Este paciente me tiene harto. Es un tío especial, oye, muy especial. Y mira que estoy acostumbrado a todo tipo de pejigueras. Es un hombre de sesenta años muy bien llevados, sano y fuerte hasta ahora, que no acepta sentirse enfermo. No habiendo fumado en su vida ni disfrutado de mujeres malas ni mamado en juergas viciosas y siendo un devoto cansino del carril del colesterol, se creía a sí mismo invulnerable, intocable por la enfermedad. Y no lo comprende. Y no es que tenga nada del otro mundo, lo suyo es un trastorno de poca monta en el tiroides y una arritmia intermitente en su corazón, un fusible que chisporretea. Y un montón de miedo.
Tiene desquiciadas a su mujer y a su hija, a medio camino entre seriamente preocupadas y no hacerle ni puñetero caso. Tiene escépticos a sus amigos a quienes alarma ante cualquier novedad haciéndoles creer que esta vez sí que viene el lobo de verdad. Los tiene a todos inseguros, ni siquiera se atreven a programar las vacaciones del verano por no llevarse semejante muermo a Amsterdam o a los Picos de Europa, no vaya a ser que le dé allí un telele. No sería la primera vez. Tiene aburrido a un hermano, internista como yo, impelido por él a llamarme cada dos por tres para que esté al tanto de todo. Y me tiene harto a mí.
No hace caso de nadie. Ha visitado a otros compañeros del hospital, a un cardiólogo competentísimo y a una endocrina de las de antes, de éstas de reposado saber que transmiten seguridad. Nada. Sólo se fía de mí. Y a mí, sólo a mí, me ha tocado el sufrirlo.
Hablo con él prácticamente a diario, se pasa las mañanas enteras en el hospital y se las arregla para hacerse el encontradizo; hablo con su mujer un día sí y al otro también. El colmo es que hasta su amigo más íntimo me llama al móvil para interesarse por él. El colmo. No quiero ni pensar que haya sido intencionada por su parte la coincidencia conmigo ayer mismo en una de las casas del Rocío. Increíble. Iba el tío la mar de ambientado con su sombrero de paja y tocando el tambor. ¡Qué vergüenza pasé!
Es un petardo de tío. Al menos como paciente. Los que lo conocen dicen que no, que es lo que antes llamábamos una bellísima persona, simpático, cariñoso y muy familiar. Sólo que muy cagado para todo. Hace unos días, uno de sus amigos me comentaba que este hombre posee solamente cuatro neuronas. Sólo cuatro, pero muy potentes y tan bien distribuídas que le ocupan, ellas solas, todo el "selebro", a saber: la neurona sexual, alicaída ahora con los betabloqueantes; la neurona dulce, de lo goloso que es; la neurona cobarde, salta a la vista; y la neurona hospitalaria. O no sé si eran cinco y me falta una, quizás la neurona porculera.
Un paciente único, sí señor, muy especial. Adivinen quién.
Pero ya estoy mejor. Tranquilos.
Amigo José María te has retratado muy bien y vuelvo a darte ánimo como te los di el sábado día 11, sabes que puedes contar com los amigos.Venga "palante"
ResponderEliminarAmigo Paco: muchas gracias. Sé que cuento con todos vosotros. Si no estuviera ya mucho mejor no tendría ánimos para bromear sobre mi penoso estado. Un abrazo.
ResponderEliminarJosé María, yo creía que los médicos no se ponían enfermos. Acabas de derribarme un mito.
ResponderEliminarGracias por entretenerme con tus textos en las noches de insomnio tailandesas.
Eso mismo creía yo, Merche. También estoy decepcionado. Un beso andaluz para la guapa tailandesa insomne.
ResponderEliminarQuerido amigo: Díle a ese paciente tuyo que se deje de coñas marineras. Es natural que empezemos a tener goteras. A mi me sale cada día una. Yo soy también un "pupitas". Ellas son mucho más fuertes que nosotros.¡Si no fuera por éllas...! Mientras no pierdas las ganas de comer ¡no hay miedo! Lo peor es cerrar el pico.Ánimo y piensa que tienes mucha gente detrás que te quiere de verdad. Aquí tienes uno. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Antonio: Por ahora el pico funciona, menos mal. Te echamos mucho de menos el otro día en la Granjuela, me cachis ya. Supongo que Paco Sánchez o Francisco Molina te habrán enviado fotos antiguas. En casi todas sales tú, tío. Claro, tenías tanta presencia...
EliminarEl año que viene no puedes fallar, celebramos nuestras bodas de oro de entrada en los Ángeles. Un abrazo.
Fili, hace algunos días que leí tu artículo. Tenia algunas ideas que comunicarte, pero no sabía cómo exponerlas. Espero que sea claro, estoy hablando con un médico y esto me hace tener un poco de reparo. Voy a tomar ánimos y continuo en el próximo comentario.
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ResponderEliminarAunque no queramos reconocerlo, cada uno es responsable de su salud. El común de los mortales, ha pasado la responsabilidad de su salud a los médicos. Y que yo sepa, hasta ahora, los médicos con ayuda de las medicinas( qué miedo me dan), sólo curan los síntomas. Como dijo Hipócrates, que tus alimentos sean tus medicinas y que tus medicinas sean tus alimentos. Alegría a raudales, ejercicio y respiración correctas, amor a tutiplén( tú ya me entiendes) y lo más importante, UNA ESTRICTA HIGIENE MENTAL, harán qué estés sano hasta que te mueras.
ResponderEliminarPor si alguien pregunta ¿que es "HIGIENE MENTAL"?. "HIGIENE MENTAL" es:
ResponderEliminar1) No preocuparse absolutamente por nada, eso sí, ocuparse inmediatamente por todo lo que sea responsabilidad nuestra. Todas las preocupaciones de la historia de la Humanidad, puestas en una balanza, no moverían nada, salvo los bolsillos de las multinacionales farmacéuticas.
2) No sucumbir absolutamente nunca al estrés. El estrés es un recurso de la especie para responder ante una agresión a tu vida. Pero estresarse en el trabajo, ¿de qué?, si intentando curar a los enfermos te da un yuyu, aunque te pongan cinco estatuas, será un monumento a la estupidez, a un imbécil que no ha sabido mantener su salud.
3) No pensar mal absolutamente de nada ni de nadie, ni siquiera de los políticos, porque no vamos a conseguir nada. Cuando vayamos a votar nos acordamos de su familia y de sus antepasados y votamos al que nos resulte más adecuado.
4) No hablar ni desear el mal a nadie (es un boomerang y se te devuelve), y buscar la felicidad para ti y si puedes, para los demás.
5) No preocuparte (punto 1) de la opinión de los demás para contigo, no deja de ser una opinión, y apañado estarías si tuvieras que hacer las cosas para agradar a todos, cosa imposible, porque te juegas tu felicidad. Has lo que te guste sin hacer daño a nadie.
6) Actuar siempre con lógica y con sentido común.
7) Ante cada actuación que se te presenta y que desconoces, siempre te llega una primera idea, fruto del subconsciente colectivo(ya hablaremos de ello), úsala, porque las siguientes ideas que se te ocurran son fruto de la loca de tu casa (no es tu mujer), sino tu mente que empieza a divagar. Así pues ten bien atada en corto a la loca de tu casa, te estás jugando mucho, incluida tu salud.
Ofú, Cristóbal, recién llegado de mis medias vacaciones esto tuyo es demasiado. Espera unos días que lo digiera tío.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tranquilo, tienes todo el tiempo del mundo. Un abrazo.
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