lunes, 4 de enero de 2021

Los cortijos

¿Quién no ha tenido alguna vez una fantasía de multimillonario? Una lotería, un pelotazo obsceno de tropecientos millones de euros. Yo meto poco, la verdad. Soy de los que se auto complacen con aquello de que bastante fortuna tenemos con disfrutar de buena salud para nosotros y los nuestros. Pero, aun así, alguna vez compro un cuponazo, nada de la paga, premio menor, poca cosa. Para una vez que tiento a la suerte que sea a lo grande: millones a espuertas.

Hace algunos años, en vida de mi padre, mi ilusión principal de millonario era poder comprarle a él, a mi padre, La Capilla. Enterita para él. Ese cortijo ha sido toda su vida. Un apasionado del campo: de las tierras calmas, los olivos, la remolacha o el maíz. En mi delirio, la propiedad sería suya, pero la gobernanza quedaría a cargo de mi hermano Juan, heredero natural de su buen juicio con tierras y gentes. Y nombraba albacea a mi hermano Frasco, no fiándome de mi buen progenitor que, de tan creyente y piadoso, era muy capaz de dejarle  a la iglesia la mitad de sus bienes. Y eso sí que no.

Ahora, no. Cuando sueño despierto con un premio gordo se me ocurre hacer una lista con la gente a la que pienso repartir la morterada: un tercio para nosotros; otro tercio, para mi hija; y el resto a repartir entre familia y amigos.

-¿Qué haces tan atareado? -me pregunta la Peque algunos viernes por la tarde.

-La lista para el reparto del Cuponazo.

-Si los tontos volaran... ¡Dios mío, qué hombre más simple...!

Al regreso de Rute, a escasos kilómetros, me he resguardado esta mañana en un cortijo arrumbiado pegado a la carretera para hacer aguas menores. La próstata. Le temo cuando en circunstancias parecidas de viaje me aprietan otras aguas, las mayores. Porque ahora, con mis achaques de caderas y rodillas, no puedo acuclillarme, y tengo que desescombrar a media anqueta y sin poder darle dirección al mortero. Esta vez, no. Sólo mear. Con el frío cortante de las alturas, a -2ºC, la pilila no salía de la portañuela, de manera que hube de desabrocharme el cinto y orinar con el culo al aire. Bien está. Nadie me va a ver protegido por las tapias y por un pino majestuoso que custodia la entrada. Al salir del escondite, mientras me atacaba el hato, me ha invadido una sensación muy placentera de plenitud. No tanto por el descanso de mi vejiga, cuanto por el mundo que se me ofrecía desde mi cota visual. De frente, una ondulada infinita de olivar coronada en lo alto por la ermita de Lucena; a mi derecha, La Horconera prieguense lejana y misteriosa, y Rute, más acá, como brochazo de cal desparramada en la falda de su sierra; y a mis espaldas, tapados por un collado de olivos, los cerros de Cuevas Altas. Una gozada. Si me toca un cupón me compro este cortijo, me he sonreído.

Me gustan los cortijos. Los habilitados y los ruinosos. Aquéllos, quizás porque mi niñez sigue jugando en sus patios y durmiendo en sus cuadras; Éstos, los arrumbiados, por ser ya los únicos testigos mudos de un tiempo primario y heroico de subsistencia, sacrificio y servidumbre. Un tiempo que, por suerte, no ha de volver.

¡Lo que van a dar de sí mis viajes a Rute, oye!    

6 comentarios:

  1. Como los barcos de vela amigo José María, el cortijo requiere brazos, fuerza y juventud.
    Aunque hoy en día todo esté mecanizado, hay que andar en las faenas de arar, pasar la grada, sembrar, regar y recoger la cosecha.
    Yo al menos ya no estoy para esos trotes, si acaso comer unas migas con torreznos y para de contar.
    Un abrazo.

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    1. Claro que sí. Cada cosa tiene su tiempo. me gustan los cortijos porque me he criado en uno y siento un pelín de nostalgia. Un abrazo.

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  2. Tú sabes que yo soy urbanita en los cortijos. Pasar unos días para desintoxicarse de ciudad, disfrutar de paisajes y pausanajes y echar buenos ratos con amigos. Y tb sabes que si pelotazo cogiera soy más de dehesa,en su tiempo tuvimos un proyecto incluso.
    Lo que más me ha gustado es la descripción. Me he situado perfectamente en el lugar y la panorámica
    Te ha faltado algo en la descripción. Que es eso de coronada en lo alto por la ermita de Lucena" pues no parece que el "cerrillo" ese parece el no va más de la subbética.... Vas a comparar tu....

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    1. Jajaja. Es verdad que en su día -ahora no- hubiésemos disfrutado de una buena dehesa en cualquier sitio de Sierra Morena, en Obejo mismo. Ahora es añoranza. Bien. En cuanto a lo de la ermita, resulta que desde donde está ese cortijo no se divisa la sierra de Cabra, cientos de miles de veces más preciosísisma que la de Lussena ¿Ande va a parar?

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  3. No entro en sueños de terrateniente. Como dice Juan Martín, que se ocupen otros.
    Para empezar no juego a ningún tipo de loterías y me considero más que rico. Cuando me muera hasta me va a quedar dinero para pagarme el entierro.
    Ya que has adaptado un tema de Serrat al final del relato... mi infancia son recuerdos de una pequeña aldea con un pequeño huerto, cigüeñas y dehesas bajo un cielo infinito, estrellado de noche como jamás he visto.
    Pero, va a ser más sencillo seguir viviendo en Mutxamel, que los sueños sueños son.
    Lamento lo de tus achaques, pero tampoco deseo entrar en un tema que viene de regalo con la edad provecta.

    Cuídate que viene la vacuna.

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    1. Gracias, Pedro. Deseando estoy que me llegue mi vacuna. Jajaja

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