miércoles, 7 de abril de 2021

En la pescadería

Hoy, mis queridos lectores, os voy a entretener con una escena costumbrista. Un cuento. Pero con un toque de rabiosa actualidad. Con personajes reales, y con una trama que os resultará tremendamente familiar a muchas de vosotras, abuelas sesentonas. No es que el autor pretenda, ni mucho menos, ningunear a los abuelos, ¡qué va! Simplemente, que "la obra" se adapta mejor al papel de las abuelas, las madres de nuestras hijas y de nuestros hijos, ya me entendéis. Sí debo aclarar que, aunque real el guion como la vida misma, he almibarado un poquito el final. Para que todo el mundo quede bien.

Además, hoy la cosa cuenta con una novedad de género literario. En vez de un relato novelado, voy a adentrarme en el terreno del teatro. Se me ha ocurrido así por curiosidad "envidiosa" de mi amiga Caty, que lo borda; y luego, porque vengo de pincharme la epidural para mi ciática y no tengo ganas de escribir mucho. No queráis compararme con Caty, en cien años que yo viviera no podría ni acercarme a un metro de su imaginación y creatividad en esto del arte dramático. Simplemente, un si sale. Bueno, vamos allá.


ESCENA 1 (y única)


El escenario representa una pescadería. No de esas de Mercadona o de Carrefour, no. Un local de pueblo. Alejandro (el pescadero) y Ana (su mujer) aparecen de espaldas al público, afanados sobre una balda de piedra en destripar, lavar, cortar y envasar merluzas, bacaladillas o lubinas. Preparando los recados. En un ratito, Antoñita, una recién jubilada muy pizpireta, clienta habitual de la casa, entra en el local acompañada de su hija Carmen, que hoy ha terminado sus clases a una hora temprana y gusta de visitar la casa de sus padres, muy cerquita de la pescadería. En el amplio mostrador ambas mujeres peritan las bondades y frescura del género expuesto. La madre se pirra por los boquerones; la hija, por los lenguados y las Zamburiñas...

ANTOÑITA (ataviada de medio pelo porque viene de Málaga, de acompañar a su marido. No con su ropa de andar del diario. Pero con su desenvoltura acostumbrada) Alejandro, Ana... Buenos días. ¡Qué bien! Hoy tenéis boquerones grandes, los mejores para echarlos en vinagre...!

ALEJANDRO (Se vuelve hacia las mujeres. Hombre joven, no llegará a los cuarenta, jovial y entrante. Guantes de goma hasta los codos; delantal blanco salpicado de sanguasa; cuchillo disuasivo en la mano derecha...) Buenos días, señoras mías. Vaya que sí, boquerones de los que te gustan. ¿Y qué me dices de estos lenguados hermosos para tus nietos, eh?

ANA (se mete en la conversación. Mujer maciza y de sureñas "jechuras". Morena y de viva mirada. Guantes y delantal de parecido jaez al de su marido) 

Para los nietos y para la hija, ¡eh, Carmen! (se dirige a Carmen, guasona y guiñándole un ojo).

CARMEN (vestida formal, viene del Instituto, de dar sus clases de Biología. Una muchacha moderna, pero nada pija. De paladar total, anda cautiva del régimen, del nutricionista al pádel, menos un día libre que puede comer lo que quiera. Y es hoy ese día) 

Sí, es verdad, están riquísimos. Nada que ver con los de los supermercados. Este Alejandro se ve que se lo trabaja bien... Pero, a mí lo que me encanta de este local son las zamburiñas. Nunca había probado un bocado tan raro, tan exquisito. Te diré que, para mí, más sabroso que las ostras, fíjate.

ANTOÑITA (mostrando prisa)   Bueno, vamos a lo que vamos; que llevo levantada desde las seis de la mañana, y me toca hoy hacer de comer, que mi marido se ha acostado nada más llegar del hospital, el probe... (Se extrañan los pescaderos, y ella les aclara) No, nada serio. Que le han pinchado una epidural en la raspa por una ciática que tiene.

ALEJANDRO (presto a atenderlas)  Ea, pues venga. Vosotras diréis.


La escena continúa con los alternativos pedidos de madre e hija: cuatro lenguados para los nietos pide la madre; ocho zamburiñas pide la hija; una lubina salvaje, la madre; Un choco grande para hacerlo con papas, la hija... Y Alejandro, manos a la obra.


ALEJANDRO (terminado el pedido y echando mano de la calculadora)  ¿Junto todo o por separado?

ANTOÑITA  (con su mijita de cachondeo)    ¿Tú qué crees?

ANA  ¡¡Donde se ponga una madre...!!

CARMEN (en viendo la indirecta y observando a su madre echar mano del monedero)   No, no; esta vez pago yo, eh Alejandro. Invito yo, joer. Hoy me voy a tirar el moco, ea. (Y blande ante todos su flamante tarjeta).

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Lo que Alejandro no sabía (ni yo tampoco) es que la tarjeta que Carmen exhibe, sea por error o con intención, es la de una cuenta de sus padres, que la tienen a ella de asociada, o como se diga. Total, todo queda en casa.

¿Realidad o ficción?



 

5 comentarios:

  1. ¿Teatro o relato?
    Te ha quedado muy propio y naturista, ea.

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  2. Sencillo y real
    No falta, ni sobra nada. Has retratado la realidad.

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  3. Siéndote sincero me gusta más tu relato. Muy acertadas las expresiones orales de sabor popular de los personajes.
    Un abrazo

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  4. Yo creo que las dos cosas, mucha realidad y algo de ficción. ¡¡Cachondo, que eres un cachondo!!.

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