lunes, 4 de junio de 2012

De lucios y de vetas

Permitidme, queridos todos, una licencia de autor, un relato con cierto tufillo poético sobre la visita que hicimos en Enero pasado a una finca marismeña.


Nos explicaba Carlos, el gerente de la finca, que un lucio es un terreno de marisma que tiende a la inundación, y una veta es una parte del terreno algo más elevada que cría pasto y acebuches, y rara vez se anega; que lucio viene de lucir, porque brilla siempre, cuando hay agua por el agua, y cuando está seco por el reflejo del sol sobre la salitre. Y lo de la veta no me acuerdo por qué era, lo más probable es que fuera por constituir franjas de tierra entre los lucios.

Nunca en mi vida había visto tantos lucios ni tantas vetas, esto es un espectáculo singular, al alcance de pocos privilegiados. Para quien nos avistara desde lejos, vamos, cual Jesucristo milagroso, caminando sobre las aguas, andando sobre el mar, tales de estrechos son los carriles que entrecruzan y cuartean esta horizontal infinita de aguas someras. Por doquier, garzas emboscadas al acecho de algún alevín de lubina, patos reales y patos plebeyos volando casi a ras de agua, en pandillas, mirlos y milanos negros como carbón, manadas indescifrables de pájaros sin nombre que componen nubes allá a lo lejos, y aquí, al alcance de la mano, compañías enteras de flamencos, hundidas sus finas estacas hasta las rodillas, casi hasta el culo, la mar de tranquilos, impávidos, como diciendo, "ea, ya están otra vez los curiosos éstos, qué será lo que buscan aquí que no hay más que agua y peces, seguro que ahora hacen pitar a sus coches para vernos volar, ¡serán tontos puñeteros!, venga muchachos, vamos a hacerle la gracia, todos a volar, más vale así, si no, nos darán la vara todo el día." El vuelo templado, armónico, pausado y unísono, sublime y acompasado de un batallón de flamencos sobre las aguas de un lucio es algo de una belleza y una plasticidad indescriptibles. Hay que verlo. Las fotos de después no hacen justicia, no hay color por muchos megapíxeles de ésos de las cámaras modernas. Te dejan admirado el batir sincrónico y ordenado de unas alas elegantes y estilizadas con sus ribetes escarlata en la panza cuyos reflejos tiñen de rojo al agua, y el rápido repliegue de las mismas apenas veinte metros más allá con el amerizaje tan curioso de estas zancudas, corriendo por la superficie.

Doce mil hectáreas de marisma tiene esta finca, seis mil de las cuales son lucios repletos de doradas, camarones, lubinas, barbos, angulas…Con semejante despensa me explico que haya tanto pájaro asentado aquí. Pájaros ictiófagos, dice Carlos que se llaman, todos somos de letras, ictios significa pez en griego antiguo y fago es comer. En latín serían pájaros piscívoros. Es igual, que se jartan de pescado fresco. Para el asunto del follisqueo, sin embargo, estos pájaros tan privilegiados prefieren la laguna de Fuente Piedra, una suerte de destino erótico para el turismo flamenco como si dijéramos.

Antonio Palanco, amigo de Carlos, nos ha regalado a todos este día de paseo maravilloso por esta finca, mitad arrocera, mitad piscifactoría, tomada en posesión por patos, milanos, garzas y flamencos, en una mesopotamia marismeña realmente idílica abrazada por el Betis al este y por el Guadiamar al poniente. No es casualidad que por esta zona de la Puebla y de Isla mayor el plato estrella de cualquier restaurante de carretera sea el arroz con pato. Y porque los flamencos no tienen más que patas sarmentosas y plumas, que si no ya veríais… Comimos, sin embargo, de lo nuestro, horteras con chacinas y tortillas de papas, al resguardo de una cabaña de brezo en la mismita orilla del Guadalquivir. En el sopor onírico de la medio siesta disfrutamos de la vista de un barco de turistas que tomaba ya la curva última para Sanlúcar y cuyos pasajeros nos brindaron una lluvia de caramelos sobrados del día de Reyes. Para el postre.

Estas excursiones son las que me gustan, en las que me siento como pez en el agua (pero sin pájaros ictiófagos, eh), las que organizamos nuestro grupo de senderismo "aprieta el culo", lo mismo que otras que hemos gozado ya en El Torcal, en los baños de Popea, en Coripe, en la gruta del agua de Pozo Alcón o en el pinzapar de Grazalema, no el reventadero del Rocío, ni la zozobra en la medina de Fez.

¡Cobarde, que eres un gallina!

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