sábado, 8 de junio de 2013

Orgullo de hijo.

Este hombre no da crédito a lo que está viendo. Se detiene en el mismo umbral de entrada a la ermita, mira a su alrededor como si se creyera soñando, se ríe con esa risa tan suya, tan jejejejeje burlona, ¿quién ha inventado todo esto?, me pregunta cogido a mi brazo, todos nosotros, papa, le respondo también yo emocionado. "Esto es lo más grande que me podía pasar, ya puedo morirme cuando sea". Noventa años. Hoy los cumple.

Mi padre es un tío especial. A mí, concretamente, me tiene cogido por los cataplines, me rindo a su persona, a su capacidad, a su genio. Y a mis hermanos, igual. Ya os he hablado otras veces de sus cosas, no me pondré empalagoso. Sólo quiero recalcar la emoción y el agradecimiento que debo a la vida por haber sido graciosamente regalado con un padre como éste mío, un padre total, un padre bueno, un padre eterno. El día lejano que nos deje pienso reclamar al destino por llevárselo. No deberían irse personas como mi padre. Son necesarias. Un hombre positivo, alegre, capaz, con la curiosidad de un crío, a quien todo le viene bien, que se adapta a todo, cariñoso, ejemplo perenne para sus nietos y bisnietos y que, pese a su edad, sigue marcándose retos imposibles. Ya que no podremos evitar su marcha, me conformaría con que al menos uno de nosotros, un escogido de entre sus veintitrés vástagos, tuviera el don de conservar su molde.

El cortijo luce hoy un algo singularmente atractivo, parece como más nuevo, será, tal vez, por recién encalado, el patio central se me antoja más ancho, la parra fresquita y centenaria que hunde sus raíces en las entrañas del aljibe me devuelve cincuenta años atrás y me veo de charla animosa con mi abuelo Manolo y con don Bernardo, es tontería lo del seminario, se quejaba mi abuelo, este crío tiene el ojo muy vivo, nuestra antigua casa, abierta esta mañana para la ocasión, parece un museo privado que hubiese sido despojado, quedan las paredes, la cocina, la despensa, tan angosta  que me parece ahora milagroso que mi madre dispusiera en ella de una media cama de reserva, los dormitorios... como testigos inertes de nuestro primer hogar familiar, persisten, sí, al menos para mí, los fantasmas de los que por allí  vivimos tantos años tan felices. Puedo ver a mi padre echando su siesta de bruces sobre el hule aún con migajas, a mi hermana Josefa, feminista precoz, mascullando protestas por la vagancia doméstica de los varones de la casa, a mi madre, siempre apaciguadora, chiquilla déjalos que descansen un rato, que ya mismo los está reclamando su amo...La Capilla, el cortijo de mi padre, el cortijo del chacho Juan, decía mi primo Santi de chavea, nuestro cortijo.

"Papa, antes del restaurante vamos a pasarnos por la Capilla". "¿Y eso?". "Es que los señoritos quieren felicitarte". "Estupendo". A mi padre todo le parece estupendo. Toda nuestra familia y gran parte de la familia Carreira que él conoció y conoce como propia le esperan ya desde hace rato en el patio de la entrada. "¿Nos vamos por el Realengo, papa?" "Ni se te ocurra, esa carretera está infernal, te tiras por la general". Faltando un kilómetro me meto por un carril de servicio, un camino rural para tractores, más que nada para verlo disfrutar surcando las estacadas de Sierra Morena y la de los Pechos de la Seña. Mi padre se embelesa con el campo, si pudierais verlo en este momento os parecería que, desde el coche, va saludando, uno por uno, a todos los olivos que se le acercan. La querencia. Hay química entre mi padre y los olivos. Hay que ver lo poco que nos parecemos en eso!

Lo tenemos engañado. Trabajo ha costado porque el Chemita y el Carmelo han estado en un tris de meter la pata, el uno, el más chico, por travieso y sinvergüenza, el otro, el Carmelo, por despistado y basturrón. Lleva mi padre un mes anunciándonos un convite de postín para su cumpleaños, "Que ya he sacado el dinero del banco y todo, nene". Comeremos, ya esta apalabrado, en un restaurante de Alameda. Nuestro regalo de cumpleaños va a consistir en algo inmaterial, algo que le va causar una emoción inigualable para él, una impresión que, esperamos todos, no sea de muerte. Pero casi. Vamos a ofrecerle una misa privada, solamente para los Carreira y para nosotros, en la capilla de su cortijo. No podéis imaginar lo que eso supone para él. Ya había sucumbido, se había hecho a la idea de que jamás verían sus ojos a toda su familia reunida ante el altar, quién le iba a decir que casi todos sus hijos, sobre todo el mayor, antiguo seminarista, el otro más chico, el de Almería, y todos sus nietos le iban a salir tan descreídos. Todo va a resultar bien, ya veréis; don Lorenzo, el cura, se ha prestado generosamente, "Por tu padre, lo que haga falta", pese a tener un día tan atareado por ser el Corpus; mi Carmen, mi sobrina Mari y la Ana María han ido dos tardes al cortijo a adecentar y preparar la capilla; mi hermano Juan ha dado aviso a los  señoritos... Él, mi padre, nada sabe, nada se huele. Cree que vamos al cortijo a saludar a don José y luego seguir para Alameda. "¿Dónde llevas el dinero, papa?" "Aquí, en el bolsillo de atrás". "¿Cuánto?" "Mil quinientos euros, tres bin laden, habrá bastante, niño?". "Habrá, papa".

La entrada triunfal en el cortijo me recuerda por un momento  la primera vez que el obispo de Córdoba vino a Palenciana a confirmar. El mismo gentío que abarrotaba la plaza entonces me parece ver ahora en el patio de la Capilla esperándonos. Sólo faltan las banderitas. Muy emocionado, mi padre recibe las felicitaciones y los abrazos de todos. Especialmente emotivos los saludos, los besos y los achuchones de hombres y mujeres, ya casados y con hijos, que fueron en su día hijos chicuelos de señoritos que se entretenían con mi padre como si fuese su abuelo. "Juan, venga usted y se sienta en los bancos de la parra, que vamos a jugar como cuando éramos chicos", le dicen la María y su hermana Mariguí, mujeres ya cincuentonas. Mi familia ha considerado este gesto de los Carreiras de acudir en piña a vivir estas horas tan especiales con mi padre como una acción buena, la más noble y agradecida de todas las posibles.

Pero quedaba aún la gran sorpresa. A la media hora de cháchara, de venga Juan por aquí, venga usted Juan por allá, mi padre empieza a cansarse. "Oye, vámonos ya pa comer, ¿no?" "Aguarda, papa, que estamos esperando al cura". "¿Al cura?" 

Es fuerte mi padre como el chaparro del "Perezón". De cuerpo y de ánimo. A cualquiera otro le hubiera tumbado la emoción al pisar esta capillita después de tantos años y encontrarse a don Lorenzo de frente, en el altar, ya emperifollado con los aperos y abalorios litúrgicos; al mirar para atrás y ver a toda su historia personal representada en toda la gente que quiere, allí con él, a oír misa con él, lo más grande del mundo; al recordar que ahora, en este preciso momento, echa mucho en falta a dos personas tan queridas para él, personas que, aunque sin duda presentes y a su vera, no le son visibles y no puede abrazarlas como a él le gustaría. Pero él no, él no se derrumba tan fácilmente. Con ojos gastados y vidriosos mira a todas partes, nos mira a todos, se ríe nerviosamente, "niño, ¿quién ha inventado todo esto?". "Todos nosotros, papa, tu familia". "Esto es lo más grande del mundo. Ningún regalo como éste".


Así es mi padre. Por muchos años más.

9 comentarios:

  1. Te has superado. Que gran hijo para tan buen padre.

    ResponderEliminar
  2. Me uno a la comitiva del patio, de los abrazos, de la misa... y felicito con un fortísimo abrazo a tu padre y a todos vosotros. Al leer tu artículo he podido "vivir" lo que tu padre y vosotros hebéis podido sentir.
    Frasqui

    ResponderEliminar
  3. Para Alfonso: muchas gracias. Pero no le llego a mi padre ni a los talones.

    Para Frasqui: me he acorado mucho de ti. Sé que tú le profesabas a tu padre parecida devoción a la que yo tengo por el mío. También tú has pasado con él jornadas indelebles. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. No he podido evitar emocionarme.

    Un abrazo para todos, en escial, para tu Padre.

    Fco Castro Jiménez

    ResponderEliminar
  5. Para mi primo Francisco Castro: muchas gracias. Tienes que dejarte ver en nuestras reuniones de curillas, tío. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Ayer lo leí y no te escribí nada porque cualquier cosa lo huebiera inmerecido a tu escrito sobre una vivencia tan irrepetible. tengo constancia de que tu padre es especial pero sigue superándose a los noventa años. Hoy sigue recibiendo (y lo mejor disfrutándolo)parte de todo lo que ha dado especialmente por su mayor activo: su familia. Monstruo juan

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi novio es Jaime, para quien no lo sepa todavía. Nos queremos, ¿qué se le va a hacer?

      Eliminar
  7. Después de algunos dias especialmente locos de trabajo he buscado un hueco para leerte. Como casi siempre consigues emocionarme con tus vivencias porque todo lo que cuentas podría servirme a mí. Enhorabuena por poder disfrutar de tu padre y de tu familia. No tengo el gusto de conocerle, pero coniéndote a tí me puedo hacer una idea de lo buena persona que debe ser. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para Bronco: Antonio, tú tienes muchas cosas de mi padre. Es un tío de campo, sencillo y cariñoso, un hombre cabal y honesto. Y muy aficionado, como tú, a la escatología profunda. Un abrazo.

      Eliminar