Aunque, desde luego, no me considero sabio, soy capaz de rectificar, o al menos, aclarar las cosas que digo.
Anteayer mismo, en mi pueblo, me crucé con el cura por la calle y no pude reprimir el impulso de afearle lo del pasado domingo, la procesión del Viático bajo palio.
-¡Vaya esperpento lo del domingo, tío! -le suelto después de darle un abrazo cariñoso.
-¿Tan mal te pareció? -me contesta algo sorprendido.
-Pues sí. Me pareció un teatro, una puesta en escena totalmente desfasada y trasnochada, más propia de los tiempos de los Cursillos de Cristiandad y de las Misiones en los pueblos que de nuestro siglo. Me vi transportado a mis años tiernos de monaguillo. Sinceramente, no te pega, joer.
-¿Y qué le pareció a tu mujer?
-¿A la Peque? -Y me eché a reír-. Pues lo mismo que a mí, o peor, ella dice que estas liturgias callejeras le dan repelús, que son una especie de autos sacramentales, reminiscencias de la Inquisición. Esta del Viático, en concreto, le parece una escena de alguna película costumbrista de Berlanga o de Pasolini.
-¡Vaya por Dios! -cabecea resignado-. ¿Y a tu suegra?
-¡Hombre! Mi suegra, encantada, ¿no te jode?
Mientras suspira, me coge del brazo y me lleva a la sombra, que mi calva no aguanta tanta solatera.
-¡Ay José María! Si yo te dijera que pienso lo mismo que tú... Por ningún otro pueblo de los que he pasado, y han sido varios, he hecho nunca algo de esto.
-¿Y entonces?...
-Chiquillo, parece mentira... Presiones que uno recibe.
-¿Presiones? ¿Del obispo, del vicario?
-¡Anda, anda, no seas ingenuo! ¡Bastante le importará al obispo lo que yo haga en el pueblo! Son gente de aquí, de tu pueblo y el mío.
-¿En serio?
-¡Digo! Tenemos en la iglesia un núcleo duro de gente muy tradicional, en fin, son las personas que más miran por el culto, las más apegadas a la iglesia, las que siempre están conmigo apoyándome en todo... Tengo que escucharlos y, en ocasiones, acceder a sus peticiones aunque yo personalmente no esté muy de acuerdo. Me han insistido en que esta sería una procesión excepcional que celebra la octava del Corpus, que debemos de proteger y preservar nuestras tradiciones, que si otros curas lo han hecho antes... ¡Hasta querían que saliéramos con candelabros y todo!
-Joder, joder y joder.
-Ya te he hablado en más de una ocasión lo que supone ser cura en tu propio pueblo. En fin, dejémoslo ahí.
-Bueno, vale -prosigo yo con mi monserga-. ¿Y lo de coaccionar a los ancianos impedidos a la comunión?
-¡Eso sí que no! -me contesta con cierto enfado-. Primero me presento en sus casas y me ofrezco para lo que necesiten, tanto si es un bien espiritual como material. No sería la primera persona anciana a la que le pago, por ejemplo, el butano. No, no, por ahí no. Visité a tu suegra, ya viuda, a sabiendas de que con tu suegro vivo no había nada que hacer. Y ella aceptó de buen grado confesarse y comulgar. Y hasta ofrecer misas por el alma de su marido, fíjate. Y los domingos me paseo con una cartera discreta donde porto el Viático y ofrezco la comunión a las personas que me lo han solicitado.
-¿Pero no comprendes que nadie te dirá que no, aunque solo sea por vergüenza?
-De eso nada. Te podría decir de varios ancianos del pueblo que me reciben en sus casas de muy buen talante, pero que cuando toca confesar va y me dicen con mucha guasa: "don Lorenzo, si le parece lo dejamos para la semana que viene". Y así, semana tras semana. Y se mueren sin confesar. Y yo me aguanto, ea.
- Pues muy bien. Eso me parece muy bien.
Para que veáis, que veamos todos, que siempre es necesario escuchar a todas las partes. Al César, lo del César...
Buenos días Jose Maria. Me agrada mucho tu rectificación y haber escuchado a todas las partes.
ResponderEliminarMe resultaba muy raro todo lo que habías contado en tu anterior escrito. A estas alturas ir con imposiciones me parecía ridículo, pero entre gente mayor puede ocurrir de todo y es verdad que algunos cuando se acerca ese momento tan crucial vuelven a la fe como única tabla de salvación, por si fuera verdad que hay algo más allá después de la muerte. Hay que respetar la libertad de cada uno para cambiar de opinión y también la Iglesia debe ofrecer sus servicios pero sin presionar a nadie.
Bueno recibe un fuerte abrazo y que esa recuperación tuya y de tu mujer sea estupenda.
Muchas gracias, Manolo. Comparto completamente tu criterio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hablando se entiende la gente y escribiendo en el blog también.
ResponderEliminarEntresaco de tu relato la persistencia de lo rancio, o sea, la influencia "sine dia" de las tradiciones antañonas.
Nunca me han molestado las performances callejeras de cualquier tipo, ni siquiera la de la entrada de Franco bajo palio en la Mezquita, que contemplamos asistiendo a 6ª o a Preu. Recuerdo incluso haber participado en una procesión con vosotros en Semana Santa atravesando las Tendillas. ¿Os acordáis?
Los toros, la iglesia católica, las fundaciones franquistas etc. por mí pueden perpetuarse hasta el infinito, (cosa que pretenden), siempre y cuando no se financien con el dinero público y paguen los impuestos que les correspondan.
Lo de imponer los sacramentos, (ya nos lo ha explicado Manuel en el relato de su confesión con D. Antonio), es demencial e intolerable. Afortunadamente tu amigo el cura así lo entiende.
Gracias por darnos vidilla con tus artículos costumbristas.
Un abrazo. Pedro
José María, comentar el hecho procesional con el párroco amigo era lo menos que se podía hacer, por lo de despejar los resquemores y los malos entendidos.
ResponderEliminarResulta que cada cosa se fue sedimentando en su lugar ente el entendimiento mutuo, pues era lo que pedía el público, era un hecho democrático.
Las cosas pequeñas también sirven, hechas desde la sana intención y la amistad, nadie es perfecto.
Un abrazo.
Juan Martín.
Agradezco mucho vuestros sabios comentarios. Al final, se trata de esto, una especie de gacetilla donde poder expresar opiniones, sentimientos y anécdotas.
ResponderEliminarUn abrazo para todos