miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un hombre simple.

A este hombre no lo conozco de nada. Debe llevar pocos días ingresado, quizás lo haya hecho durante este fin de semana porque no recuerdo haberlo visto antes por la planta. El caso es que al salir yo de una habitación se cruza conmigo paseando por el pasillo en celeste pijama de enfermo.
-Muy buenos días, doctor -se me acerca casi a bocajarro. Es un hombre sin edad,  menudo, apenas metro y medio, enjuto y desaliñado. Se conoce que las auxiliares aún no lo han fregoteado, tiene los pelos agolpados sobre una frente simiesca ocultando, casi, una mirada arrugada e inocente. No necesitarán afeitarlo porque parece lampiño. Para rematar, su boca ancha y desdentada pone el broche a  un aspecto graciosamente grotesco.
-Buenos días, hombre -le contesto jovial junto a mis dos estudiantes.
-¿Usted  no sabe quién soy yo?
-No, no lo sé. Un enfermo de aquí, de esta planta ¿no?
-Sí, ahí me han metido, en esta habitación de aquí al lado.
-Muy bien; pues hasta luego. -Y hago el ademán de seguir en lo mío.
-Pues yo sí sé quién es usted.
-¿Quién soy?, vamos a ver -me vuelvo de nuevo hacia él. Con una seña me hace que agache mi cabeza hasta la altura de su boca.
-El doctor Rivera -me susurra al oído como para que nadie más lo oiga-. Me lo han dicho las enfermeras, que usted es el que manda aquí.
-Pues ya sabes, a portarte bien -le sigo la corriente, apercibiéndome al fin de su simpleza.

Me resulta curioso comprobar la química especial que debo transmitir para que se me peguen los simples; a mi cuñada Conchi le sucede algo parecido. Vamos un grupo de amigos por la calle y sólo a mí (o a ella) se acerca el pedigüeño de turno; me paro en un bar de carretera y allí, en la puerta, me está esperando el siguiente, que resulta que le faltan dos euros para el autobús de su pueblo; entro en alguna iglesia y parece que la pobrecita anciana con su lata vacía sólo tenga ojos para mí. Vale, lo mío tiene un pase, Dios los cría y ellos se juntan; seguramente olisquearán en mis formas, en mis andares o en mis hechuras algún rastro de semejanza con su condición de simples e inocentes. Pero mi cuñada Conchi...¡Si es un demonio! Misterios.

-Ea, pos ahora, con tantos días de lluvia como hace, le voy a contar a usted un acertijo, para que nadie se meta con su calva. -Y me agarra el brazo, no sea que me vaya.
-A ver.
-Mire, cuando usted vaya por la calle lloviendo y alguien le diga: ¡agua pa los calvos! Usted no se quede callado, eh.
-¿Ah, no?
-No. Usted le responde: y pal de los pelos largos . Y ya el otro se tiene que callar, claro.
-Claro.

Y allí nos tuvo el hombre un buen rato entretenidos a base de chistes y de chismes sin dejar que nos fuéramos.
-Yo aquí me distraigo mucho -nos dice ufano-,  me tiro todo el día por el pasillo contando chistes a unos y a otros. Y más por las tardes, que se pone esto abarrotao.

Éste es uno de estos pacientes de inteligencia límite que, al morir sus padres, se quedan solos en sus casas al calor fugaz de alguna vecina compasiva porque los hermanos tienen cada uno su vida, mire usted, él con su pensioncita se las avía muy bien, se justifican. Supongo que es así. Cuando ingresan en el hospital están tan necesitados de cariño, de roce humano, que se vuelcan con todo el mundo, se meten en no importa cuál de las habitaciones, se prestan zalameros para cualquier tarea que les manden las enfermeras, se chivan al médico si fulanito, el diabético, chupa a hurtadillas la lata de leche condensada escondida en lo hondo de la mesita, se hacen colegas de los celadores como si fuesen uno más de ellos...Pretenden hacerse útiles, imprescindibles y cuesta luego Dios y ayuda darles el alta. Parece tal que los desterráramos de nuevo a su triste soledad. Y nos da a todos mucha lástima.

No es bueno que el hombre esté solo, dijo Yavhé un día muy lejano. Y menos este infeliz. Pero la palabra de Dios no ya es lo que era.

2 comentarios:

  1. Para un hombre no simple:Feliz cumpleaños.Sesenta añitos no es nada.Para el que no lo sepa o se le halla olvidado hoy día diez el presunto entra en otra decada, que lo lleves bien campeón.

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    1. Muchas gracias leñero, pero sigo sin saber quien eres. Anoche mismo, algunos de mis amigos, de aquí de Sevilla, me dieron una fiesta sorpresa. Me acordé de todos mis amigos, incluído tú, claro.

      Más de cuatro ya están poniendo sus barbas a remojar.
      Un saludo

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