La noticia no ha podido ser más oportuna. Enfrascado como estoy en un debate filosófico y ético con algunos de mis compañeros del hospital acerca de la inminente nueva ley de eutanasia, esta anécdota que me dispongo a contaros me ha sacado por unos momentos del agobio argumental y me ha devuelto a mi sonrisa habitual.
Celebrando san Valentín con la Peque, mis hermanos y cuñadas en un restaurante, alguno nos relata en los postres la historia de una mujer anciana de nuestro pueblo recién fallecida en el hospital de Antequera. Por lo visto, estaba teniendo una agonía muy prolongada. Aunque bien sedada y sin sufrimiento, no acababa de irse para más angustia del personal y de la propia familia. Una tarde, una visita resolvió el problema. La anciana moribunda exhibía con cierta ostentación un escapulario de la Virgen del Carmelo que le habían colocado sus allegados para facilitarle el paso por el Purgatorio, si es que ello fuera preciso para mujer tan piadosa. Pero ni por esas. Que no se moría. La visita, otra anciana amiga de la agonizante, les hizo la observación a los familiares de que los devotos verdaderos de la Virgen del Carmen no la espichan definitivamente hasta que no se les coloque un ladrillo entre las piernas. Y así sucedió que esa misma tarde uno de los familiares se alargó al pueblo a por un ladrillo. Debidamente colocado a los pies de la paciente, la devota anciana falleció en la paz del Señor pocas horas después.
Se acabó el debate. Nada de muerte digna ni de eutanasia. Un ladrillo en los pies, y a juir.
Un vez ilustrados del argumento carmelita o, bien estaría que nos ilustraras con los argumentos que defienden unos y otros médicos. Mi interés está precisamente en los argumentos por si modifican mi propia conclusión, abierto como estoy a ser convencido. Anda, escribe otro post.
ResponderEliminarVale, Pepe. Tengo un artículo preparado. Pero es muy largo. Intentaré resumirlo. Mañana.
ResponderEliminarIncluso un tema tan espinoso puede ser tratado con humor, gracias Fili.
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