Si alguna cosa pudiera resultar gratificante en la subida de esta pendiente jadeante, yo diría que es la contemplación más minuciosa de algunos elementos singulares del paisaje serrano, que de otra manera pasarían desapercibidos. En cada parada para recuperar el resuello me entretengo en observar tales curiosidades. Esta mañana, por ejemplo, he visto una higuera joven brotando desde el interior de un tronco hueco de olivo. Tal pareciera que hubiese sido injertada en él. Una maravilla. El campo está que se sale, ya lo sabemos. Pero aún más cuando estás solo en medio de la sierra acosado por un sol aplastante, acompañado del trinar de los pájaros y envuelto en la fragancia pegajosa de cientos y miles de retamas amarillas.
Este campo de golf de Antequera está amañado para atletas, tío. Enclavado en el monte, todo son cuestas. Los hoyos más suaves, los del centro, son los primeros que se reservan, y es donde más se detiene el juego por exceso de personal. Si a un servidor le gusta más ir por libre, sin estorbos, no le queda más remedio que alejarse a los hoyos más puñeteros. Podría alquilar un cochecito -un bugy, se llama- que es lo que hacen los ingleses barrigones, pero es que yo, tan enviciado, voy todos los días, y no es cosa de tal despilfarro. La subida desde el hoyo 15 hasta el 18 empujándole al carrito es criminal. Con la calor, todo el mundo le huye. Menos yo. Tendríais que verme. Sobrevivo al tabardillo gracias a las sombras piadosas que me salen al encuentro, a la fuente de agua fresquita que hay en la salida del 13, donde me aprovisiono, y a los muchos nísperos, dulcísimos, que jalonan la subida. Resulta curioso que se mantenga el fruto limpio, sin mordiscos de los pájaros, y es porque, según creo, ni siquiera los mirlos, los más golosos, se atreven a merodear por estos parajes.
Esta mañana, coronando el green del hoyo 17, derrotado, he tenido que echar mano de la exigua dosis que me ha tocado en el reparto de la furia española. Y en el minuto de respiro para resoplar se me ha venido al pensamiento una imagen de mi madre en La Capilla. "¿Estaré delirando por la calor? -pensé-. Mientras estés sudando, tranquilo. En los golpes de calor, la víctima ya es incapaz de sudar. Y tu vas empapado. No estás delirando". Mi madre me regañaba cuando en pleno estío, con el sol en toda la mollera, me veía disfrutar jugando al fútbol en el patio de los cocherones. "Si tu padre te lo mandara por obligación seguro que protestabas, pero por tu gusto serías capaz de estar jugando hasta la noche, so visioso". Y remataba siempre con lo mismo: "Gracias a Dios que no te ha dado por el vino...". Si me viera mi madre en esta tesitura...
Justo es reconocer que yo era un muchacho muy negado para el trabajo del campo. "Menos mal que sirves para los libros" decía mi madre. Mi padre ya no sabía dónde ponerme. No aguantaba el polvillo de la cosechadora, me daba vómitos; no soportaba el olor de los nardos en los trigales, me mareaba; los garbanzos me ensangrentaban las manos al arrancarlos; la siega de la matalauva me emborrachaba; me partía la cintura el cargar el camión de la remolacha... Solamente pude adaptarme al trabajo en los melones y en el riego por aspersión con los periquitos. Ahora, cuando intento presumir de haber sido un estudiante ejemplar por mi desempeño académico durante el curso y mi colaboración con la familia trabajando en vacaciones, mis hermanos me vacilan: "¿Tú, trabajando en el cortijo?... ¡Te quieres ir por ahí!!!..." Mi hermano Juan, el más crítico, apostilla: "Tú nos dabas a los más chicuelos del cortijo una horita de clase de Lengua y de Historia Sagrada por las mañanas; luego, te sentabas en los bancos del pasillo del molino a charlar con don Bernardo y con el abuelo, y por las tardes, con el pretexto de ir a misa, te ibas al pueblo a ligar, a lo primero con la Grego, y después con la Antoñita". ¡Desagradecidos!!! ¡Con todo lo que uno ha hecho por ellos!!...
Y ahora, sin que nadie me lo mande, paso las de Caín en estos cerros inclementes, aunque preciosos. Ya se sabe: sarna con gusto no pica.
Hombre de ideas fijas y pelotas de diferentes tamaños. De chaval er furbo y de aguelo er golf.
ResponderEliminarLo de sufrir con tal de no gastar, ya me vengo planteando que es mejor superarlo...
Muy acertado, amigo Pedro.
EliminarYa te digo, quien ha nacido para darle al put no vale para campesino, todo lo más para cabalgar en la alborada una buena yegua entre fino y fino.
ResponderEliminarQuien por su gusto muere, hasta la muerte le sabe.
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