jueves, 26 de mayo de 2022

El regreso de antiguas emociones

Ayer, de manera inesperada (que es como mejor sientan las vivencias agradables), recibí dos subidones de oxitocina. A mi edad provecta, esta hormona y otras parecidas -transmisoras del sosiego- son mucho más convenientes que la adrenalina, tan del gusto de los jóvenes. Incluso más que la testosterona, tan caliente y arrolladora. Fueron dos experiencias sencillas, nada del otro jueves, pero ya se sabe que en ocasiones las cosas sencillas son las más importantes.

Por la mañana, invitado por mi hija, di una clase informal a sus alumnos de Biología que, en principio, tenía como objetivo alentar a los bachilleres hacia las bondades de la Medicina. Se trata de un ejercicio por el que siento un interés muy particular, el de ponderar muy al alza la excelencia del oficio médico, el más sublime del mundo. Sigo siendo un apasionado de mi profesión, y mucho más ahora, visto lo visto de abnegación y entrega por parte de todo el personal sanitario en la pandemia, sacrificio de vidas incluido. Conocedores de mi escasa destreza en lo relativo a la informática, no os extrañaréis de que me llevase a la clase el pendrive que no era, con lo que propició la ocasión para una charla improvisada, mucho más divertida y participativa. Como es lo habitual hoy, muchas chicas y menos chicos en la clase. Casi todas las preguntas provenían de ellas, bien fuera por  más decididas, bien por verse ya estudiantes de medicina in péctore. Hubo preguntas muy directas e íntimas. Y  respuestas muy claras y emotivas por mi parte. Se habló allí de valores, de talentos, de buscar cada uno en su interior la mejor decisión atendiendo a factores internos y no tanto a los externos; del sentimiento de misión por cumplir, de realización personal, cada cual en aquello para lo que se sienta realmente atraído. Incluso alguien sacó a debate la vocación, término tan anacrónico, al parecer. Salieron a la palestra temas tan espinosos como el de la eutanasia, el aborto, la objeción de conciencia... Afloraron anécdotas, historias, sentimientos y vivencias pasadas que se hicieron tan presentes en mi conciencia que despertaron sin remedio emociones muy reconfortantes. No eché en falta mis diapositivas del pen. Las preguntas y dudas de los alumnos fueron mucho más edificantes para mi propósito que mis esquemas y fotografías tan repetidamente repasadas. Todo mucho más fresco, en consonancia con la frescura vital que aquel ámbito tan juvenil respiraba. Y mi hija, alucinando. "Papi, cuéntales lo de la muerta que se movía en el ataúd..."

Por la tarde, una llamada al móvil me saca del tedio de mis páginas lentas de un libro de ética. Casi lo agradecí, porque leer filosofía recién levantado de la siesta es un peñazo. Hasta mi perrita se da cuenta del aburrimiento y me rasca en mi brazo para que salgamos de paseo. "Doctor Rivera -oigo al otro lado del hilo, bueno... ya no hay hilo, al otro lado de las ondas-, soy Carmen, de Montellano...". Desde que me jubilé no había tenido noticias de ella. Algunos de mis pacientes más allegados me escriben wassapts, me consultan dudas o me felicitan por Navidad. Y es raro que Carmen no lo hubiese hecho hasta ahora. "Es por no molestar, doctor Rivera, no crea que es por falta de ganas". Total, que una vez que se ha decidido, ya puestos, me relata toda la retahíla de enfermedades nuevas que le han acometido "desde que usted se fue". "La verdad, tengo muy buenos médicos, el doctor Sergio, la doctora Medina, Lola se llama ¿verdad? Pero a mí siempre me ha gustado que usted me de el visto bueno a todo, porque es una cosa como de confianza ¿a que sí, doctor". Y, naturalmente, llovía sobre mojado. La larga charla con Carmen de Montellano, la  mujer que me regalaba dulces y carne de membrillo caseros, me devuelve, otra vez en el mismo día, a mis tiempos de Valme. Otro subidón. Esta mujer me hizo sonrojar en el pasillo de la consulta abarrotado de gente el día que se enteró de que me iba a jubilar. "Usted, doctor Rivera, no se jubila por enfermedad ni por edad, se jubila porque se toma nuestras cosas demasiado a pecho". Quizás el mejor piropo que nunca nadie me haya tirado.

Oxitocina, dopamina, serotonina a chorros.



jueves, 19 de mayo de 2022

Sarna con gusto...

Si alguna cosa pudiera resultar gratificante en la subida de esta pendiente jadeante, yo diría que es la contemplación más minuciosa de algunos elementos singulares del paisaje serrano, que de otra manera pasarían desapercibidos. En cada parada para recuperar el resuello me entretengo en observar tales curiosidades. Esta mañana, por ejemplo, he visto una higuera joven brotando desde el interior de un tronco hueco de olivo. Tal pareciera que hubiese sido injertada en él. Una maravilla. El campo está que se sale, ya lo sabemos. Pero aún más cuando estás solo en medio de la sierra acosado por un sol aplastante, acompañado del trinar de los pájaros y envuelto en la fragancia pegajosa de cientos y miles de retamas amarillas.

Este campo de golf de Antequera está amañado para atletas, tío. Enclavado en el monte, todo son cuestas. Los hoyos más suaves, los del centro, son los primeros que se reservan, y es donde más se detiene el juego por exceso de personal. Si a un servidor le gusta más ir por libre, sin estorbos, no le queda más remedio que alejarse a los hoyos más puñeteros. Podría alquilar un cochecito -un bugy, se llama- que es lo que hacen los ingleses barrigones, pero es que yo, tan enviciado, voy todos los días, y no es cosa de tal despilfarro. La subida desde el hoyo 15 hasta el 18 empujándole al carrito es criminal. Con la calor, todo el mundo le huye. Menos yo. Tendríais que verme. Sobrevivo al tabardillo gracias a las sombras piadosas que me salen al encuentro, a la fuente de agua fresquita que hay en la salida del 13, donde me aprovisiono, y a los muchos nísperos, dulcísimos, que jalonan la subida. Resulta curioso que se mantenga el fruto limpio, sin mordiscos de los pájaros, y es porque, según creo, ni siquiera los mirlos, los más golosos, se atreven a merodear por estos parajes.

Esta mañana, coronando el green del hoyo 17, derrotado, he tenido que echar mano de la exigua dosis que me ha tocado en el reparto de la furia española. Y en el minuto de respiro para resoplar se me ha venido al pensamiento una imagen de mi madre en La Capilla. "¿Estaré delirando por la calor? -pensé-. Mientras estés sudando, tranquilo. En los golpes de calor, la víctima ya es incapaz de sudar. Y tu vas empapado. No estás delirando". Mi madre me regañaba cuando en pleno estío, con el sol en toda la mollera, me veía disfrutar jugando al fútbol en el patio de los cocherones. "Si tu padre te lo mandara por obligación seguro que protestabas, pero por tu gusto serías capaz de estar jugando hasta la noche, so visioso". Y remataba siempre con lo mismo: "Gracias a Dios que no te ha dado por el vino...". Si me viera mi madre en esta tesitura... 

Justo es reconocer que yo era un muchacho muy negado para el trabajo del campo. "Menos mal que sirves para los libros" decía mi madre. Mi padre ya no sabía dónde ponerme. No aguantaba el polvillo de la cosechadora, me daba vómitos; no soportaba el olor de los nardos en los trigales, me mareaba; los garbanzos me ensangrentaban las manos al arrancarlos; la siega de la matalauva me emborrachaba; me partía la cintura el cargar el camión de la remolacha... Solamente pude adaptarme al trabajo en los melones y en el riego por aspersión con los periquitos. Ahora, cuando intento presumir de haber sido un estudiante ejemplar por mi desempeño académico durante el curso y mi colaboración con la familia trabajando en vacaciones, mis hermanos me vacilan: "¿Tú, trabajando en el cortijo?... ¡Te quieres ir por ahí!!!..." Mi hermano Juan, el más crítico, apostilla: "Tú nos dabas a los más chicuelos del cortijo una horita de clase de Lengua y de Historia Sagrada por las mañanas; luego, te sentabas en los bancos del pasillo del molino a charlar con don Bernardo y con el abuelo, y por las tardes, con el pretexto de ir a misa, te ibas al pueblo a ligar, a lo primero con la Grego, y después con la Antoñita". ¡Desagradecidos!!! ¡Con todo lo que uno ha hecho por ellos!!... 

Y ahora, sin que nadie me lo mande, paso las de Caín en estos cerros inclementes, aunque preciosos. Ya se sabe: sarna con gusto no pica.

 

domingo, 15 de mayo de 2022

Resulta que Pegaso no es la marca de un camión

Un poner, se dice en mi pueblo. Imaginemos una Cataluña, por fin, independiente por la vía pacífica y diplomática. Un país soberano, vecino y amigo. Como Andorra, como Portugal. Una Iberia escindida en cuatro partes, pero hermanada. Mira tú qué bien. Puigdemont en su casa sin miedo a ser apresado, y nosotros tan tranquilos sin tanta monserga de catalán perdona vidas. Encuentro bastantes cosas positivas: los culés de mi pueblo se convertirán en béticos, sevillistas o malaguistas, nunca merengues, ni falta que nos hacen. El Barsa, encantado de conocerse ganando la liga catalana todos los años. Nos hará ilusión visitar Barcelona, Viella o la Costa Brava como si estuviésemos de turismo en el extranjero... En fin, yo le veo ventajas.

Puestos a imaginar, pongamos ahora -es un poner- que después de varios lustros de vida catalana feliz e independiente, liberada aquella bendita y sufrida tierra de la opresión castellana, va y resulta que el gobierno de una pequeña autonomía catalana, la del Valle de Arán, amenaza al gobierno central catalán con que quiere su propia independencia. Y la cosa no queda ahí, sino que pasados unos años dicha autonomía aranesa proclama su República independiente de forma unilateral. Es un suponer, eh.

En tal caso, no es difícil imaginar que los Puigdemont, Junqueras, Rufián y otras yerbas pusieran en marcha no ya un Pegaso, sino un IVECO, un VOLVO, un MERCEDES BENZ, un SCANIA, un RENAULT TRUCKS...Toda la gama de camiones posible en el espionaje de aquellos desagradecidos separatistas. ¿o no? ¿A qué viene, pues, tanto escándalo, tanta sobreactuación? 

Al presidente Sánchez y a otros miembros de su gabinete también los han espiado. ¿Y qué? Pues que espabile el CNI y no se deje descubrir, porque espías los va a seguir habiendo, aquí y en todo el mundo. ¿Por qué Cataluña y los políticos catalanes iban a ser una excepción? Cataluña es ahora mismo una amenaza para la soberanía española. España es un obstáculo diplomáticamente insalvable para las pretensiones independentistas de Cataluña. Parece de lo más normal del mundo -según hemos aprendido de las películas americanas- que se espíen mutuamente. Y si resulta que no es así, sino que el espionaje nos llega vía Marruecos...¡Que espabilen y nos dejen de rollos macabeos!! Saliendo como estamos de una pandemia depredadora de vidas y bienes, y a pique de entrar en una conflagración mundial, al ciudadano de a pie, a quien ahora pretendo representar, le importa un rábano todo este asunto, está en otra onda. ¿Que al CNI lo han pillado con el carrito del helado? Pues que aprenda mejor su oficio, y a otra cosa. En esta cuestión creo que el presidente Sánchez se ha pasado de transparente. Entiendo, desde mi escasa politología, que tales asuntos debieran ser tratados como secretos de Estado, y no darle pábulo a los medios. Se realizan las pertinentes investigaciones internas, pero de cara a la prensa negar siempre la mayor. Echo de menos, de verdad, aquel dontranquedismo, aquella callada manera que tenía M. Rajoy de dejar enfriar las ascuas de cualquier escándalo. Hasta que llegaba el siguiente.

No soy anti catalán, ni mucho menos. Rechazo la petulancia y la supuesta supremacía que algunos catalanes, políticos y ciudadanos, parecen predicar. Por lo demás, considero aceptables sus pretensiones de independencia siempre y cuando sean compartidas por una gran mayoría de catalanes. Sus políticos me han decepcionado, no obstante. Pese a su porte  de sobrado, me caía bien el mensaje de Rufián, me parecía correcto y oportuno en sus intervenciones parlamentarias y en los medios. Sin embargo, las recientes decisiones de su partido contrarias al gobierno en temas tan importantes como el de la reforma laboral o el de la política económica derivada de la guerra en Ucrania me hacen pensar que, como casi todos, carece de sentido de Estado, no busca otra cosa que no sean sus intereses partidistas. En suma, no son los políticos catalanes una honrosa excepción, son tan fulleros y desleales como cualesquiera otro de los nuestros. Excepción hecha de mi Yoly, claro está.

Ya lo sabéis, Pegaso no es un camión, que es un espía.

miércoles, 11 de mayo de 2022

Etiqueta

-Perdona, José María -me interpela Tere, la recepcionista del club-. No sé si no te has dado cuenta... 

Y ante mi cara de desubicado por no tener ni idea de lo que quería indicarme va y me suelta:

-Es que no vienes de etiqueta. -Y yo, creyendo que me estaba vacilando:

-¿Acaso tengo que venir con traje y pajarita?

-No, en serio, hay una etiqueta de verano para jugar al golf. Debes venir con un polo, no con la camiseta que traes.

¿Os dais cuenta? Estas son las pamplinas que me complican la vida sin necesidad. Menuda tontería!!! A uno, en esta tesitura, lo primero que se le viene a la boca es una bordería, pero uno ha estudiado en un colegio de curas, en fin, que tiene un nivelito.

-¿Ah, sí? Pues es que no tenía ni idea de tal cosa. La próxima vez, mi polito. ¿Algún color concreto? -Y me dedica una sonrisa no sé si simpática o desdeñosa.

¡Hay que joerse!!! Hasta ahora, en invierno y lo que llevamos de primavera, he ido a jugar con ropa corriente de calle y con unos botines deportivos que lo mismo me sirven para una boda que para subir al Torcal. Y tan requetebien. Por eso me ha sorprendido tanto esta admonición.

Los que me conocéis, y yo mismo, intuíamos que este ecosistema "pijo" -el mundillo del golf- algún día se me podría atragantar. Pero según iba pasando el tiempo me he ido encontrando la mar de a gusto. Juego solo o con Diego. En alguna ocasión he formado equipo con otra gente, gente corriente, alguna vez con chicas, mucho más divertido, claro está. Un inglés mayor que vive en Mollina me ha echado los tejos varias veces para que juegue con él... En fin, que muy bien. Y los guiris -dicho sea de paso- van mucho más desastrosos de ropaje que yo. Por todo ello, me ha sorprendido mucho la tontería esta de la etiqueta. 

Bueno... Tampoco pasa nada. ¡Será por polos!... Hoy mismo he ido a jugar y me he pavoneado delante de esta mujer con un calzón corto raído, pero con el polito más llamativo que tengo, el que me pongo cada 15 de agosto en mi pueblo para la procesión de la Virgen del Carmen. ¡Toma ya!!! ¡Ahora vas y lo cascas por ahí! Delante de mí, un trío de ingleses barrigones han entretenido el juego más de la cuenta con sus chistes, sus risotadas y su farfulleo ininteligible. Como manda el protocolo, amablemente me han ofrecido adelantarlos, pero yo he rehusado. En la espera, rastreando por la greñura de los bordes, he cosechado un buen manojito de espárragos. Para que luego diga la Peque que no soy un tío apañao. 

domingo, 8 de mayo de 2022

Homo Imsersus

Ni me acuerdo ya de la última vez que viajamos, la Peque y yo, con el Imserso. Creo que fue hace 4 años en La Manga del Mar Menor. Estuvo bien, aunque el entorno de ese territorio desconocido hasta entonces no me resultó tan atractivo como yo esperaba. El Mar Menor es una enorme charca de aguas someras, no diré que pestilente, pero sí calentona y algo viciada. Dos años más tarde, se nos escapó un viaje a Menorca, y luego sobrevino el Covid... Y todavía no me fío de apiarar con mucha gente.

Sin embargo, mi amigo Franqui y M.J. , su mujer, son unos friquis de esta actividad de turismo tan accesible. Desde que se ha reiniciado el programa, raro es el mes en que no salen por ahí. Él es un hombre de ideas bastante fijas en casi cualquier cosa, y desde luego en todo lo relacionado con los viajes. Es un devoto del Poniente almeriense y de la costa alicantina. Va siempre a los mismos hoteles, se conoce -y camela- a los distintos recepcionistas, les regala presentes humildes de su propia cosecha (mermelada de naranja amarga o carne de membrillo, que él mismo cocina, de rechupete) y consigue de ellos las habitaciones que desea, que son siempre las mismas. Piensa -con toda la razón- que esto del Imserso es un verdadero logro social para disfrute de cualquier jubilado, pero sobre todo de aquéllos que por lugar de residencia o cuantía de sus pensiones tienen más complicado el viajar por otros medios. Argumenta para ello que antes del Imserso  se alojaba con su mujer en albergues de monjas, y ahora, en hoteles de cuatro estrellas.

Es un cachondo mental. A sus 75 años, mantiene una actividad física envidiable, tiene un reloj de ésos modernos que cuenta los pasos, los kilómetros, el ritmo y la frecuencia cardiaca, y es un obseso con los retos que se impone. Se levanta a las cinco y media de la madrugada para hacer, en solitario, el sendero de "las Arquillas", saluda amistosamente al mismo gorrión que le espera, cada mañana, en la misma rama de la misma higuera, y se lleva un buen susto cuando algún jabalí bisoño e inexperto se le cruza en el camino de paso para beber en el arroyo de abajo. Si a la vuelta, ya en la alborada, no está conforme con el número de pasos dados sube corriendo por entre pinares hasta la "Torre del Hacho". Y ya, satisfecho del deber cumplido, desayuna en casa con la sufrida de M.J., salvo los domingos, que lo hacen en un bar con terraza y churros. Casi tan intensa como la física, si no más, es su dedicación intelectual: su promedio de lectura es acojonante, una biblioteca andante. Háblale de cualquier libro, da igual que de algún autor del siglo de oro que del más moderno, que él lo habrá leído. Completa sus jornadas con la visita y su correspondiente dádiva a cualquiera de los muchos conventos de monjas de nuestra ciudad. "Con nuestras dos pensiones y lo poco que necesitamos nos sobra el dinero". Se trata, a mi entender, de un ejemplo fehaciente de hombre bueno y de hombre que resiste al envejecimiento de una manera tan natural como divertida para él. "Mens sana in córpore sano", es uno de sus muchos lemas que él procura llevar ad pedem líterae.

En otro tiempo, bastantes años atrás, fue el rastreador más contumaz y experimentado de todas y cada una de las rutas del Torcal, las oficiales, las oficiosas y las imposibles. No creo que haya nadie en Antequera que conozca mejor que él los infinitos caminos de ese roquedal tan fantástico y maravilloso. Y si no sigue subiendo a diario es, en parte, por haberse echado un amigo médico muy cansino, que no para de aconsejarle dejar los peñascos para las cabras y los rebecos. Desde hace un año no sube a los riscos, y no tanto por mis reprimendas, sino por la dura experiencia que tuvo con un amigo de su edad que se rompió la cadera cuando ambos se encontraban aislados en un lugar del Torcal casi inaccesible. Ocho horas tardaron los servicios sanitarios en trasladarlo al hospital en helicóptero. Ahí se acojonó.

Y, lo más importante de todo: es un hombre feliz en su austeridad ecológica (tiene un cubo en la ducha para recoger el agua fría mientras llega la caliente); en su humildad de hombre tolerante, amistoso y generoso; en su ingenioso sentido del humor que nos hace dar risotadas cada vez que nos juntamos con él; en la pícara complicidad de su vida en pareja, "Yo soy un hombre polígamo de espíritu, pero monocoño de alcoba" -nos repite a los amigos. "Chiquilla -le dice a su contrita mujer-, si yo algún día me fuera con otra, tú no te preocupes, te vienes con nosotros".

Pues muy bien. Este hombre tan recatado, rutinario y precario en su cotidianidad se nos transforma cuando viaja con el Imserso. Y él se da perfecta cuenta de ese cambio y se ríe de sí mismo y de su estampa. "Cuando viajo me convierto en un espécimen diferente: soy un homo Imsersus".  Y me explica las características básicas que adornan a este reciente ejemplar. El homo Imsersus es una persona vieja con trazas y actitudes de joven. Come, bebe, viste y se divierte como si fuese un joven. Y Franki se mete completamente en ese papel impostado, pero muy divertido. Se sorprende graciosamente de ver cómo engulle homo Imsersus las ricas y variadas viandas en los buffets libres de los hoteles: arrasa con todo. Se divierte con los cócteles edulcorados y gratuitos en los salones de baile sacando a la pista a su amada compañera. Lejos de su costumbre, se acuesta a las tantas de la noche achispado y realiza repetidas intentonas de apareamiento infructuoso. Reprime la vergüenza de salir en calzones cortos y en camisa estampada, mostrando al mundo sus canillas flacuchas y peludas. Y lo mismo ella su compañera, en culotes cortos que dejan al aire venillas y otras abundancias... "Cuando salimos del hotel en busca del autobús parece que fuésemos un grupo de caricatos que vamos a un circo para niños". Y él, hombre de magras carnes, fidalgo de quijotesca figura, se maravilla luego en la contemplación incrédula de otros especímenes de Imsersus que, cual réplicas de sanchopanzas modernos, pasean por la playa felizmente despreocupados por detrás de sus barrigas toneleras y sebosas. Ufanas de sí mismas.

Homo Imsersus, una variante graciosa y pasajera  del Homo Hispánicus.

jueves, 5 de mayo de 2022

Pasión madridista

Desde hace muchos años no veo los partidos del Madrid. No me gustaría experimentar una muerte súbita. Prefiero morir con tiempo, despidiéndome del mundo y de mi gente, al son de alguna melodía de Simon y Garfunkel. De acuerdo, es una tontería, una sinrazón, lo que queráis, pero no lo he superado. Sufro demasiado. Sobre todo en los partidos digamos que importantes. Por entonces, la Peque y yo nos metíamos en cualquier cine a ver alguna película para así poder aislarme del mundo durante ese tiempo tan incierto. A la salida, entraba en algún  bar y me enteraba del resultado. Si habíamos ganado vería luego el partido en diferido; de lo contrario, nada. Luego, ya ni eso. De un tiempo a esta parte, solamente veo los resúmenes de los partidos que ganamos. Imaginaos mis nervios en un partido como el de anoche. Imposible para mí. Ya no me voy al cine. Me aíslo en mi casa, silencio el móvil para que nadie me llame ni oiga los pitidos de los wassapts que envían mis hermanos, y veo alguna película que me distraiga y me evada del momento.

Finales de mayo de 1968. Seminario de Santa María de los Ángeles. 4º de Bachillerato. Tengo 15 años.

Son las diez de la noche, y estamos todos los seminaristas acostados a una hora prematura para lo que estaba previsto. Y no consigo dormirme de la emoción de los momentos recientes. Me acuerdo de mi padre, de Luís el hortelano, de José Villalba, de Frasquito el del Torreón, todos ellos en esta misma hora viendo la segunda parte del partido entre el Real Madrid y el Manchester United en el telefunken de La Capilla. Nosotros lo hemos dejado hace un rato, y vamos ganado por 3-1. Clasificados en estos momentos para la gran final. ¡Un momento, escuchad, oigo pasos! "Éstos dos vienen a por mí" -pienso rápido. La puerta de mi cuarto se abre un resquicio desde fuera.

-Chiss, ¿estás despierto? -me susurra una sombra.

-Sííííí... -Contesto a media voz.

-¡Vente con nosotros!!!

-Estáis locos! Yo no voy.

Será por la heredada cobardía de mi madre o tal vez por mantener mi reputación de estudiante ejemplar, el caso es que ha habido en  mi vida de joven cantidad de ocasiones en que me he perdido experiencias de gran emotividad por mor de mi excesiva prudencia.

-¡Cobardica, eso es lo que eres!

Son mis amigos José Pablo y Joaquinillo, junto conmigo, los madridistas más aferrados de todo el seminario. Por su culpa, los curas nos han mandado a la cama a mediados del segundo tiempo, dejándonos con la miel en los labios. 3-1, pero faltaba aún media hora para el final del partido. Esa noche los seminaristas mayores, los del cuarto curso, habíamos logrado que don Gaspar, el Rector, nos permitiera ver el partido en la tele de nuestra sala de juegos. Durante todo el rato, mientras los demás disfrutábamos del juego del Madrid, con goles de Gento, Pirri y Amancio, algunos graciosillos, alentados por Rafa Marín, cordobés y cordobesista tocapelotas, se dedicaban a menospreciar y mofarse de nuestros jugadores. Que si Gento era un abuelo, Zoco, un tuercebotas, que si Pirri era un cornudo, Velázquez, un mariquita...La cosa llegó a tal punto de provocación que en un momento determinado Joaquinillo se levantó todo enfurecido y agarró una silla levantándola sobre la cabeza de Rafa con claras intenciones alevosas. Gracias a Dios, se contuvo, pero alguien, asustado, avisó corriendo a los curas. Enseguida se personó en la sala don José Delgado con su pito (entiéndase silbato) en la boca. Y de un chirriante y prolongado pitido nos mandó a todos a dormir. Se acabó la fiesta.

-Cuando la cosa se calme y estén todos durmiendo nos levantamos a escondidas y nos venimos los tres solos a la tele -iba mascullando Joaquinillo camino de los dormitorios-. ¿Vale?

Yo, como ya hemos visto, me achanté, pero ellos dos sí que se fueron. Y resultó que don José se había  asegurado de cerrar la puerta de la sala con llave por si acaso alguien se pasaba de espabilado. Decididos como estaban a no perderse el final del partido, mis temerarios amigos se apostaron sigilosos detrás de la puerta de la sala de profesores, donde los curas más futboleros veían el encuentro. Me contaron al día siguiente que habían entreabierto una rendija de la puerta y de esa incómoda manera, de rodillas, pudieron fisgonear hasta el final del partido. Un chasco, porque el Manchester United de Boby Charlton y George Best empató a 3 y se clasificó para la gran final.

En aquella ocasión, no se completó la remontada. Pero desde entonces se cuentan por decenas las veces en que el Madrid ha sacado victorias imposibles en el Santiago Bernabéu en partidos de la alta competición europea. Nadie sabe cómo es tal cosa, ni qué suerte de brebaje asterixiano tomarán los jugadores, pero hay algo de magia, de esoterismo, de misterio telúrico en ese tipo de partidos. Unos creen en el peso de la historia, otros, en el soplo transformador de las viejas glorias que, como fantasmas, empujan las espaldas de los jugadores hacia la portería rival; otros, en fin, lo achacan a la conjunción al unísono de toda la energía positiva de tantos aficionados en el mundo que se concentra en ese estadio a una hora determinada. Sea lo que fuere, yo me limito a cantar aquello ya tan clásico de ""¿Cómo no te voy a querer"...

¡HALA MADRID!!! 


miércoles, 4 de mayo de 2022

Jubilados de hoy, jubilados activos

No es que en tiempos de nuestros padres y abuelos no hubiese habido jubilados cultos e inquietos, que los hubo, claro está, pero me atrevería a apostar el pase del Madrid a la final de Champions esta noche, que nunca, como hoy, haya habido en España un censo tan crecido de personas jubiladas con tan alto grado de activismo en la cultura, la política o el simple ocio. Recuerdo a mi padre, a mi suegro, a mis tíos... jubilados cuando ya eran viejos de verdad, no sólo de edad, sino de espíritu, achicharrados, cuerpo y mente, por una vida de trabajo inclemente, exprimidos sus jugos energéticos y secas, como el esparto en verano, sus antiguas ilusiones, que ya se limitaban al disfrute de los nietos, al sosiego del hogar y a sus partiditas de dominó o de cartas en el hogar del pensionista. Y así, hasta que Dios tuviera a bien el recogerlos. Más pronto que tarde, porque ya les impelía el sentimiento de carga, de estorbo. Y lo mismo nuestras madres. O peor, porque ellas no se han jubilado nunca, siempre al frente de la cosa doméstica, perennes y eficaces administradoras de lo poco. Mujeres diligentes, mujeres para pobres. Y aquellas personas tocadas por la fortuna, o estudiadas, que también las había, solían emplear su tiempo jubilar leyendo el periódico, jugando al mus o arreglando el país con los colegas del casino. Era la costumbre.

Hoy, el panorama es bien distinto, afortunadamente. No solamente en las ciudades, sino también en el mundo rural. En los últimos cincuenta años, mi pueblo, Palenciana, ha producido más universitarios que en toda su historia previa, la mayor parte de ellos proveniente de familias humildes, funcionarios, pequeños autónomos, artesanos, empleados en la hostelería... El campo tecnificado casi se basta con el trabajo de sus propietarios -salvo en los casos de fincas extensas- para buena parte de sus necesidades y tareas agrícolas. Los escasos jornaleros quedan principalmente para labores estacionales ligadas a la recolección. Todo ello ha generado, corriendo el siglo, una legión de jubilados de nuevo cuño, personas añosas, pero no aplastadas por la esclavitud del trabajo, con ganas de seguir viviendo en una sociedad en la que se sienten no solamente útiles, sino necesarias. Y esto, en toda España. Lo cual es algo extraordinariamente bueno. Para nosotros, jubilados, y para la sociedad en general. La sociedad nos necesita. No tanto por lo que gastamos -el jubilado de hoy valora mucho más el disfrutar que el ahorrar-, sino también por lo que aportamos de experiencia y sentido de la mesura. Los jubilados de hoy disponemos de una abundancia de la que adolecían nuestros ancestros más recientes: tiempo libre, salud (imprescindible para las ganas) y conocimiento. Y lo sabemos aprovechar también en nuestro propio beneficio, por cuanto que una vida activa, participativa y productiva es siempre más saludable.

La inmensa mayoría de mis amigos y conocidos jubilados están involucrados en alguna forma de activismo: unos, con nostalgia de juventud, se han matriculado en cursos universitarios; otros se han hecho artistas o artesanos; los tengo también activistas sociales que siguen saliendo a las calles (como los jubilados de Bilbao) a reclamar mejoras o a denunciar abusos; no me faltan integrantes de ONGs variadas ni fundadores de asociaciones culturales; gente que se apunta a todo, gimnasio, aquagym, viajes, talleres de lo más variopinto, cursos y charlas... En este punto, debo de confesar ante vosotros mi desidia, mi pereza, si queréis. Recién jubilado, un amigo del pueblo me ofreció apuntarme como médico voluntario en una determinada asociación que se dedica a la atención y cuidados de personas con minusvalías. Le di largas con excusas. Estaba saliendo de una dolencia cardiaca que me fastidió mucho durante dos años y no tenía ilusión por ninguna cosa que no fuera mi propia recuperación. Luego, acaeció todo el tema de la pandemia... Aquello se enfrió. Ahora, como sabéis, escribo en mi blog para contento de vosotros, mis lectores, y eso es algo que me reconforta y congratula. Bueno, y me he enviciado con el golf. Entiendo que es algo bueno que un izquierdoso prudente y discreto como servidor se infiltre en terreno "pijo" para conocer nuevas experiencias y para comprobar in situ cómo de bien vive la gente "de orden". Bueno, ya en serio, me he hecho socio de una asociación cultural de mi pueblo, a las órdenes de dos mandos muy principales: la comandante en jefa, la Peque, y su sargenta ayudante, mi cuñada Conchi. Creo que este gesto de gallardía me redime de cualquiera otra displicencia del pasado.

Os dejo, que necesito concentrarme para el partido y  aislarme del mundo.