miércoles, 26 de septiembre de 2012

Médico, cúrate a tí mismo

No conozco paciente más pejiguera para un médico que él mismo cuando enferma. Lo admito, no valgo para enfermo. El caso es que en las pocas ocasiones en que he padecido de algo serio lo he llevado muy bien, mucho mejor que la Peque. Creo que estoy mentalmente preparado para afrontar una enfermedad grave. Sin embargo, las cosas tontorronas, la mocarrera, el resfriado común, la faringitis, el vértigo...me sacan de quicio. Y además, me automedico. No es que no me fíe de mis colegas, ni mucho menos, sino que me gusta diagnosticarme y tratarme yo mismo, lo del médico cúrate a tí mismo de Sócrates. Pues eso. Creo que he estado hospitalizado en tres ocasiones, la salmonelosis que cogimos en el bar Manolete, una enterocolitis por estafilocco de un pudding pasado de fecha y cuando la hematuria de esfuerzo. ¡Ah bueno!, se me olvidaba, han sido cuatro, la última hace dos años, con la arritmia en Puigcerdá. En todas ellas he tenido exasperada a la enfermera de turno modificándome el tratamiento a mi antojo, que si  aumenta un poquito este suero, ponme tantos miliequivalentes de bicarbonato, dale más caña al Trangorex...Un caso. Lo de ahora es distinto: un simple y fastidioso resfriado.

Toda la santa mañana moqueando, desollándome las narices, tosiendo, estornudando encima de mis pacientes...,¡qué coraje!, ¡qué mal cuerpo! "Pero vente ya para la casa", me telefonea la Peque. "No tenías que venir estando así", me corrige Rosa, nuestra administrativa. Pero si me quedo en casa es casi peor. Aquí, en el hospital, con el afán de la consulta no tengo más remedio que apechugar y como quien no quiere la cosa, un paciente detrás de otro, se pasa el tiempo más rápido. En casa estaría aperreado todo el día, porque con este cuerpo no está uno para nada, ni siquiera para escribir. Al final de la mañana, sobre la una del medio día, son mis propios compañeros los que me echan. "Vete ya so pesao, que nos vas a contagiar a todos". Y entonces pillo y me paso por el Mercadona a comprarme una trenza de hojaldre con pasas y nueces. Buenísima para el catarro.

"Huy, ¡cómo está usted!", me dice algún paciente de más confianza. "Yo creía que los médicos no se ponían malos". Y es verdad. Los médicos no deberíamos ponernos malos. Cuando llegue la hora se estira la pata de una vez y ya está. Pero no esta tontuna de los mocos, la calentura y el dolor de huesos. Con mis amigos he llegado a un trato: ellos pueden enfermar cuando sea procedente, según vaya tocando, que yo estaré siempre con la mejor disposición para atenderlos; a cambio, a mí que no me pase nada, yo siempre igual o algo mejor si cabe (si acaso, una poquita más de fuerza  en el muelle del levantar). Tiene su lógica, no creáis. Si yo envejezco al mismo ritmo que ellos llegará un momento (está al caer) en que me fallen las ganas y las fuerzas, incluso el seso (me refiero al de pensar, del otro mejor me callo). 

A nadie le interesa que los médicos enfermemos, que enfermen otros, ¡como no hay gente en el mundo!

2 comentarios:

  1. Esta vez te has puesto serio, la ocasión lo merece.No veo a la juventud todavía muy dialogante.De la industria farmaceutica creo que
    habria mucho que hablar.Y si, si vale la pena tu insistecia. Por supuesto me sumo al debate,el tema es interesante,pero no aquí que es solo un comentario,
    Un saludo campeón.


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  2. Perdona el comentario anterior es para" El vendedor de trajes de el corte ingles " no para este.Me he eqivocado de sitio-será la edad ?

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