miércoles, 17 de febrero de 2021

Ayuso me pone

La culpa de este artículo provocador la tienen, al alimón, mi hermano Frasco y mi amigo José Luis, ambos lectores devotos de este blog. El uno, por enviarme, hace unos días, un texto de facebook de autor desconocido adulando las bondades carnales de Ayuso; y el otro, porque anda sacando en sus escritos los colores de la vergüenza ante el mínimo desliz del denostado "Coletas". El último, tachándolo impíamente de besucón. Pues ahora, le doy caña con Ayuso, ea. Esta vez mi amigo Pedro Calle puede leer el artículo hasta el final sin sobresaltos. Prometo no mentar la vacuna.

Dejando al margen los eventuales aciertos y errores en su gestión como Presidenta de la Comunidad madrileña, cosa en la que no me hallo capacitado para un análisis mínimamente serio, el caso verídico, flagrante  e incontestable es que a mí, la Ayuso me pone. No lo puedo remediar. Y está feo en un hombre de izquierdas como yo el decir en público estas cosas. Pero es lo que hay. Creo que los hombres, mejor que las mujeres, sabemos separar, en estos casos de calenturas, el envoltorio de su contenido; lo accesorio de lo substancioso. La substancia. Lo cortés, de lo caliente. 

Antes de continuar, es perentoria una consideración previa, sobre todo para mis lectoras femeninas, que no se me amontonen y me tachen de machista. Ni mucho menos. Soy feminista de los buenos, esto es, deseo y apruebo la igualdad de derechos y oportunidades para ambos géneros, rechazo de plano la violencia machista, intento arrancar de mi conducta diaria los inadvertidos micromachismos tan propios en la gente de mi edad, soy un convencido de la superioridad biológica y adaptabilidad de la mujer sobre el hombre... Ahora, ningún feminismo mal entendido me va a desposeer de mi preciada facultad de efectuar un primer peritaje erótico ante las virtudes pecaminosas que advierto en una mujer. Permítaseme el oxímoron de virtudes pecaminosas. Y esto es justo lo que me acontece con la Ayuso. Me pone, oye.

Ni punto de comparación con ninguna de las demás "señorías" femeninas que se señorean por los medios: por favor... las Montero, la Calvo, la Espinosa de luengo cuello, Inesita Arrimadas, bonita ella, pero en plan muñeca... En sus mejores días, tal vez Teresa Rodríguez... Pero, no, no. Ninguna se le arrima. Verla en la tele, con ese pelazo azabache y ondulado, y ese manejo y viveza suyos, me transporta a la visión idílica de "La Garbo" en la película clásica de "Ninotchka", una espía rusa, pero morenaza. 

El primer impacto visual de Ayuso me transporta a un territorio cerebral muy quemante, mi amigo Pintor me aclarará a qué núcleo cerúleus o a qué zona oculta del rinencéfalo primitivo. No sé. Será el tifus, como decía mi madre sobre cualquier rareza de las mías. El caso es que a mí, en viéndola, me rebosa un extraño instinto del gusto por las mollitas embutidas, las discretas adiposidades y otras morbideces: un exagerado e insalubre apetito carnal. Parece fondona, pero es macicez; nada le sobra ni nada le falta. En su punto de pellizco. Sus ojos, criticados como de batracio por pelín saltones, le quedan pintiparados para expresar la viveza y el poderío que requiere un rostro tan retador y atractivo. Y su boca...¡Esos labios carnositos tan sensuales y mohínos...! Se me desliza la memoria picarona a mis tiempos de monaguillo, cuando se me subía el pavo a la cara al contemplar fugazmente -los ojos cerrados por la piedad- la lengua húmeda y receptiva y los labios entreabiertos de las mocitas que se acercaban a mi patena para recibir la sagrada forma. Desde el tifus, repito, he sido así de caliente.

Reconozco que puede parecer chulesca de aspecto. Y estirada. Otros la creen chochona. Yo, no. Lo que ocurre es que eso es algo que me gusta en una mujer: el atrevimiento. Quizá como contrapunto a mi cortedad de carácter, me atraen las mujeres valientes. Como la Peque, que no se ahoga ni el mar océano.

Algo que me preocupa de ella, sin embargo, es su innegable similitud con sus predecesoras en el cargo -no en lo físico, ¡por Dios!- en cuanto abre el pico. Mi desconfianza proviene de su troncalidad ideológica y -creo- personal con dichas arpías. Pero tengo confianza en que, aunque también de gatillo lingual fácil y expedito, una moza tiposa con el garbo propio de una castiza madrileña, mujer tan voluptuosa y sensual, no se deje albergar por una mente proterva ni por un alma diabólica como la de la barbie de los perfumes o la de la rubia frescales de torva mirada.

Que así sea y que el Señor me perdone.


14 comentarios:

  1. Jajaja, coincido contigo en el irresistible atractivo de la mujer exuberante y curvilinea. Lo digo en el plano teórico, por supuesto; yo carezco de tu empuje vital, jajaja.
    Un abrazo.

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    1. Ya quisiera yo poseer esa clase de empuje a que te refieres, y que durante años atesoré. Ahora me ganas por un montón de kilopondios. jajaja.

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  2. A mi también me pone la Ayuso.......de los nervios, y ninguno de ellos pudendo, en fin Fili, que pa gustos los colores, será que soy un poco ciego al azul. Gracias en todo caso por este inverecundo artículo, un abrazo.

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    1. Jajaja. En mi caso, el color (político) no entra en el baremo de mi peritaje hacia las virtudes pecaminosas de una mujer.

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  3. Eso no es calentura, eso es obsesión.🤪🤣🤣

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  4. Gracias por el atributo que me otorgas.
    Si te pone, te pone.
    Para mi gusto, no es tan sexi, aunque tanto descaro de su parte puede resultar hasta provocativo.
    Pero de luces, diplomacia y sutileza... como mucho justita. (No como yo, que la he criticado con mucho TACTO).

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    1. Gracias a ti, por tu comprensión. Sí, quizá sea su descaro y altivez lo que me subyuguen. Pero si hay que renunciar, renuncio, eh. jajaja.

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  5. Sin embargo amigo José María me extraña, que el exacto ojo clínico que te supongo no te haya avisado del equívoco de la apariencia.
    A veces un aspecto circunspecto y bien acicalado, entrecortado de silencios y miradas, solo esconde un retortijón de tripa o unas molestas hemorroides.
    Por eso me atrevo a decirte amigo Fili, sin querer desengañarte, que desde ese ojo clínico observes lo que esconde la apariencia detrás del carmín.
    Un abrazo

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    1. Jajaja. Soy consciente de ello. Hablo sólo de su envoltorio, que me resulta muy apetitoso.

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  6. 😂😂😂 Pues a mi me pone doblemente su apariencia y de los nervios cuando se pronuncia. Si su presencia te pone en cuanto habla mi cuerpo entero rechaza cualquier mal pensamiento y no lo digo ya por lo ideológico, sino por su chulería simplona, por su inteligencia rampante y diez y porque sus máximas vitales me repelen. Así sea

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    1. Te entiendo perfectamente. Pero me gustaría que comprendierais lo de las secuelas de mi tifus en cuanto a la calentura corporal. Es sólo atracción animal, libidinosa. Y ya está.

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  7. Te había escrito y se borró
    Esa mujer a mi no me “pone” en absoluto. Uno está más hecho a la imagen de la mujer acogedora, cercana, de fácil acceso. Uno es de natural débil de carácter y como los metales dúctil y maleable.
    Esa mujer parece tener todas las respuestas, todas las razones y exceso de dogmatismo para ser tan joven.
    Así que no sabría que hablar con ella, y si uno no tiene nada que hablar con una mujer, para que quiere estar a su lado.

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