Son las diez de la noche, pero no puedo esperar a mañana. Mi amigo Joaquín Franquelo me ha llamado al móvil hará quince minutos para explicarme el tema del ladrillo de la muerte. Naturalmente que debe tratarse de una superstición, vale, pero es de esas que gusta contarlas, sobre todo a la gente de mi pueblo, todos -yo incluido- tan carmelitas.
Dice Joaquín que la Virgen del Carmen, patrona del mar y de los marineros, tiene prometido a sus devotos que no morirán en el agua, sino en tierra firme. Y esa tierra firme, en distintos lugares, se representa por un ladrillo, una piedra o simplemente tocar el suelo con los pies. El propio Joaquín y otros amigos que me han contestado por privado me aseguran haber presenciado escenas escalofriantes de personas moribundas con largas agonías que han pedido o gesticulado querer sentarse en la cama para tocar el suelo con sus pies, y así morir plácidamente. ¡Gran poder el de la mente!
Aun considerándola superstición es tierna y bella la historia.
Buenas noches.
Me pregunto si como dicen, es a partir de los once años cuando comienza la conciencia de nuestra finitud con la muerte, ¿A partir de cuando será que nos preguntamos la forma de morirnos?
ResponderEliminarNo lo sé. Desde luego, yo pienso en la muerte con frecuencia, procurando no traumatizarme demasiado. Encuentro consuelo en la vida de mis nietos y en la creencia que todos disfrutaremos de otras vidas futuras aquí en la Tierra, sin ser conscientes de ello.
ResponderEliminarEsta tradición que usted recoge (que la deidad marítica prometa un pie en tierra para morir), me parece que podría explicarse como una cristianización de alguna costumbre mucho más antigua, a la luz de las interpretaciones de Graves sobre los mitos griegos, en donde se escribe: «En una tragedia de esta clase, la clave habitualmente la proporciona el modo en que muere el rey (…) Agamenón muere de una manera particular: con una red que la han arrojado a la cabeza, teniendo un pie todavía en la bañera pero otro en el suelo, en la casa de baños anexa, es decir, “ni vestido ni desnudo, ni en el agua ni en la tierra seca, ni en su palacio ni fuera de él”, situación que recuerda la muerte en el solsticio de verano, relatada en el Mabinogion, del rey sagrado Llew Llaw (…)» (R. Graves, Los mitos griegos, 112 Agamenón y Clitemnestra).- Con estas consideraciones espero no importunar su sensibilidad literaria o religiosa. Un cordial saludo.
ResponderEliminarTener los pies en la tierra supongo que responde a esa toma de consciencia,saber de nuestra finitud y nuestros limites.
ResponderEliminarMuy bueno José María. En lo sucesivo, ante cualquier cita médica en el hospital, acudiré con un ladrillo oculto en mi neceser...
ResponderEliminarGracias por tu relato y un fuerte abrazo.
He quedado muy gratamente sorprendido con el comentario tan ilustrado e ilustrativo de nuestro nuevo amigo anónimo. No solamente no me importuna, sino que agradezco un montón su aportación. Muchas gracias.
ResponderEliminarEl comentario tan ilustrado te lo ha hecho un amigo mío, literato muy erudito que escribe de las cosas más extrañas y extemporáneas sin que nada de lo que produce su ingenio le satisfaga... por lo que nunca publica nada, aunque a algunos amigos nos haga llegar sus investigaciones y relatos.
ResponderEliminarEs un lector asiduo del blog y te considera excelente escritor.
Respecto a la muerte poco tengo que decir, porque no recuerdo ninguna de mis 70 muertes en la Tierra.
Ya ves, a pesar de lo que tú opinas, soy un absoluto desmemoriado.
Respecto a la próxima muerte me hace ilusión "vivirla" en el campo, bosque, Naturaleza, que es donde mejor me siento.
Nos vemos en Hornachuelos y sus parajes maravillosos, aunque no tengo intención de ir allí para "palmarla".
Un abrazo.