jueves, 21 de julio de 2016

... Y Yolanda

Lo de Yolanda es punto y aparte. 
Nunca he vivido una situación parecida: aguantar ocho largos meses sin poder aclararme con una enfermedad desconocida y tener el diagnóstico a una semana vista de la muerte de la paciente, cuando ya nada era posible. Puedo decir sin tapujos que mi querida Yolanda ha sido el fracaso más estrepitoso de mi vida profesional. Y también diré que, por contra, su marido me tiene en los altares, me wassaptsea y me felicita por Navidad.

Y ha tenido que tocarle a una mujer que era un ángel. Sí; una mujer joven (no llegaría a los cuarenta), tiposa, elegante y de trato agradable; de estas personas que no saben quejarse, que todo es agradecimiento y dulzura. Confiaba en mí por encima de todos y de todo, y eso duele más todavía. Durante uno de sus muchos ingresos, en octubre del 14, coincidió el nacimiento de mi Lucas. Me tenía preparado un pelele de punto que se había trabajado en las largas tardes de hospital. Agonizante, en los primeros días de enero del 15, aún sacaba fuerzas para sonreírme. Sinceramente, no creo ser merecedor de tanta confianza ni de tanto cariño por parte de alguien a quien has fallado. Y su marido otro hombre santo de los que pocos han de quedar en la faz de la tierra. Eran, ellos dos y un hijo de doce años, una familia feliz, como tantas otras. Hasta que sobrevino la desgracia.

Su enfermedad comenzó por mayo del 2014. Desde el primer momento de la primera consulta aquello olía a algo serio. Y, a fin de no perder tiempo, acordé con ella y con su marido ingresarla. Desde ese momento hasta su muerte, ocho meses más tarde, la pobre permaneció muchos más días en el hospital que en su casa, a lo mejor dos meses ingresada y dos semanas en casa, una proporción así. Yo podía explayarme con ella solamente cuando venía a la consulta; mientras estaba ingresada era seguida por otro compañero de planta con quien me reunía muy frecuentemente para consensuar juntos las actuaciones. Estábamos fritos. Achicharrados. Desde el principio sospechábamos ambos que Yolanda padecía un Linfoma gástrico muy agresivo y raro. Pero no podíamos demostrarlo. A lo largo de su enfermedad fue intervenida en dos ocasiones para manejar in situ el estómago y los intestinos: las biopsias fueron negativas. Se realizaron en ella tres endoscopias gástricas: las biopsias, negativas para tumor. Se sospecha más bien una forma rara de vasculitis sistémica. Se le realizaron sendas biopsias de ganglios linfáticos en el cuello: negativas para tumor y para linfoma. Tuvimos sesiones clínicas con los cirujanos -con nuestra intención de volver a operarla- y con los patólogos -a fin de que revisasen otra vez las distintas biopsias. Nada. Los cirujanos, con toda lógica, no creyeron oportuno someter a la paciente al riesgo de una tercera intervención cuando al parecer ya podíamos tener un diagnóstico alternativo, el de la vasculitis sistémica. Los patólogos revisaron las muestras, y no sólo éso, sino que las enviaron al departamento de Anatomía Patológica del Virgen del Rocío, por si allí veían algo más. Nada. Negativo para Linfoma. Desesperados por la ausencia de diagnóstico y por la mala evolución de la paciente, Carlos Alonso y yo decidimos poner tratamiento como si fuese una vasculitis sistémica, lo único que teníamos. Todos salimos contentos. Yolanda empezaba a mejorar. Eso le permitió estar al menos dos meses seguidos en su casa: Julio y Agosto. Respiramos todos, ojalá sea eso, una vasculitis; grave, pero curable. Falsa ilusión: volvió a ingresar en septiembre y ya no salió del hospital hasta el día 4 de enero del 2015, con los pies por delante. A últimos de diciembre presentó una hemorragia digestiva alta -una más-, y esta vez la endoscopia mostró un gran tumor cuyo diagnóstico fue terrible: Linfoma gástrico de muy alto grado.
Se nos vino el alma al suelo. ¿Cómo es posible que este hijoputa de tumor nos haya engañado todo el tiempo, que no haya salido antes en las distintas biopsias, que no se haya dejado ver en los TAC realizados...? Ya qué más daba; el daño estaba hecho. A la carrera, los hematólogos empezaron un tratamiento con quimioterapia muy agresiva, de perdidos al río. Pero ya no fue posible. Su estómago estaba destrozado y vimos, por primera vez, metástasis en el hígado. Alea jacta erat.

Y uno se pregunta luego una y otra vez qué podíamos haber hecho que no hiciésemos. Y se te ocurren barbaridades nacidas desde la frustración más absoluta: que tendríamos que haberla operado antes por tercera vez, o que hubiéramos iniciado tratamiento quimioterápico aún sin diagnóstico certero de linfoma, o que... qué sé yo. Eso desde el punto de vista médico-científico. Desde el punto de vista humano no tengo la más mínima queja de nuestro comportamiento con ella y con su marido. Todo fueron atenciones, mimos, consejos, información al detalle cada día haciendo partícipe al esposo de nuestras dudas y cuitas, y siendo él mismo consciente y testigo de nuestras dificultades y problemas en el manejo de su mujer, una mujer, como digo, única. Muchos días, muchos, casi todos, al terminar mi consulta subía a planta a ver a Yolanda. Yo sabía que solo con verme se le cambiaba la cara. Y solía canturrearle esa canción antigua de Luis Eduardo Aute que dice: Yolanda, Yolaandaaa... Eternamenteee Yolanda.

Yolanda querida: nunca olvidaré tus manos finas y cariñosas ni tu mirada azul esperanza.

5 comentarios:

  1. Amigo José María, sin trampas ni cartón nos describes el dolor y la impotencia en carne viva, desde el lado de la familia afectada, y desde el sentir y el corazón del profesional que no encuentra el mal que causa la enfermedad de su paciente.
    Muchos doctores y doctoras, así como las personas que ejercen de auxiliares son auténticos héroes.
    En nuestra vida diaria.
    Un abrazo.
    Juan Martín.

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  2. Muchas gracias, Juan Martín por tu devoción y comentarios. Para mí, escribir estas cosas supone una especie de catarsis, un confesionario ante mis amigos y mis lectores. Una descarga para mi conciencia.
    Un abrazo.

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  3. Amigo José María. Me es muy difícil evaluar tu actuación médica en todos estos casos que nos has contado,disculpa mi desconocimiento en la materia. Pero si puedo felicitarte como persona, por tu gran sensibilidad con los enfermos y por tu total entrega.
    Enhorabuena por tu sinceridad y por tratar de echar fuera esos fantasmas que de alguna manera rondan por tu cabeza. No lo son. Sólo es la confirmación de lo que he dicho, de que has sido un gran profesional y mejor persona.
    Un fuerte abrazo.
    Manolo Jurado.

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  4. Gracias Manolo por tu caridad.
    He estado diez días perdido en el norte de Portugal dando buena cuenta de dulces, pan y bacalao, sin ordenador ni wifi. De ahí mi tardanza.
    Un abrazo.

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  5. Gracias Manolo por tu caridad.
    He estado diez días perdido en el norte de Portugal dando buena cuenta de dulces, pan y bacalao, sin ordenador ni wifi. De ahí mi tardanza.
    Un abrazo.

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