jueves, 6 de septiembre de 2012

Un amigo médico no es garantía pero da confianza

Dejando aparte el fervor rociero del que tanto disfruto, según hemos comprobado ya en un capítulo anterior, otro de los favores que recibo con cierta sorpresa de mis amigos de Sevilla es lo poco que me importunan como médico, el escaso provecho que sacan de tener un amigo médico. Ellos y ellas, casi todos, son homeopáticos; arreglan sus achaques con unas pildoritas de Árnica o con un buche de aceite de onagra. Y para las tensiones psicosomáticas es Mercedes, nuestra psicóloga, quien los atonta y sofroniza con sus juegos de manos y sus golpecitos en la frente. Y en las ocasiones en que nos acompañan de contertulios Antonio Pintor y Victoria se fían más del criterio y de las opiniones de ambos que de los míos. Me quedo descolocado, es verdad, esta gente no se da cuenta de que tienen un "figura" a su entera disposición. En el hospital los enfermos llegan a las manos por una cita conmigo y, sin embargo, mis amigos pasan de mí. Los únicos pacientes fidelísimos entre mis amigos de Sevilla son Paco y Ana, sí, sí, los recién casados en secreto.

Sí, Mercedes tiene mucho más tirón que yo. Y mejor cuerpo. Domina a la perfección el lenguaje oral tanto como el gestual, es asertiva en sus recomendaciones, "esto es así porque sí", se desprende de su charla amena y documentada; si en el anterior almuerzo juntos de hace quince días lo mejor para el estreñimiento era el Aloe Vera, hoy, cenando en mi casa, es el carbonato magnésico. Y me reprende porque yo le recomiende a la Peque, estreñida de siete días, una infusión de hoja de Zen, "éso es cancerígeno, Jose María". Ea, y me tengo que aguantar. Me ningunea, oye.

Mercedes tuvo su día grande, su momento de máxima gloria, una noche de marzo pasado que dormimos todos juntos en el chalet de Frasqui. Después de la cena, mientras Jaime, el Palanco y Juan Francisco veían en la tele un Betis-Real Madrid, Mercedes nos congregó al resto de la gitanada en un salón contiguo y, al dulce calorcito de la chimenea, nos fue aliviando, uno a uno, por tocas, de nuestras tensiones del día. Sólo tamborileando con sus dedos en determinadas partes de la cabeza del abducido y bisbiseando un batiburrillo de mágicas letanías. Y lo admito, a Agustín le curó un dolor de cabeza resistente a tres dolalgiales; y la cabeza del añoro no es cualquier cosa, que, antes que cura, Agustín quiso ser bombero, lo que pasa es que, en viéndole la testa, no lo admitieron. A Paqui (la falcona) se le esfumó, como por hechizo, un virus intestinal muy fastidioso. A Pili le disipó toda la angustia acumulada por su responsabilidad como anfitriona. María Jesús, que se ríe de su sombra, no entró al trapo. Conmigo no consiguió rehacerme del todo del desplante de Jaime que, sevillista de pro, se puso de parte del Betis con tal de llevarme la contraria. Ten un amigo desde los doce años para esto. Pero a la Peque me la dejó la mar de preparada y blanda para una noche que prometía calor, pasión y desenfreno. Total para nada. Para una vez que mi mujer está tierna y receptiva compartimos suelo y dormitorio con María Jesús. Y no era cosa de escandalizar a la pobre viuda, tan falta de hombre. Mercedes es una bruja. En los tiempos de Torquemada la habrían achicharrado viva más de una vez.

Lo de Antonio Pintor es otra cosa. Es tanta la sintonía emocional entre ellos, que mi gente de aquí, la de Sevilla, bendice cualquier argumento que salga de la boca de Antonio, no sólo ya un alegato de índole política, sino también, y por extensión, de cualquier otro tema, incluído, naturalmente, el de carácter médico. Para mi gusto, sin embargo, en lo referente a sanidad y a política sanitaria su mensaje me parece demasiado contundente, excesivamente tajante para un hombre ecuánime tan contrario a lo dogmático. Antonio posee un lenguaje muy cercano, que llega enseguida, muy honesto y muy comprometido. Se nota a legua la pureza de su pensamiento. Y eso engancha a cualquiera y más a ellos, mis amigos de aquí, que beben de su misma fuente ideológica. Yo creo que para éstos resulta muy reconfortante comprobar que Antonio, amigo mío mucho antes que de ellos, complementa algo que a mí me falta: el compromiso político, el activismo, el salir a la calle, el integrarse en el 15 M...Claro, como son tan rojos...

Todo esto es así en tiempos de bonanza. Y no me parece mal. Sin embargo, cuando las opiniones de unos y de otros son solamente éso, pareceres, y los achaques se convierten en males, entonces la cosa cambia. Acuden a mí como tabla de salvación. Es aquello tan antiguo de rezarle a santa Bárbara sólo con tormenta. Todos nosotros recordaremos siempre el apoyo tan especial que les proporcionamos a Antonio Lara y a Manolo Estepa ayudándoles a bien morir. El tiempo vuela ¿eh? El nuevo corazón semiortopédico de nuestro amigo Juan Francisco tampoco resultó gratuito, hubo que pelearlo a base de bien y bien que nos alegramos todos ahora. A Tomás, con la coña de su fisura anal, le tengo visto el salva sea la parte más que a la Peque. Agustín y Paqui, vecinos de tres casas más abajo, me tienen de internista de cabecera, de proctólogo y ginecólogo obligado y hasta de pediatra para Miriam. Y no insisto más en la debilidad que me profesan los dos tortolitos de antes, los recien casados en secreto.

Lo último conocido no ha sido tormenta, sino un viento hipohuracanado, como decía el oso Yogui. No ha llegado a huracán. Nuestro amigo Palanco, aguerrido esposo de Mercedes, el más acérrimo defensor de la homeopatía, ha caído enfermo. Pero de verdad. Es homeópata por convicción propia y por la tirria hacia la corruptela de la industria farmaceútica. Gracias al cielo todo se ha podido subsanar en algo más de un mes. De nuevo bonanza. Pero el verano ha sido movidito. Para uno, como médico y como amigo, resulta muy gratificante sentirse útil en los momentos más difíciles, ayudar al paciente y a sus allegados a mantener la calma, la cordura, a hacer las cosas como Dios manda (esto no es de Rajoy, se ha dicho así toda la vida de Dios), informar de manera clara y a su tiempo...En fin, hacer de médico.

-Antonio, te vemos demasiado tranquilo. -Le decían las mujeres días pasados almorzando en mi casa-. Parece como si la cosa no fuera contigo. -Y el tío va y se pone:
-¡Vaya!, la verdad es que sí. Como José María ha ido por delante en todo, me he limitado a obedecer y a confiar.

Y a José María se le sale la satisfacción por las orejas.

Está claro, tener un amigo médico no garantiza nada, pero da confianza. Es lo menos.

6 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con lo de la confianza.... pero esta no es gratuita. Creo que obedece además de una bien ganada profesionalidad y a tu buen ojo clínico, a unas evidentes habilidades para saber afrontar determinadas situaciones complicadas.

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    1. Muchas y sentidas gracias amigo Jaime. Pero viniendo de tí, la gente puede suponer que hay tongo. ¿Quién va a hablar mal de su novio?

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  2. Desde luego no paras,eres un tio cachondo. Se te puede admirar por muchas cosas pero tu srntido del humor es fantastico, que envidia tengo de los que te rodean.

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  3. Pa que veas Paco, pos mi mujer está siempre regañándome.

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  4. Bueno, mi querido amigo, como siempre has conseguido hacer un retrato fiel, al menos en lo que a mí respecta, y creo que tambien sobre los demas.
    Como bien dices, cuando nos reunimos y hablamos de lo divino y humano, estamos dando opiniones, mejor o peor fundamentadas.
    En ese contexto, dando por asumidos los evidentes avances de la ciencia médica, mis comentarios se centran en esa "otra medicina oficial" que practicamos diariamente y en la que en absoluto confio, pues tiene poco de ciencia y mucho de negocio. Esta situación es mas habitual en mi práctica de Atención Primaria que en la que tu realizas en el hospital, donde te llegan pacientes enfermos, cuyos problemas no hemos sido capaces de solucionar.Mis opiniones, a manera de caricatura,resaltan las negatividades del sistema, por lo que coincido con tus observaciones. Sin embargo cuando aparece un problemade verdad y nos sentimos fragiles y vulnerables, todos confiamos en tus conocimientos, que son muchos, y en tu capacidad para resolver y ayudarnos. En definitiva nos ponemos en tus manos pues sabemos que de esa manera recibiremos lo mejor que a dia de hoy la ciencia médica puede darnos. No estes celoso pues al final todos te admiramos y te queremos.
    Un abrazo

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    1. Querido Antonio, ¿cómo voy a estar celoso? Me ocurre un poco como a nuestro amigo de san Sebastián, el poeta. Me gusta ser el blanco de la broma burlesca para luego provocar y sentir vuestros halagos. Un abrazo.

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