Desde nuestros tiempos de Triana -tampoco hace tanto- estaban las mujeres trajinando sobre un taller que la Peque les iba a impartir sobre pintura en seda, una especialidad que mi mujer domina como nadie. Y yo me lo tomaba a broma creyendo que sería una de esas muchas iniciativas a la que las mujeres se lanzan ilusionadas en un momento de calentón de taberna pero que luego pasan los días y se quedan en nada. De hecho, en tres años que hemos vivido allí nunca han encontrado fecha que les cuadrara a todas. Pero no abandonan, oye.
Y ha tenido que ser aquí, en nuestra nueva casa de Antequera. Y aquí me tenéis, de casero asistente para cuatro mujeres que se han encalomado en mi piso durante cinco días a mesa y mantel, qué digo a mesa y mantel, mucho más. La matrícula, totalmente gratuita, incluye, además del contenido docente y de los materiales necesarios, un régimen de pensión completa; no, ni siquiera eso, se parece más a un todo incluido. Con pulserita. Y no acaba la cosa ahí, esta misma noche se añaden sus mariditos y dos parejas más. Aquí todos rebujados. Y por si éramos pocos, va y se apunta también mi cuñada Conchi, otra pécora de cuidado.
Los de mi edad comprenderéis mejor las tribulaciones de un hombre solo frente a semejante gineceo. Mientras ellas se divierten pintando sus trapitos, un servidor les pone el desayuno, hace la compra, saca a pasear a la perrita, va de canguro para que mi hija pueda salir a caminar, les cocina unas papas con chocos de rechupete y, después de mi siesta rigurosa, les sirve el cafelito con sus dulces. El único ratito que me dejan respirar es el de la novela, ritual sagrado para ellas. Y entre cosa y cosa, como puedo, saco algo de tiempo para escribiros. Luego dicen del tiempo de los jubilados... Que no, que no nos queda nada para nosotros mismos.
Y a todo esto, con muy pocas compensaciones. En otro tiempo, en el siglo pasado mismamente, hubiese sido un auténtico disfrute sensual con mi disposición corporal y anímica rezumando testosterona hasta por las uñas, y ellas tan zalameras y pintureras. Hubiera exigido el pago en especie, en carne misma, pero ahora... En fin, que ya no es lo mismo. Mi testosterona no da ni para encontrármela pa mear, y el estradiol de ellas debe ser de garrafón, o genérico, con tanta soja como toman. ¿Dónde, los muslos prietos de la Peque; adónde han ido a parar las cachas carnosas de la Paqui; qué ha sido de los melones de la Mariki; qué, de la cinturita de muñeca de María Jesús? Hablo con conocimiento de causa, mi condición de médico y amigo me ha brindado muchas oportunidades de conocerlas epidérmicamente hablando. Ahora, ni en picardías para acostarse consiguen que se me empine el... ánimo. Será la edad. Será.
En fin, es broma. Ellas tampoco se han dado mucho respiro, son muy intensas para todo lo que se proponen. Han obtenido su máster sin truco, con todas las de la ley. Mirad, si no, el resultado final de sus esfuerzos.
Muy bonito todo, vaya. Pero ya voy teniendo ganas de que llegue el domingo.
Y a todo esto, con muy pocas compensaciones. En otro tiempo, en el siglo pasado mismamente, hubiese sido un auténtico disfrute sensual con mi disposición corporal y anímica rezumando testosterona hasta por las uñas, y ellas tan zalameras y pintureras. Hubiera exigido el pago en especie, en carne misma, pero ahora... En fin, que ya no es lo mismo. Mi testosterona no da ni para encontrármela pa mear, y el estradiol de ellas debe ser de garrafón, o genérico, con tanta soja como toman. ¿Dónde, los muslos prietos de la Peque; adónde han ido a parar las cachas carnosas de la Paqui; qué ha sido de los melones de la Mariki; qué, de la cinturita de muñeca de María Jesús? Hablo con conocimiento de causa, mi condición de médico y amigo me ha brindado muchas oportunidades de conocerlas epidérmicamente hablando. Ahora, ni en picardías para acostarse consiguen que se me empine el... ánimo. Será la edad. Será.
En fin, es broma. Ellas tampoco se han dado mucho respiro, son muy intensas para todo lo que se proponen. Han obtenido su máster sin truco, con todas las de la ley. Mirad, si no, el resultado final de sus esfuerzos.
Muy bonito todo, vaya. Pero ya voy teniendo ganas de que llegue el domingo.