Iuiuiu...Iuiuiu...Iuiuiu. Es el silbido de mi whatsapp. Se me está haciendo ya cansino, que lo sepáis. Sobre todo desde que hace unas semanas la Peque inventó el whatsapp familiar. Y nos metió, a la Meli y a mí, en el grupo de sus hermanos y sobrinos. Ea, y ahora cada vez que mi cuñado Antonio, el más adicto, envía un mensajito a su hermana Conchi, otra que tal baila, suena en mi móvil el dichoso iuiuiu. Y voy y lo abro: "Conchi, que la María irá hoy a comer a tu casa, que nosotros estamos en Alameda". Y a los pocos segundos, otra vez el silbidito y, tonto de mí, vuelvo a abrirlo: "vale, pero que no se le ocurra encajarse aquí a las tres. A las dos estamos comiendo". Iuiuiu..."Vale".
Así no hay forma de trabajar, oye. Estoy auscultando a un paciente, mi móvil en el bolsillo de la bata...Iuiuiu..."Sema, (mi sobrina Miri) que voy para tu casa a sacar a la Pegui de paseo". Imposible. Me quejo ante mi familia que no aguanto tanto reclamo. "Pero ponlo en silencio, hombre, me dicen". "A mí me borráis, se acabó". No me han borrado, pero ya he aprendido a ignorar el silbido. Y luego, si abro el móvil en casa, me abrumo al ver el icono de la pantalla que delata los mensajes pendientes: veintisiete. Al final es como si no tuviera whatsapp porque termino antes no leyéndolos.
Tiene actualidad el tema, ya sabéis. Esta mañana en la consulta una mujer joven (y un poquito cascarrabias) se quejaba del especialista que había visitado recientemente a su madre. "La verdad es que no sé para qué la mandó usted al cardiólogo, se tiró todo el rato escribiendo mensajitos en el wasa ése del móvil". A lo mejor no fue tanto, de acuerdo. A lo mejor esta mujer es de ésas hipermegaexigentes. A lo mejor...Pero no podemos, nosotros los médicos, dar pie a una imagen semejante. Es éste otro signo de los tiempos: vayas donde vayas, estés donde estés, te encontrarás rodeado de personas, jóvenes y menos jóvenes, tecleando sobre la pantallita de un móvil. Como los viejos no tenemos amaestrados a nuestros dedos para tarea tan moderna, algunos (la Peque, por ejemplo) se han agenciado un pequeño artilugio parecido a un lápiz para una mayor destreza. No me meto con la ortografía, es de risa ver las letras que nos comemos, los apócopes fallidos, la confusión entre letras vecinas...Vale que sea en la calle, sea en un centro comercial o deportivo, pero no es decoroso su uso en una iglesia, por ejemplo, ni en los espectáculos, ni en clase. Ni en la consulta.
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