos. Aquí tiene usted mi carnet.
-¡Por Dios! No aparenta usted ni cincuenta.
-Pues muchas gracias. Uno que tiene una mujer que lo cuida muy bien.
Y nos reímos un momento. Y servidor más ancho que largo.
Entro en el vestuario y aquello parece un laberinto de taquillas, bancos para sentarse, duchas... en un suelo mojado y resbaladizo. En esto que se me acerca un hombre bastante mayor, enjuto y la mar de despabilado.
-Buenos días -me interpela-, parece usted nuevo por aquí ¿no?
-Pues sí, es mi primer día.
Y el hombre, todo solícito, me pasea por toda la dependencia, me explica el funcionamiento y el itinerario con todos los pormenores. "Tenga usted mucho cuidado, porque desde aquí donde estamos ahora, en estas taquillas, es zona común de hombres y mujeres, no vaya usted a desnudarse aquí".
-Muchas gracias, hombre, por tanta explicación. Ya nos veremos.
-Muy bien -se despide de mí con este piropo-: se agradece que venga gente joven por las mañanas, aquí somos todos unos carcamales.
El monitor de la piscina tiene conmigo la deferencia de ponerme en una calle para mí solito. "Ea, por ser el primer día". En las otras calles hay dos o tres personas. Al cabo de un rato, veo entrar en el recinto a dos gachises rollizas y bien apretás, de estas que parece que el bañador les rechina. Y yo, medio embobado haciendo tiempo en el borde de mi calle. Cuchichean algo entre ellas, se ríen juntas mientras se dan la ducha de rigor antes de entrar, y luego se dirigen a mi calle.
-Caballero -me dice una de ellas- ¿le importa a usted que compartamos la calle?
¡Joer!, yo me emocioné y todo. Seguramente han elegido mi calle porque es la menos concurrida, pero uno enseguida se imagina otra razón: "Claro, me ven el más cachas de to esta gente".
-¡Pues claro que no me importa! Al contrario, ¡encantado de la vida!
Pa que veáis, en una mañana, tres piropos. Y es que a los hombres no nos importa que nos piropeen.
Joerrr!!! José María !qué éxito¡ Después de esto, si ya se lo has contado a Toñi, debe estar con las mosca detrás de la oreja...
ResponderEliminarSeguro que es un aliciente más el que te vean con tan buenos ojos y además es verdad que te mantienes muy bien y con un aspecto muy cuidado.
Sigue acudiendo a la piscina que te irá muy bien para tus problemas de espalda y para mantenerte en forma.
Recibe un cordial abrazo.
No me extraña. Yo acabo de ir,esta misma mañana, a comprarme mi botellita de Macallan y la dependienta me ha pedido el DNI.
ResponderEliminarY es que para algunos la ancianidad no comienza hasta los 90. Y que cada cual interprete como desee a quien va referido el pronombre, si a las dependientas o a los clientes.
Un abrazo, mozo.
Quién.
ResponderEliminarPa que veas Fili, la Peque cuidándote todos estos años y ahí tienes el fruto de su denodado esfuerzo, ahora eres el rey de la piscina. Gloria a las Peques de este mundo. Un abrazo.
ResponderEliminaryo antes de eso me lo tomaria de una manera mas sensata J.M. por la edad que todos parece que tienen deberias mandarlos al oculista, las cataratas y la DMAE no son infrecuentes a esa edad. Respecto a las del bañador rechinante no hay la menor duda, miopia magna. Hala todos al oculista de la vista .
ResponderEliminarJajaja. En serio, resulta que la buena alimentación, la buena higiene, el deporte y ¿por qué no decirlo? la buena vida que nosotros hemos tenido en comparación con lo que tuvieron nuestros padres ha hecho que a nuestros sesenta y pico de años parezcamos cincuentones. Unos más que otros, eso sí; ahí está la diversidad biológica.
ResponderEliminarAbrazos para todos.
Amigo José María, lo primero felicitarte por el éxito en la piscina y decirte que eso que te pasa es lo normal.
ResponderEliminarLuego recordarte la tierra andaluza de la que venimos: Nuestras migas con arenques, el salmorejo, las ensaladas, el gazpacho, las habas con jamón y el picadillo con buen aceite de oliva. Sin olvidar una copita de buen vino.
Es que es lo normal que te piropeen.
Un abrazo.
Juan Martín