lunes, 19 de junio de 2023

Belleza en el agrado

Asuntos de albañilería -recoger un permiso de obras, que el Señor nos asista- me han llevado esta mañana a dependencias del ayuntamiento de Antequera. 

La Peque me había indicado que "según subes las escaleras, la puerta de enfrente, pues ahí". El edificio asignado para tales menesteres, un palacete del siglo XVIII, me resulta especialmente grato. Es el antiguo hospital donde hice mis prácticas de verano con don Juan Herrera y don José Luis de la Fuente, los amos de aquello. Me recreé, antes de subir, en la contemplación nostálgica del claustro de la entrada con aquel especial encanto de sobriedad que aun mantiene y de la galería superior que daba a los despachos de los médicos. ¡Mis veinte años aquéllos! Tempus fugit que se las pela. 

Subo las amplias escaleras de un mármol rosado y ya carcomido por los años. Y pienso en la belleza de lo viejo con nada que se le cuide un poco. Como nos pasa a las criaturas. Yo mismo estoy en la creencia de haber rejuvenecido con la edad, no sé..., como si el tiempo, triturador de vidas y haciendas, contase mis días para atrás, en vez de para adelante. En el primer descansillo se abren las escaleras en dos ramales para juntarse de nuevo en la galería. Cojo el de la izquierda -yo siempre a la izquierda-. Y nada más llegar a lo alto, de nuevo a mi izquierda, una puerta. "Ésta debe ser", pienso.

Me recibe, sentada detrás de su mesa, una señorita muy distinguida. Da gusto entrar en un sitio y que te atiendan de inmediato, rara avis. Y más aún, si la funcionaria es una mujer bonita. Sólo falta que sea, además, agradable de trato. Antes de nada, los hombres de mi edad, por lo general, tasamos las bondades físicas de una mujer por encima de cualquier otra virtud. La chica es muy atractiva: morena de cabello negro zahíno delicadamente ondulado sin llegar al rizo encrespado; ojos almendrados que aún resaltan más en su cara limpia por el tatuaje de sus bordes y el rímel Loreal de sus pestañas. Y de remate, una graciosa sonrisa. Sentada, no alcancé a valorar otra cosa que su cara.

Le explico mi caso. Uno está acostumbrado a que en el momento que el funcionario de turno se percate de que lo tuyo no es de su "mesa", te mande enseguida para otro sitio sin escuchar nada más. Esta chica, no. Esperó con amabilidad a que yo terminara mi exposición. Y luego: "No es aquí, caballero; es en la puerta justo de enfrente; allí le atenderán".

Llamo con los nudillos en esa puerta y enseguida acciono la manija para entrar.

-¡Un momentoooo!!! -me grita alguien desde dentro.

Y pillo y me siento en un banco del  pasillo.

A los pocos minutos, un hombre gordinflón: "pase usted".

Doy los buenos días y vuelvo a explicar el propósito de mi visita. El hombre rodea el mostrador y se sienta en su mesa para mirar en el ordenador.

-Está todo bien, a la espera del visto bueno del equipo competente -me dice secamente.

-Es que de esto hace ya más de dos meses -intento esbozar una tímida protesta.

-Estas cosas van despacio, ¿qué quiere usted que le diga? No es usted solo el que solicita permisos.

Es inevitable acordarse del Vuelva usted mañana, de Larra.

El hombre no me atendió mal, no. Trato correcto, aunque rayano en lo áspero. Quizá fui yo el imprudente por querer entrar como perico por su casa. De acuerdo. Pero... ¡Qué diferencia con la chica...! 

A la salida, volví a entrar en el despacho de la muchacha. No lo pude remediar. 

-¿No lo han atendido?

-Sí, sí. Muchas gracias. Pero es que quería decirle que yo, cuando venga otra vez, me cuelo en su despacho.

-¿Y eso? -se queda extrañada.

-Pues porque usted es mucho más bonita y agradable que el señor de enfrente.

Y mientras ella se reía, bajé las escaleras de dos en dos, tan contento.  

4 comentarios:

  1. Creo que hay alrededor de quinientos funcionarios municipales.
    Somos unos cuarenta mil ciudadanos.
    También puedo compartir experiencias muy negativas.
    El funcionario del cementerio me trató bien y casi me hago amigo. Tanta gratitud por un hombre que sólo cumple con su obligación.

    ResponderEliminar
  2. El agrado funcionarial en el trato profesional no cotiza en bolsa. Gracias por el articulo Fili

    ResponderEliminar
  3. ¿Usted no era también funcionario?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, estatutario, pero es lo mismo, funcionario. Pero con mucho agrado y simpatía. Jajaja.

      Eliminar